martes, 23 de julio de 2019

El bocarrot

En la tradición cristiana, el ciclo agrario del año viene marcado por unos días determinados, con unos santos que, hasta hace poco, eran conocidos por todos los agricultores. la Candelaria, San Roque, San Miguel, Todos los Santos, San Martín o San Andrés marcan unos hitos en el calendario relacionadas con el trabajo en los campos o con el ganado, muchas de las cuales son adaptadas de viejas tradiciones precristianas.  

Al Costumari Catalán, encontramos en el mes de mayo dos celebraciones que recogió Amades. En Tossa, el 3 de mayo, vestían unos cuantos niños con unas capas de paja, y rodeaban por las calles con aire triunfal. A la hora de comer y de cenar, las casas campesinas más ricas les disputaban para invitarlos, ya que creían que su presencia les favorecía las cosechas. Le llamaban el chico de paja , y en Cadaqués había una costumbre similar, pero allí le decían la anchoveta .


Costumari catalán (Joan Amades)
La infancia es una etapa de crecimiento. Antiguamente se creía que los niños transmitía los vegetales esta fuerza de crecimiento. No es casualidad que en la fábula de Patufet, aquel niño Remover duerma bajo una col cuando camino del huerto para llevarle la comida a su padre. La presencia de niños entre patateras, judías, coles o brócoli era fomentada con la convicción de que las plantas encomendarían de aquella tendencia a crecer propia de la infancia.

Tampoco es casualidad que Garbancito sea tan pequeño que tenga que hacer esfuerzos para que la gente lo vea, porque en realidad la estatura de Patufet no corresponde a la de un niño que ha salido pequeño, sino a su auténtica naturaleza, que es la de un duende.

en Patufet
En nuestro país, el pilar de la alimentación se ha basado en la trilogía mediterránea del trigo, la vid y el olivo: el pan, el vino y el aceite.

En la mitología griega la divinidad protectora del grano es la diosa Deméter y de alguna manera también debía estar presente en nuestra cultura íbera, influida por los griegos de Empúries y Roses, formando parte de una familia de dioses promocionados por la gente más rica, pero la mayoría del pueblo debía seguir fiel a otras divinidades de origen mucho más antiguo, que encontramos representadas en pinturas rupestres de hace 7.000 años, con formas de un chivo cornudo y con una hoz en la mano.


Cueva de los Letreros,
Almería (5.000 a.n.e.)
El chivo, el macho de las cabras, se considera un animal con una gran fuerza reproductora y por eso el espíritu del trigo adopta su imagen, representando una fuerza multiplicadora que nos asegure una buena cosecha, porque trigo significa pan y falta de trigo significa hambre.

Descendientes de estos genios de la Edad de Piedra eran los sátiros griegos y los faunos romanos. Con patas de cabra y cuerpo humano de cintura para arriba, pero con cuernos en la frente y barbilla, estos híbridos entre cabra y hombre estaban siempre ansiosos por satisfacer sus impulsos sexuales. Pan era el rey de los sátiros griegos y Fauno el de los romanos, y alcanzaron uno de los lugares preeminentes en el panteón de los dioses paganos.

La hegemonía del cristianismo los fue empequeñeciendo hasta convertirlos, en algunos casos, en personajes anecdóticos ocultados en cuentos o en juegos y, en otros, en la encarnación del diablo.


El aquelarre. Francisco de Goya (1797)
Aún así, el culto en secreto en Pan perduró a lo menos hasta la Edad moderna en los acopios nocturnos o aquelarres seguidos mayoritariamente por mujeres, que se reunían en lugares descampados para rendir culto al chivo cabrón, la viva imagen del dios Pan. Estas costumbres fueron implacablemente perseguidos porla Inquisición o por parte de la misma población, que enviaron a la hoguera ya la horca miles de mujeres inocentes en toda Europa.

Pan también perduró en la memoria del pueblo de otro modo menos evidente y comprometedora. El gran investigador James Frazer describe costumbres sobre la siega del trigo en regiones centroeuropeas, escandinavas y británicas, en el que se hace patente la creencia en unos genios del trigo y del resto de cereales, que se imaginaban con formas de animales muy diversos : de lobo, perro, liebre, zorro, gallo, buey, cerdo o caballo, pero sobre todo como cabra, y una muestra de ello la teníamos en nuestro país con se bogiot mallorquín o los bocarrots de Cataluña.

Bocarrot (figura de Jordi Rangil)
Entre los grupos de segadores catalanes era común la creencia de que cada campo de trigo vivía un bocarrot. Se podía hacer más grande o más pequeño según le convenía, pero esto no tenía mucha importancia para los humanos porque era invisible. Con su presencia estimulaba el crecimiento de las espigas y que dieran grano de buen tamaño y abundante.
Si un segador se encontraba repentinamente enfermo, creían que era porque había tropezado con el bocarrot.

Los últimos vestigios de este personaje los encuentra Joan Amades, cuando constata que grupos de segadores del Berguedà, Osona y Vallès, del último trigo segado en un campo llaman segar el chivo o segar el bocarrot , en una especie de juego en el que representan que el pequeño bocarrot de aquel campo se ha ido escondiendo de ellos en medio de las espigas y cuando ya no tiene donde esconderse es segado con el último golpe de hoz.

En algunos lugares, con estas últimas espigas segadas hacían un muñeco que venía a representar el bocarrot y lo llevaban al dueño, un ritual para mantener su presencia protectora hasta que el trigo ya fuera en el saco y bien atado.

Aquelarre de Cervera (foto: Xavi Calzada)
Fieles durante milenios los antiguos bocarrots de las cuevas del Neolítico, esta devoción, que no pudo ser erradicada ni por la Santa Inquisición, Se extinguió en pocos años al mismo ritmo que se extinguían los grupos de segadores, suplantadas por las modernas y enormes máquinas de segar y de batir. El progreso nos llevó productividad y se nos llevó la fantasía.

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