martes, 10 de septiembre de 2019

La leyenda del gigantes Puigmal

Las abejas o las hormigas son un ejemplo de especies organizadas en estructuras sociales complejas, pero en el ámbito de los vertebrados los únicos que también lo hacemos somos los humanos. ¿Qué hizo que un buen día dejáramos atrás nuestra condición salvaje y fuéramos capaces de cultivar la tierra, crear la escritura o construir ciudades?

Los que nos hemos criado en la tradición cristiana conocemos la historia de Adán y Eva, habitantes del Paraíso donde nada les estorbaba de una existencia apacible y sin dolores de cabeza y con una única limitación: no comer ninguna manzana del Árbol del Bien y del Mal. La transgresión de esta prohibición por parte de Eva, incitada por el diablo bajo apariencia de serpiente, marca el fin de la felicidad y el inicio de la desventura. Desde la antigüedad, el significado más universal de la Serpiente ha sido el de la Sabiduría y las consecuencias del entendimiento entre la primera mujer y la serpiente nos harían concluir que el Conocimiento es la fuente de todos los problemas que padecemos los humanos .

Thot
Al contrario, en otras mitologías el Conocimiento es la base del progreso de la humanidad y partes encontramos divinidades que nos transmitieron la sabiduría. En la primera civilización, Enki enseñó a los sumerios los secretos de la agricultura, la escritura, la arquitectura y la geometría o la legislación; Thot difundió la escritura entre los egipcios e inventó el calendario de 365 días; Prometeo robó el fuego a Zeus para ofrecerlo a los griegos y Atenea les enseñó el arte de navegar y de tejer.

Nuestro Puigmal, gigantes convertido en cima del Pirineo, pertenece a esta categoría de dioses transmisores de la sabiduría a los humanos. Por los pelos nos ha llegado su leyenda, gracias a Joan Amades, que la recogió en el valle de Ribes de los últimos viejos que la recordaban.

La leyenda de Puigmal

Puigmal iba todo cubierto de un vestido de blancas nieves, en unos tiempos remotos en los que en las montañas, territorio exclusivo de los dioses y santuario de bestias y árboles al abrigo de nuestra furia, los humanos no poníamos los pies.

La gente, dedicada esencialmente a la caza, base de su alimentación, campaban por valles y llanuras, donde cada vez había menos para cazar. Debido a esta escasez, un cazador que perseguía un gamo ignoró los límites y trekking montañas arriba detrás de la presa, hasta que repentinamente topó con el gigantes protegiendo el gamo.

Del póster "Seres mitológicos los PPCC". Ilustración de Jordi Coll.

Puigmal le recordó que él no iba nunca a la tierra baja, la tierra de los hombres, y le pidió que profanaba sus dominios. El cazador le respondió que la desesperación del hambre la había llevado allí. Entonces, compadeciéndose de ella, Puigmal acarició el gamo y la ordeña, recogiendo la leche con sus grandes manos y, restregándose contra su traje de nieve, la convirtió en un delicioso queso que entregó al hombre. Instruyéndolo en el arte de formatjar, le recomendó que en adelante se alimentara de leche y queso y así no debería matar a los animales que le ofrecían generosamente ese líquido precioso.

Puigmal (figura Jordi Rangil )
Así lo hizo. Durante muchos años, lanzas y flechas quedaron arrinconadas y las correderas persiguiendo presas se convirtieron en un recuerdo de tiempos pasados. Las bestias también olvidaron aquellas épocas de persecuciones y, desapareciendo a la antigua miedo a los hombres, pescado cerca de sus hogares sin pesar.

Y todo esto fue así hasta un mal día que, saliendo de su casa, el cazador tropezó con un grupo de ciervos. De repente, la cabeza se le llenó de aquella ancestral empeño rapaz y, empuñando las armas, se entregó al desenfreno de la sangre contra aquellas bestias confiadas.

De nuevo, el miedo alejó los animales de los hombres y, privado de la leche que durante tantos años había alimentado toda la familia, la caza volvía a ser el único recurso para calmar el hambre. El ciclo se repetía, al cazador le había que ir cada vez más lejos para encontrar presas hasta que no le quedó más remedio que adentrarse en la tierra alta, la tierra de los dioses. Puigmal le salió al paso y esta vez no hubo compasión: la recogió con sus manazas y la estampa contra el fondo de un barranco.

La fuerza de los símbolos


Mucho antes del invento de la escritura los humanos ya utilizábamos el lenguaje universal de los símbolos, un lenguaje que brota de nuestro subconsciente y nos manifiesta en los sueños cada noche. A menudo, los cuentos y leyendas esconden profundos significados y recuerdos remotos de hechos trascendentes en la historia de la humanidad.

Si nos quedáramos en la lectura superflua de la leyenda no iríamos más allá de un cuento infantil, pero esta historia ripollesa es el único vestigio que nos ha llegado de un antiquísimo relato cargado de símbolos donde se explica el paso de la vida nómada y cazadora del tiempo paleolítico de las glaciaciones en la implantación de la ganadería en el mundo más cálido del neolítico.

La capa de nieve de Puigmal


Puigmal al Calendario 2016 de mitología catalana. Ilustración de Anna Ribot-URBITA

El clima de la Tierra es una sucesión de períodos glaciares e inter-glaciales -como la actual. La última glaciación que afectó Europa duró 60.000 años y terminó apenas hace 10.000. Los hombres de las cavernas, que habían pintado en Altamira, Las huelga o Rofinhac el objetivo codiciado de sus cacerías -portentosos bisontes, uros, caballos, ciervos o mamuts- vieron como el deshielo descubría nuevas extensiones de pastos que, en pocas centurias , eran bosques espesos. El cambio de paisaje comportó el cambio de la fauna. Algunas especies emigraron persiguiendo el frío que se alejaba hacia el norte y otros, como los mamuts, incapaces de adaptarse a los cambios, se extinguieron. No tardó en surgir en Oriente Próximo la agricultura y la ganadería, la revolución neolítica que forzó las comunidades humanas nómadas a convertirse en sedentarias.

De cazadores a ganaderos


En cada detalle, el relato de Puigmal esconde la remota memoria de todos estos cambios. La capa de nieve que lo cubre nos remite a las nieves perennes de la Edad del Hielo. La cacería es el único recurso de aquel cazador y el nutriente con proteínas del hombre paleolítico. La necesidad que tiene que ir a cazar cada vez más lejos es la misma que tenían aquellas comunidades, forzadas a diversificar sus hábitats para no extinguir la fauna.

Puigmal libra el hombre de la sujeción absoluta a la caza, en una alusión al inicio de la ganadería, que facilitaba el abastecimiento de carne, pero también de leche y derivados. Los animales que pierden el miedo a los hombres nos remiten a la domesticación de algunas especies, como corderos, vacas, caballos o cerdos.

De Puigmal a San Gil

No perdamos de vista que la montaña del Puigmal cierra por poniente el valle de Núria, una región esencialmente ganadera a lo largo de los siglos. San Gil es el patrón y lo es también de los pastores, y en su supuesta estancia en aquellos parajes la vinculación con ellos fue intensa, así como la protección que ejercía en los rebaños ante la amenaza de los lobos, tal como Puigmal protegía los herbívoros de la de los cazadores.

Una lectura atenta de los Gozos de San Gil nos descubre la cristianización de Puigmal en este santo. Se cuenta que Gil llevaba una vida muy austera, nutriéndose de hierbas y de la leche de una cierva. Un día compareció por aquellos andurriales el rey, que yendo de cacería persiguió la cierva. Ella corrió a buscar la protección de Gil, con quien topó el rey, que con gran sorpresa admiró su santa vida y, impresionado, haga fundó un monasterio para que fuera dirigido por San Gil. Si la acción civilizadora de Puigmal es impulsar el paso del hombre cazador al hombre ganadero, la de Gil y el rey es crear un monasterio, crisol del progreso que quiere representar la cultura y la fe cristiana, el paso de la hombre pagano al hombre cristiano.



El Mal Cazador


La leyenda de Puigmal tiene dos partes bien diferenciadas: la primera nos narra la transmisión de un conocimiento divino para el disfrute de los humanos; la segunda evoca las diversas leyendas que encontramos por el país en referencia a la figura del Mal Cazador, aquel que no mata por necesidad sino por vicio. En esta parte del relato Puigmal, además de defensor de la naturaleza, toma la forma de dios justiciero, como la toma a menudo Cristo cuando condena el Mal Cazador a vagar eternamente persiguiendo presas que nunca alcanza.

Puigmal y el valle de Núria
El mito de en Puigmal es un vestigio de los personajes que ocupaban los altares catalanes mucho antes de la llegada del cristianismo. Escondidos en fábulas milenarias, se guardan codificadas nuestras antiguas creencias, esperando el día que las redescubrimos.

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