sábado, 17 de enero de 2015

EL LLOBERU O LLOBERA (Ana María García, La Llobera)

Los lloberos, son hombres y mujeres que se crían entre lobos, llegando a mandar en las manadas. Son distintos a los casos de licantropía, donde el individuo se convierte en lobo. De este último se cuenta que es la maldición de un padre a su hijo por comer demasiada carne, entonces este se va de casa y se revuelca por la tierra, convirtiéndose en lobo, se encarga de que los lobos no se coman el ganado ni ataquen a las personas, pasados siete años, se revuelca de nuevo en la tierra y la maldición se va. Está documentado históricamente el proceso llevado a cabo por el Santo Oficio contra Ana María García, la Llobera de Llanes, fechado en 1648.
La siguiente crónica dio comienzo en la sierra del Cuera, en el concejo de Llanes. Fue en aquellos parajes donde nació Ana María García, hija de Juan García y de Toribia González, oriundos de Posada y labradores de sus campos. En el año 1623 vino al mundo la que sería conocida popularmente como la Llobera de Llanes.
Los primeros años de su vida fueron duros. Al poco tiempo de su nacimiento quedó huérfana y su vida se transformó en un calvario. Sus hermanos (seis mujeres más) y resto de familiares veían en la joven una carga. Fue así como emprendió un peregrinar por diferentes clanes. Hasta los 3 años permaneció en el hogar de Catalina Juárez y Juan García. Posteriormente pasó al cuidado de Diego Soga, hermano de este último, con el que convivió hasta cumplir los 7 años de edad, para, más tarde, recalar en el hogar de Juan Gutiérrez de Ardisana, donde residió hasta los 14 años. Luego se queda embarazada de Francisco Soga, otro familiar, y huye hasta Llanes, concretamente a la aldea donde residía Toribia Sánchez, posiblemente, otra pariente.
Contaba con 20 años cuando entabla una estrecha relación con una vieja bruja, conocida en toda la comarca, y, más concretamente, en el pueblo de Bricia, de nombre Catalina González. Aquella hechicera desempeñaría un papel fundamental en los designios de la Llobera de Llanes. Ella fue su mentora en las viejas y oscuras artes de la magia. Catalina González desempeñaba una función especial dentro de la sociedad de brujas asturianas. Esta sacerdotisa del mal captaba seguidoras entre las adolescentes para que formaran parte de sus «reuniones de brujas», de las que prácticamente no hay información alguna en archivos o bibliotecas.
La huesuda mujer, de rostro cadavérico, enseñó los saberes de la naturaleza, los cultos al bien y al mal, su mágica conexión con los animales y, más concretamente, con los lobos. El aterrador poder de convocar a los demonios en forma de fieras de siete colores. Los conjuros para llamar al maligno y no ser presa de sus garras. La invocación de seres del inframundo que la obedecerían con sólo una orden. Rituales extendidos por todos los países europeos dentro del mundo brujeril fueron día a día perfeccionados por Ana María.
Aprendió la clásica y extendida por media Europa invocación de lobos, tal como afirma el escritor e investigador Alberto Álvarez Peña, por medio de círculos sagrados grabados en la tierra y la oración de palabras mágicas. Empezó de esta forma una relación trascendental que se prolongaría hasta la muerte. Catalina no solamente fue su mentora en la comunicación con el más allá -como dejó testimoniado la mujer lobo-, sino que la instruyó en el arte de la preparación de ungüentos con todo tipo de vísceras animales y pócimas con plantas. Remedios arcaicos perdidos en la noche de los tiempos que conformaron una iniciación que concluyó el día que la vieja bruja falleció. La entrega «in articulo mortis» de un objeto -como así lo consideran los estudiosos de la brujería medieval- crea el vínculo entre el aprendiz y el maligno. La transmisión del «don» de bruja a bruja. Catalina -en las postrimerías de su óbito- transmitió su «poder» a la novel hechicera.
Ana María García, La Llobera
¿La Bruja de los Vaqueiros?
La muerte de su quimérica compañera hizo que el rumbo de Ana María -cansada de recorrer los pueblos- pusiera sus miras y destino en las altas montañas. Allí, entre los escarpados montes y espesos bosques, se mezcló con las gentes de las brañas que peregrinaban con el ganado en busca de buenos pastos para sus vaquerías.
Según queda reflejado en los legajos que componen el sumario inquisitorial, se trasladó hasta los pastizales de Llanes y allí se unió a dos vaqueiros de los Argüellos. Junto a ellos viajó hasta Covadonga para, posteriormente, penetrar en los Picos de Europa, y llegar hasta la Cañada Real por el Pajares. Esta cañada era el camino por donde los pastores desplazaban su ganado en función de la estación para el mejor alimento de las reses. Los repudiados vaqueiros pudieron ser testigos de las supuestas facultades diabólicas y mágicas de Ana María.
Por esta vía su leyenda creció sin cesar. Sus relaciones con los lobos, animal que personificaba en aquellos tiempos el mayor de los terrores para el hombre, se hicieron populares. No en vano, las brujas sabían cómo negociar con las fieras y que acataran sus órdenes. Como bien le enseñó Catalina, desde épocas remotas se creía en el inquietante poder de la mirada del lobo. Si la bestia fijaba la mirada en los ojos de un humano, las consecuencias serían nefastas. «Puede servir de ejemplo la vista infecta lobina, que viendo primero al hombre le hace perder la voz. Esto hace sin duda por lo venenoso de su vista», explicaba el marqués de Villena en sus tratados para brujas.
Su leyenda negra se extendió velozmente por los campos y serranías. Guardaba el ganado de enfermedades, accidentes y embrujamientos con sus supuestos dones, y se vengaba de aquellos ganaderos con los que se cruzaban por los caminos y tenía cualquier tipo de discusión. Cuidaba de los pastores preparando brebajes arcaicos de cuerno de ciervo, grasa de oso, dientes de lobo y jabalí, así como de culebras, sapos, babosas o sanguijuelas. Era especialista en la fabricación de remedios con la farmacopea que se hallaba en la flora y fauna de la serranía. Fue implacable con los hombres y mujeres que se interponían en su camino.
Durante tres años anduvo sin problema alguno practicando sus mancias por las vías de arrieros y pastores de la cordillera del norte de España. Un tiempo en el que llegó a escapar de las garras del Santo Oficio. Asturias era una tierra inhóspita. Los responsables de la curia «hacían la vista gorda» en estos parajes debido a la mala comunicación de sus pueblos, la inseguridad de sus caminos, repletos de fieras y bandoleros, y el convencimiento de que los habitantes asturianos tenían un origen limpio de sangre.
El juicio del Santo Oficio
Ana María, mujer de espíritu inquieto y aventurero, cambió de vida y aires. El amor fue en esta ocasión la razón de que su vida se ligase a un vaqueiro que trabajaba para una de las familias ilustres toledanas. El 25 de mayo de 1648 llegó a Toledo, a las tierras pertenecientes a don Gabriel Niño de Guzmán, y allí dio comienzo el principio del fin.
Doña María del Cerro, mujer del mayoral Alonso Millán, indagó sobre el pasado de Ana María y, poco a poco, fue descubriendo el oscuro y turbio mundo que la rodeaba. Había que cortar de raíz el problema y optó por cursar denuncia ante los responsables del Santo Oficio tras el conocimiento del mundo heterodoxo y pagano que defendía la asturiana. El fiscal del Santo Oficio, don Juan de la Vega y Dávila, no tuvo duda alguna en rubricar la denuncia religiosa con fecha 21 de junio de 1648.
La lista de acusaciones que recayeron sobre la Llobera de Llanes fue clasificada en once apartados.
«Acuso criminalmente a Ana María García, por otro nombre la Llobera, natural del lugar de Posada, en el concejo de Llanes, Principado de Asturias, presa en cárceles secretas. Y digo que siendo la susodicha cristiana bautizada y en al común opinión y estimación tenida y reputada por tal, gozando de las gracias y privilegios, inmunidades, prerrogativas y excepciones que los demás fieles católicos cristianos suelen y deben gozar, olvidando sus obligaciones, ingrata y desconocida a tantos y tan singulares beneficios, en ofensa de Dios nuestro señor y contra su santa fe…».
El fiscal detalló todos los hechos malévolos de los que se le acusaba, como, por ejemplo:
«1. Que (…) en un lugar de dicho concejo de Llanes cierta persona de vida tan relaxada y nefanda que aconsejó y dixo a la rea si quería andar con los lobos y encantarlos, había de dar el brazo derecho al diablo, y que haciendo con las manos un cerco en la tierra y dando un silbido vendrían a su mandado, y los encantaría: y que si también quería hacer mal con ellos lo podría hacer, y que si no, podría guardar el ganado dellos, y hacer que no hiciesen mal a los ganados, ni a persona alguna. En lo cual vino la rea (…) ofreció el brazo derecho al Demonio, diciéndole: yo te ofrezco este brazo derecho.
»2. (…) que habiendo muerto la dicha persona y dexado a la rea una saya como tan su amiga, estando ésta a solas hilando (…) se le apareció un bulto negro de hombre, con cuernos a los lados de la frente (…) asiéndole del mismo brazo el bulto dixo si le ofrecía aquel brazo; y la rea respondió que se lo ofrecía; y él la volvió a decir que bien sabía que aquel brazo era suyo (…) Con lo cual se fue el bulto, y aunque entonces no lo dixo quién era, bien entendió la rea que era el Demonio, y como a tal le ofreció el brazo derecho.
»3 y 4. Que siguiendo el consejo que en capítulo primero ha referido la dio la dicha persona, y continuando la rea el crédito que la dio y al Demonio (siendo padre de la mentira y el mayor enemigo de las almas) en confirmación de la amistad y pacto que hizo con él, ofreciéndole su brazo derecho para que la favoreciese y asistiese, habiéndose ido con unos pastores, con quienes ha tratado deshonestamente y andado tres años, ha llamado a los lobos haciendo el cerco en la tierra y metiéndose dentro, y dando un silbo venían siete lobos de diferentes colores, que eran demonios, y se iban tras ella por donde quiera que iba, y cuando estaba dentro del cerco andaban ellos alrededor sin entrar en él, y la rea los repartía, tres por una parte, dos en otra y dos en otra, y venían unas veces sin llamarlos y otras porque los llamaba para que estuvieran con ella.
»5. (…) que era tal la familiaridad que tenía con los demonios (…) en forma de lobos (…) que no podía hallar sin su compañía. Y sabiéndolo los pastores la instaron, y ella se los prometió no hacer mal con los demonios a sus ganados ni a los de otros ni a personas algunas, si bien no siempre lo cumplía, antes echaba los lobos al ganado que le aprecia y a la parte que le hacía mal pasaje.
»6. (…) que en las dehesas de Alcudia, habiendo la rea llegado a un cazador que llevaba una carga de conejos y perdices a vender, le pidió un conejo, y no se lo quiso dar y dentro de tres días comieron los lobos a una bestia de carga de dicho cazador. Y todos lo atribuyeron a que la Lobera lo quería así, teniéndola también por bruja hechicera.
»7. (…) que en dichas dehesas llegó otra vez la rea a una majada de un pastor y, no habiéndola dado lo que ella le había pedido, le comieron a segunda noche los lobos tres cabras.
»8. (…) que para llamar a los demonios decía la rea ciertas palabras, que afirmó no podía decir porque la vendría mucho daño (…) Lo cual no es de creer, sino que maliciosamente las calla. Y así pido la declare».
Ana María dio contestación a cada punto de la acusación. Se reafirmó en cada una de las primeras respuestas que dio a los miembros del Santo Oficio. Y zanjó su defensa con una solicitud al tribunal eclesiástico: «(…) que el tribunal use con ella de misericordia atento ha confesado y dicho la verdad como consta en sus confesiones y que es una pobre mujer que ha sido engañada y promete no volver a más a ofender a Dios y procurar ser muy buena cristiana y que si acordare de otra cosa lo dirá y todo lo que lleva dicho es la verdad so cargo del juramento que tiene fecho (…)».
El 3 de agosto de 1648 el tribunal inquisitorial toledano disponían que la rea, bajo la abjuración de levi, podría ser puesta en libertad (en otros documentos aparece esta fecha como la de su ejecución a manos de la inquisición).
Un desenlace incierto
¿Cómo pudo escapar a la tortura y la hoguera? Nadie sabe cómo la Llobera de Llanes logró eludir las garras del Santo Oficio. Tanto historiadores como cronistas -como Caro Baroja- coinciden en señalar que eludió el rollo o las llamas de la hoguera debido a la poca información que guardaba la curia religiosa.
Lo único que parece cierto es que retornó a la Asturias que un día había abandonado. Aquella mujer de gran belleza, parecida «a ese tipo céltico de moza -rubricaba Juan Luis Rodríguez-Vigil, el que fuera consejero de Sanidad y presidente del Principiado de Asturias, en su obra «Bruxas, lobos e Inquisición»- que aún es frecuente ver por las aldeas de los concejos altos de Asturias: estatura pequeña o mediana, de piernas y nalgas rotundas y fuertes, pecho generoso y torso amplio, con cabellos arrubiados y rizados y la faz definida por ojos de intenso color azul, en todo caso con pómulos altos, nariz pequeña y tez clara o abundante de pecas, que la Llobera tendría, no obstante muy atezada por la continua exposición a la intemperie».
FUENTE:
https://donpelayo777.wordpress.com/2015/01/13/seres-mitologicos-asturianos-el-lloberu-o-llobera-ana-maria-garcia-la-llobera/

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