jueves, 20 de noviembre de 2014

ENKI Y LA ISLA DE DILMUN

La capacidad de Enki para alimentar a los animales y las plantas, con el agua dulce dadora de vida (asociada, por otro lado a su semen) era un don que lo convertía en un eficaz aliado tanto para los otros dioses, como para los humanos. Su virilidad es el objeto de un relato que sucede en la isla de Dilmun (actual Bahrein). A continuación sera narrado dicho relato.
Gravado del dios Enki.



En una ocasión, Enki se encontraba durmiendo con la diosa   protectora de Dilmun, dicha isla carecía de casi todo, tanto de gente como de animales e incluso de agua dulce. Ante tal situación, enki ideó un plan y pidió a Utu, el dios del sol, que imprimiera sus huellas en el suelo de manera, que pudiera llenarlas con agua dulce, y transportar ésta por debajo de la tierra desde Ur. Después de esto Dilmun se convirtió en un gran centro de comercio por el cual pasaron gran cantidad de piedras preciosas, maderas exóticas y gongos de cobre.

Tras una serie de incestuosas relaciones, Enki engendró a muchos dioses y diosas. En una primera fase de esta etapa reproductora, suplicó a la diosa Ninhursaga que le dejara acostarse con ella, petición que esta aceptó, y permitió que el dios la dejase embarazada con su semen. A los nueve días, nació la diosa Ninsar.
Inanna
Gravado de la diosa Ninhursaga.
Con el paso del tiempo, Ninsar fue creciendo y, tal como su madre había hecho, se dirigió a la orilla del río, donde se encontraba Enki. El dios al ver a la hermosa joven la dejó embarazada, a los nueve días nació una diosa llamada Ninkurra, la señora de las montañas. De igual modo cuando esta alcanzó la edad de engendrar, Enki dejó embarazada a Ninkurra, que dio a luz a Ninimma, la señora de la vulva, que también mantuvo relaciones con Enki. De Ninimma salió Uttu, una joven más hermosa que las de generaciones precedentes. Su abuela Ninhursaga, no obstante, la previno para que no cediera a las peticiones de Enki a no ser que éste le entregara los frutos de los campos irrigados con su agua. Cuando Uttu hizo lo que le había pedido su abuela, Enki se dirigió a un campesino, cuyos campos habían sucumbido a una sequía y construyó para el numerosas acequias. El campesino, en agradecimiento, le entregó los frutos que quiso. Cuando Enki se presentó ante Uttu con los obsequios, la joven accedió a hacer el amor, pero mientras el dios liberaba el semen, Uttu profirió un grito, que al parecer llegó a oidos de Ninhursaga, la cual pidió ayuda a su bisabuela. Esta retiró de inmediato el semen y lo plantó en un campo cercano. 
Esta vez en vez de engendrar a otros dioses, engendró ocho clases diferentes de plantas. Sin saber de que se trataba de sus propias criaturas, y mordido por la curiosidad, Enki mando a su ayudande Isimu, cosechar aquellas plantas, para determinar su naturaleza. Isimu cumplió lo que Enki le había ordenado, y le entregó las plantas a su señor, quien decidió comérselas.
Al poco tiempo, Enki cayó enfermo y, por razones que no quedan claras, Ninhursa juró que jamás volvería a hacer nada que tuviese que ver con él.

Los otros dioses se sentaron desesperados en el polvo, hasta que un astuto zorro disfrazado para la ocasión, consiguió disuadir a la diosa para que volviera e hiciese el amor con el dios. Al hacerlo curó a éste, cuya enfermedad se había extendido por diferentes partes de su cuerpo, y le dio como descendencia ocho divinidades cuyos nombres se correspondían con cada una de las partes de su cuerpo afectadas. Entre ellas se encontraban precisamente los señores de Dilmun y Magan ( en la actualidad, Omán).

De este modo, se ponía fin al horror de los incesantes episodios incestuosos y a la consiguiente amenaza que representaba el frenesí de la pasión amorosa de Enki, quien en última instancia se salvó de su enfermedad, gracias a la ayuda de su madre, Ninhursaga, a través de la cual nacieron también ocho divinidades beneficiosas para la humanidad.

1 comentario:

  1. Texto de SCOTT LITTLETON, C., Mitología: antología ilustrada de mitos y leyendas del mundo, Barcelona, Ed. Blume, 2004.

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