Las
abejas o las hormigas son un ejemplo de especies organizadas en
estructuras sociales complejas, pero en el ámbito de los vertebrados los
únicos que también lo hacemos somos los humanos. ¿Qué
hizo que un buen día dejáramos atrás nuestra condición salvaje y
fuéramos capaces de cultivar la tierra, crear la escritura o construir
ciudades?
Los
que nos hemos criado en la tradición cristiana conocemos la historia de
Adán y Eva, habitantes del Paraíso donde nada les estorbaba de una
existencia apacible y sin dolores de cabeza y con una única limitación:
no comer ninguna manzana del Árbol del Bien y del Mal. La
transgresión de esta prohibición por parte de Eva, incitada por el
diablo bajo apariencia de serpiente, marca el fin de la felicidad y el
inicio de la desventura. Desde
la antigüedad, el significado más universal de la Serpiente ha sido el
de la Sabiduría y las consecuencias del entendimiento entre la primera
mujer y la serpiente nos harían concluir que el Conocimiento es la
fuente de todos los problemas que padecemos los humanos .
Thot |
Al
contrario, en otras mitologías el Conocimiento es la base del progreso
de la humanidad y partes encontramos divinidades que nos transmitieron
la sabiduría. En la
primera civilización, Enki enseñó a los sumerios los secretos de la
agricultura, la escritura, la arquitectura y la geometría o la
legislación; Thot difundió la escritura entre los egipcios e inventó el calendario de 365 días; Prometeo robó el fuego a Zeus para ofrecerlo a los griegos y Atenea les enseñó el arte de navegar y de tejer.
Nuestro
Puigmal, gigantes convertido en cima del Pirineo, pertenece a esta
categoría de dioses transmisores de la sabiduría a los humanos. Por
los pelos nos ha llegado su leyenda, gracias a Joan Amades, que la
recogió en el valle de Ribes de los últimos viejos que la recordaban.
La leyenda de Puigmal
La
gente, dedicada esencialmente a la caza, base de su alimentación,
campaban por valles y llanuras, donde cada vez había menos para cazar. Debido
a esta escasez, un cazador que perseguía un gamo ignoró los límites y
trekking montañas arriba detrás de la presa, hasta que repentinamente
topó con el gigantes protegiendo el gamo.
Del póster "Seres mitológicos los PPCC". Ilustración de Jordi Coll. |
Puigmal le recordó que él no iba nunca a la tierra baja, la tierra de los hombres, y le pidió que profanaba sus dominios. El cazador le respondió que la desesperación del hambre la había llevado allí. Entonces,
compadeciéndose de ella, Puigmal acarició el gamo y la ordeña,
recogiendo la leche con sus grandes manos y, restregándose contra su
traje de nieve, la convirtió en un delicioso queso que entregó al
hombre. Instruyéndolo en
el arte de formatjar, le recomendó que en adelante se alimentara de
leche y queso y así no debería matar a los animales que le ofrecían
generosamente ese líquido precioso.
Puigmal (figura Jordi Rangil ) |
Así lo hizo. Durante
muchos años, lanzas y flechas quedaron arrinconadas y las correderas
persiguiendo presas se convirtieron en un recuerdo de tiempos pasados. Las
bestias también olvidaron aquellas épocas de persecuciones y,
desapareciendo a la antigua miedo a los hombres, pescado cerca de sus
hogares sin pesar.
Y todo esto fue así hasta un mal día que, saliendo de su casa, el cazador tropezó con un grupo de ciervos. De
repente, la cabeza se le llenó de aquella ancestral empeño rapaz y,
empuñando las armas, se entregó al desenfreno de la sangre contra
aquellas bestias confiadas.
De
nuevo, el miedo alejó los animales de los hombres y, privado de la
leche que durante tantos años había alimentado toda la familia, la caza
volvía a ser el único recurso para calmar el hambre. El
ciclo se repetía, al cazador le había que ir cada vez más lejos para
encontrar presas hasta que no le quedó más remedio que adentrarse en la
tierra alta, la tierra de los dioses. Puigmal le salió al paso y esta vez no hubo compasión: la recogió con sus manazas y la estampa contra el fondo de un barranco.
La fuerza de los símbolos
Mucho
antes del invento de la escritura los humanos ya utilizábamos el
lenguaje universal de los símbolos, un lenguaje que brota de nuestro
subconsciente y nos manifiesta en los sueños cada noche. A
menudo, los cuentos y leyendas esconden profundos significados y
recuerdos remotos de hechos trascendentes en la historia de la
humanidad.
Si
nos quedáramos en la lectura superflua de la leyenda no iríamos más
allá de un cuento infantil, pero esta historia ripollesa es el único
vestigio que nos ha llegado de un antiquísimo relato cargado de símbolos
donde se explica el paso de la vida nómada y cazadora del tiempo
paleolítico de las glaciaciones en la implantación de la ganadería en el
mundo más cálido del neolítico.
La capa de nieve de Puigmal
Puigmal al Calendario 2016 de mitología catalana. Ilustración de Anna Ribot-URBITA |
El clima de la Tierra es una sucesión de períodos glaciares e inter-glaciales -como la actual. La última glaciación que afectó Europa duró 60.000 años y terminó apenas hace 10.000. Los
hombres de las cavernas, que habían pintado en Altamira, Las huelga o
Rofinhac el objetivo codiciado de sus cacerías -portentosos bisontes,
uros, caballos, ciervos o mamuts- vieron como el deshielo descubría
nuevas extensiones de pastos que, en pocas centurias , eran bosques
espesos. El cambio de paisaje comportó el cambio de la fauna. Algunas
especies emigraron persiguiendo el frío que se alejaba hacia el norte y
otros, como los mamuts, incapaces de adaptarse a los cambios, se
extinguieron. No
tardó en surgir en Oriente Próximo la agricultura y la ganadería, la
revolución neolítica que forzó las comunidades humanas nómadas a
convertirse en sedentarias.
De cazadores a ganaderos
En cada detalle, el relato de Puigmal esconde la remota memoria de todos estos cambios. La capa de nieve que lo cubre nos remite a las nieves perennes de la Edad del Hielo. La cacería es el único recurso de aquel cazador y el nutriente con proteínas del hombre paleolítico. La
necesidad que tiene que ir a cazar cada vez más lejos es la misma que
tenían aquellas comunidades, forzadas a diversificar sus hábitats para
no extinguir la fauna.
Puigmal
libra el hombre de la sujeción absoluta a la caza, en una alusión al
inicio de la ganadería, que facilitaba el abastecimiento de carne, pero
también de leche y derivados. Los
animales que pierden el miedo a los hombres nos remiten a la
domesticación de algunas especies, como corderos, vacas, caballos o
cerdos.
De Puigmal a San Gil
No perdamos de vista que la montaña del Puigmal cierra por poniente el valle de Núria, una región esencialmente ganadera a lo largo de los siglos. San Gil es el patrón y lo es también de los pastores, y en su supuesta estancia en aquellos parajes la vinculación con ellos fue intensa, así como la protección que ejercía en los rebaños ante la amenaza de los lobos, tal como Puigmal protegía los herbívoros de la de los cazadores.
Una lectura atenta de los Gozos de San Gil nos descubre la cristianización de Puigmal en este santo. Se cuenta que Gil llevaba una vida muy austera, nutriéndose de hierbas y de la leche de una cierva. Un día compareció por aquellos andurriales el rey, que yendo de cacería persiguió la cierva. Ella corrió a buscar la protección de Gil, con quien topó el rey, que con gran sorpresa admiró su santa vida y, impresionado, haga fundó un monasterio para que fuera dirigido por San Gil. Si la acción civilizadora de Puigmal es impulsar el paso del hombre cazador al hombre ganadero, la de Gil y el rey es crear un monasterio, crisol del progreso que quiere representar la cultura y la fe cristiana, el paso de la hombre pagano al hombre cristiano.
El Mal Cazador
La
leyenda de Puigmal tiene dos partes bien diferenciadas: la primera nos
narra la transmisión de un conocimiento divino para el disfrute de los
humanos; la segunda evoca
las diversas leyendas que encontramos por el país en referencia a la
figura del Mal Cazador, aquel que no mata por necesidad sino por vicio. En
esta parte del relato Puigmal, además de defensor de la naturaleza,
toma la forma de dios justiciero, como la toma a menudo Cristo cuando
condena el Mal Cazador a vagar eternamente persiguiendo presas que nunca
alcanza.
Puigmal y el valle de Núria |
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