En
la mitología catalana encontramos varios personajes vinculados al
bosque, como el Hombre de Corteza, el Hombre de Musgo, Jan Peludo o los
Simiot. De nuevo, quien
nos ha salvado este personaje del olvido es Joan Amades que, tal y como
dice, "su recuerdo es un buen chico borrado de la imaginación popular". Donde la memoria de estos seres es más viva es a Arles del Tec (Vallespir).
Simiot al Calendario 2,016 de mitología catalana. Ilustración de Anna Ribot URBITA |
Les
gusta moverse por los árboles, aunque no les hace ninguna pereza bajar:
la Nochevieja corren despavoridos por los caminos foravilers. Las maldades que provocan son equiparables a las de otros seres mitológicos. De noche entran en las casas por la chimenea, asustando a la gente con gran complacencia. Como
las brujas, Congo tempestades tan fuertes que provocan inundaciones, y
roban criaturas que luego encuentran muertas en el bosque o son
devoradas, como hacen los dragones.
Con
todos estos desastres debían convivir hace mil años la pobre gente de
Arles del Tec, viendo como los Simiot esparcían la peste en personas,
ganado y cosechas, y sufriendo una sequía persistente que secaba todas
las fuentes.
Si
no se conseguía acabar con aquella plaga habría abandonar la ciudad,
fundada poco antes al abrigo de un monasterio, y fue el abad Arnulf,
según la leyenda, quien viajó a Roma y en volvió con las reliquias
providenciales de san Nin san Non, gracias a la presencia de las que se
liberaron de aquellos malvados seres del bosque. No entramos en más detalles sobre este tema porque nos extenderemos próximamente.
Los Simiot son nuestros sátiros?
Hay quien ha querido ver en los Simiot pirenaicos nuestros sátiros, empezando por el venerado Joan Amades, en unas hipótesis muy cogidas con pinzas de una fábula de Esopo (s. VI aC) reescrita por Avià (s. IV dC) y publicada en catalán en 1550 . Explica que un viajero fue atrapado por una gran nevada que cubrió los caminos. Sin referencias, el pobre hombre perdió el aliento y no sabía dónde estaba. Por suerte, encontró un sátiro hospitalario que la recibió en su casa. Para quitarse el frío de las manos entumecidas calentaba las puntas de los dedos con el aliento de la boca y cuando le dio una taza de vino hirviendo, para no escaldarse la garganta, el viajero la tuvo que soplar para enfriarse el.
Viendo esto, el sátiro se desconfía. ¿Cómo podía aquel hombre, haciendo la misma cosa, obtener dos resultados opuestos? El echó enseguida de su casa y desde esta hecha, los sátiros no quieren saber nada de los humanos.
Ilustración de la edición de 1550 "Del sátiro y del caminante" |
Si esto hubiera pasado en Japón, seguramente el viajero se hubiera encontrado con la seductora y mortífera Yuki-Onna , pero afortunadamente para él las consecuencias no fueron tan funestas, ya que fue " en las partes de Libia en la montaña de Arles " . Si
bien en otras versiones las montañas son las de Atlas, la gran
cordillera norteafricana, Amades agarra al error de la versión catalana,
da por buena la ubicación de Arles y se aventura a sugerir que "Libia
"no hace referencia al territorio africano sino a la ciudad de la
Cerdanya. La hipótesis ha
hecho fortuna entre los devotos de Joan Amades Servidor es uno de ellos-
y entre los oportunistas en busca de historias sensacionalistas. Por un lado se le ha querido interpretar como nuestro yeti, pero el yeti catalán no la tenemos que buscar en el Simiot sino enNonell o el Gigante de la Nieve , tal y como ya expliqué. Por
la otra, a partir de la fábula de Avià, se lo ha clasificado como un
sátiro, y aquí sí que he de confesar que caí de cuatro patas. Desde 1993, año que publiqué el póster " Seres mitológicos de los Países Catalanes ", hasta este julio de 2016, donde el protagonista del mes del Calendario de Mitología Catalana es el Simiot, he defendido el aspecto que se puede ver, a medio camino entre una cabra y un simio.
Cierto
es que tanto los sátiros griegos como los faunos romanos corren por los
bosques, pero están vinculados con el dios Pan, favorecedor del
crecimiento de los cereales y, en cambio, el Simiot, nada de lo que hace
favorece la agricultura. Rectificar
es de sabios y si queremos ser fieles al verdadero origen del personaje
y discernirse el de especulaciones posteriores, las patas de cabra y
los cuernos le sobran.
Los Simiot del mundo
Póster "Seres mitológicos los PPCC". Ilustración de Jordi Coll. |
En países de nieve, la línea que separa un hombre de las nieves de un hombre del bosque es muy delgada. El yeti del Himalaya es descrito a menudo como un simio gigante; en Mongolia, Almas es un bípedo alto y cubierto de pelo marrón, con unas facciones que recuerdan las de los neandertales; en Filipinas, Amomongo también es un peludo de tamaño humano que devora las entrañas de cabras y pollos y alguna vez llega a atacar los humanos; en las montañas del oeste del
Pakistán, Barmanu es un muntaner peludo y solitario, investigado durante años por
Jordi Magraner , hijo de un valenciano republicano; al noreste de la India y Bangladesh, Mani Burunges un homínido peludo y alto como un San Pablo, que habita remotos colinas de bosques subtropicales; se le parece el Txutxunya de Siberia
que, según los nómadas de la región, va cubierto de pieles, a veces come carne humana y todo él se parece a un neandertal. Si saltamos en Australia, por sus desiertos hay campa el Yowie
, de aspecto simiesco y peludo, a veces tímido ya veces violento, con
una altura de entre 2 y 3'5 metros y pies enormes, como su pariente americano Big Foot o Sasquatx , gigante silvestre, simiesco y de pelo oscuro, de la región noroeste de la costa del Pacífico.
En cambio, en la región de los Grandes Lagos, entre los Estados Unidos y Canadá, habita el wendigo
, personaje de la mitología de los pueblos algonquinos, del que se
explican muchas cosas y que de todos los mencionados quizás es el que
más puntos en común tiene con las antiguas creencias de los catalanes. El wendigo sigue los viajeros solitarios cuando pasan por el bosque. Como conoce el nombre de todos, los llama, pero cuando el viajero se gira, se esconde. El miedo que esto le provoca puede acabar haciéndolo enloquecer. En " Historias y leyendas del año ocho " hablaba de hechos similares en nuestra región:
"Caminar
de noche y solo, por baches salvajes o caminos de carga emboscados,
estimulaba más la imaginación que cualquier droga moderna. El silencio
no era buen compañero en estas situaciones y, por ello, los flabiolaires
tocaban -de paso, asustaban los llops- y los que no tenían, cantaban.
Porque si no lo hacían sentían los ruidos del bosque, que no
tranquilizaban nada, y podía salir el miedo, pero no el miedo que
sentimos dentro de nosotros, sino un miedo que viene de fuera, que nos
persigue. Varios testigos me hablan, de una manera muy indefinida. Josep
Canals y Maria Puig me ayudan a concretar más el concepto. Joan Amades,
el Costumari Catalán, aunque afina más. Dice que los árboles saben el
nombre de la gente que pasa por debajo y, de noche, para divertirse, lo
llamando. al pobre peatón le parece oír su nombre y aún inquieta más,no
se quiere girar para no coger más miedo, pero acaba haciéndolo, y los
árboles se quedan parados de risa.
Subiendo de noche, yo había pasado mucho miedo, a veces. Era
un trozo muy, muy oscuro, y había oído decir que por allí había
"miedo", que habían oído una mujer que gritaba ... Y siento un conejo
... Quedé parado un momento ... me digo "tira arriba! ", vuelvo a sentir
el mismo ... y ahora era un pollo que cantaba de can Terrades, que hay
que hacen" quiquiriquii-uuuh ", y yo sólo sentía el de atrás ... y mira.
.. me parecía que ya salían de allí debajo. El susto que tuve! [Jaume Aliva]
-A Fogars de Monclús decían que salía miedo cuando, por la noche, venía la gente de bailar. Gracias a Dios, no nos habíamos encontrado nunca, nosotros.
[José Canales]
-Y cuando dicen que salía miedo, ¿qué significan? [Dani Rangil]
-Ellos mismos se hacían el miedo, con la sombra, decían.
[Maria Puig alforfón]
-Se pensaban que los venían detrás y los cogían. [JC]
-Sí, esa sensación que tienes alguien detrás y que te pillo ... [DR]
-Exactamente! [JC] "
Como el Simiot, el wendigo mata y devora mortales. Una
leyenda dice que el primer wendigo era un humano que, traicionado por
su amada, se vengó matándola y comiéndose el corazón, pero entonces su
propio corazón quedó helado y se convirtió en un ser sin sentimientos,
un espíritu malvado que sólo busca nuevas víctimas humanas para
alimentarse. Otra versión
sobre su origen explica que era un cazador que, perdido por el bosque y
hambriento, no dudó en cazar un hombre para calmar su hambre. El
castigo divino fue transformarlo en ese ser peludo de grandes manos y
largas garras, y añaden que cualquier humano que ose practicar el
canibalismo corre el peligro de convertirse en un wendigo.
Algunas de las tribus lo describían como un gigante siempre ansioso de comer carne humana, lo que nos hace pensar en nuestros ogros ; otros
lo veían como un ser medio hombre medio bestia que vive en las selvas
más profundas -similar al simiot- o con el cuerpo cubierto de musgo
-como nuestro Hombre de Musgo.
Los precursores de los Simiot
Huwawa (2.000 a.n.e.) |
Todos estos personajes recogidos de la memoria oral nos remiten a varios mitos muy antiguos, de los que encontramos indicios al Epopeya de Gilgamesh , texto sumerio hace casi 5.000 años. Si
aquí se consideraba el Simiot un ser de los bosques poco amigo de los
humanos, Gilgamesh y su fiel amigo Enkidu viajan al Bosque de los Cedros
para matar el gigante Huwawa, creado por el dios Enlil para impedir que
ningún humano corte ningún árbol de aquel bosque sagrado . Huwawa tiene un aspecto espantoso y personifica aquel terror metafísico que puede provocar la espesura.
Al mismo texto aparece el Bravo Celeste, que por muy celeste que sea, es un animal terrible. Quién
lo reclama para acabar con Gilgamesh y Enkidu es la diosa Ishtar
(también conocida como Inanna), airada por el rechazo de Gilgamesh,
inmune a sus encantos porque tiene bien presente el final fatídico de
todos los amantes de Ishtar: Dumuzi condenado a vivir en el infierno la
mitad del año, un pastor convertido en lobo o el jardinero Isul·lanu,
aquel al que se ofrecía con palabras tan sutiles como " Isul·lanu mío, déjame probar tu vigor, asoma tu mango y frega'm higo ", y que acabó convertido en un enano del jardín. Cuando Ishtar lleva el Brau Celeste, lo primero que hace este toro es "cuando llegó al país de Uruk secó el bosque, las marismas y los cañaverales. Bajó hacia el río, y el río había disminuido septiembre codos ".
Al
Simiot, como todo ser calificado de maligno, se le acaban colgando
todos los males: sequías como el Toro Celeste o tempestades como las
brujas o crímenes contra niños. Desafortunadamente,
no hay que ir mil años atrás para encontrar casos de secuestro y
asesinato de niños perpetuados en el bosque. Tenemos un ejemplo en la real y siniestra historia de Cinto Bruguera . Si
actualmente todavía hay gente a la que da miedo adentrarse por bosques
frondosos, qué temores debía despertar en épocas en las que era cae de
peligrosas bestias salvajes, criminales sin escrúpulos o seres
sobrenaturales?
La creencia en razas primitivas y salvajes ocultas en la espesura ha sido bien arraigada a lo largo del tiempo. Nuestros antepasados veían el oso pardo, más que como una bestia, como un humano peludo y primitivo, Y así es como ven los malasios al orangután, palabra que en su lengua significa "hombre de los bosques". "Hombre
de los bosques" o "simio" también es el significado de "bosquimano",
palabra con el que los colonizadores boers designaban aquella etnia de
indígenas que había sido la mayoritaria en el sur del continente
africano y que hasta el siglo XX se mantuvieron fieles a su estilo de
vida paleolítico, viviendo de la caza practicada con lanza y con arco y
la recolección de vegetales silvestres. Hace pocos siglos era muy viva la discusión sobre la naturaleza de las personas de raza negra o de los indígenas americanos. Tenían o no tenían alma? Eran o no de la misma categoría que el hombre blanco?
Tenemos leyendas cristianas que rezuman la débil separación entre hombre civilizado y hombre salvaje. Fray
Garí, el ermitaño del Montserrat que se transformó en un ser peludo que
caminaba a cuatro patas como penitencia divina, o san Onofre, ermitaño e
hijo de rey, que hacía una vida tan austera que se acercaba más a la de
un bicho de bosque que a la de un hombre: se alimentaba de raíces y
plantas silvestres y su propio pelo le hacía de abrigo porque rechazaba
el uso de ropa.
En
la plaga de Simiot de Arles se añade un segundo factor: es creencia
popular todavía viva en montaña que cuando unos nuevos inquilinos van a
vivir a una antigua masía habrá un período de adaptación en el que los
espíritus del lugar o de 'anteriores inquilinos ocasionarán multitud de
problemas a los recién llegados, sea para ponerlos a prueba o sea por
echarlos de "su" territorio. Por
ello, antiguamente, se hacían rituales cuando se llegaba a un lugar
nuevo y también cuando se quería ocupar un pedazo de tierra para
construir allí la vivienda. De esta manera buscaban la conformidad de los espíritus y ahorrarse contratiempos.
La fundación de la villa de Arles se hace al amparo de un monasterio en un territorio recientemente cristianizado. Es
muy esclarecedor que en la fachada de la iglesia de Arles haya la
escultura de dos Simiot -y que también estén presentes en el escudo del
pueblo- recordando que eran ellos los anteriores dueños de ese país,
expulsados gracias al progreso que para la humanidad representa la
llegada de la nueva religión. Las
reliquias de san Nin y santo Non son el amuleto mágico que necesitaban
para librarse del flagelo, porque la nueva civilización sería imposible
sin limpiar de la rémora del paganismo.
Simiot pintado dentro de la iglesia de Arles |