Némesis
es la diosa de la justicia retributiva, la solidaridad, la venganza y
la fortuna, en la mitología griega, Castigaba a los que no obedecían a aquellas personas que
tenían derecho a mandarlas y, sobre todo, a los hijos desobedientes
a sus padres. Recibía los votos y juramentos secretos de su amor y
vengaba a los amantes infelices o desgraciados por el perjurio o
infidelidad de su amante.
Némesis ha sido descrita como la hija
de Océano o Zeus. Por su parte, Hesíodo la cree hija de la
oscuridad y la noche (Érebo y Nix) mientras que el dramaturgo
Eurípides afirmaba que su padre era él mismo. En los Cantos ciprios
se habla de la unión de Zeus y Némesis, para dar nacimiento a
Helena, lo cual expresa la idea de la cólera celeste. Némesis fue
perseguida por el dios del cielo, y para librarse de él tomó formas
de monstruos marinos y de diversos animales terrestres. Finalmente se
transformó en una oca. Zeus transmutado en cisne logró alcanzarla
y, fruto de esta unión, la diosa puso un huevo que fue recogido por
unos pastores y entregado por ellos a Leda, que lo cuidó. Ésta es
una de las versiones del origen de Helena de Troya.
Es una deidad primordial, por lo que no está sometida a los
dictámenes de los dioses olímpicos. Castiga sobre todo la
desmesura. Sus sanciones tienen usualmente la intención de dejar
claro a los hombres que, debido a su condición humana, no pueden ser
excesivamente afortunados ni deben trastocar con sus actos, ya sean
buenos o malos, el equilibrio universal. Un claro ejemplo lo
encontramos en Creso, que al ser demasiado dichoso fue arrastrado por
Némesis a una expedición contra Ciro que provocó su ruina.
También se considera que era la diosa griega que medía la
felicidad y la desdicha de los mortales, a quienes solía ocasionar
crueles pérdidas cuando habían sido favorecidos en demasía por la
Fortuna. Con este carácter nos la presentan los primeros escritores
griegos, y más tarde fue considerada como las Furias, es decir, como
la diosa que castigaba los crímenes. El poder irresistible de
Némesis está expresado por su asociación con Adrastea, divinidad
asiática que se confundió con ella, hasta ser este nombre uno de
sus epítetos. Némesis es uno de los atributos del dios supremo, y
era, en unión de Adrastea, el instrumento de la cólera divina.
Se la representa con una corona y a
veces con un velo que le cubre la cabeza; suele llevar una rama de
manzano en una mano y una rueda en la otra. Algunas veces sale de
ella un asta de ciervo para indicar la prontitud con que da a cada
uno lo que le corresponde. La flor del narciso adornaba también su
corona como símbolo de un joven orgulloso enamorado de su propia
hermosura. Solían representarla los artistas de la antigüedad con
alas para expresar la prontitud con que atendía todas sus funciones
y armada de antorchas, espadas y serpientes como instrumentos de su
venganza.
El origen del culto a Némesis hay que buscarlo en el temor que
sentían los griegos a la cólera divina. Hesíodo presenta a Aidos y
Némesis indignados del espectáculo de la perversidad humana,
huyendo de la Tierra, envueltos en velos blancos; de suerte que, para
él, Némesis no es más que una personificación del sentimiento
moral, reprobador de toda violencia y de todo exceso. El primer
templo y los primeros altares que tuvo Némesis estuvieron en
Ramnonte, situado en la región del Ática. Durante mucho tiempo su
culto no salió de allí.
Considerada por algunos como la fuerza o poder del Sol, su culto
se había extendido por toda la tierra. Era venerada por los persas,
asirios, babilonios, egipcios y etíopes. Orfeo llevó su culto a
Grecia e Italia y la colocó entre sus principales divinidades bajo
el nombre griego de Némesis. Tenía un altar en el Capitolio
al que los guerreros iban a sacrificar antes de partir para los
combates y le ofrecían un machete o una cuchilla.
En la mitología romana corresponde a
Envidia.
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