La
religión era algo esencial para el pueblo etrusco. La religión etrusca
era muy diferente de las de los pueblos que la rodeaban, griego y
latino, ya que se trata de una religión revelada por un fabuloso
personaje, Tages, que había surgido un día del surco abierto por un labrador de la ciudad de Tarquinia en la tierra que araba.
Tenía apariencia de niño, pero la sabiduría de un anciano, y habría
enseñado al pueblo que acudió a escucharle los principios de la
disciplina etrusca, que pusieron por escrito, según el relato conservado
por Cicerón. Se dice que los griegos asimilaron al pequeño con el dios Hermes Ctonio. En Éfeso, Tages es llamado Gení filius nepos Jovis y enseña disciplina etrusca a los doce pueblos de Etruria.
Otros autores antiguos atribuyen parte de esta revelación a la ninfa Begoe o Vegoia quien habría enseñada los preceptos relativos a la interpretación de los rayos y se conservaron los libri vegoici,
a partir de Augusto, en el templo de Apolo Palatino, junto a
recopilaciones atribuidas a adivinos latinos, tales como a los hermanos
Macio y a los Libros Sibilinos. De acuerdo con los gromatici,
agrimensores romanos, las reglas de su especialidad habrían sido
dictadas asimismo por la ninfa a un toscano llamado Aruns Veltimnus.
A diferencia de las religiones griega o romana, donde el protagonista
era siempre el hombre, la religión etrusca se caracteriza por una
anulación de la personalidad humana que las otras no tenían y que los
romanos resolvían con una relación sobre todo jurídica.
Las fuentes
para el conocimiento de la religión etrusca son de dos clases: Fuentes
Directas, como la venda de la momia de Zagreb, la teja de Capua, algunos
objetos escritos, como el hígado de Piacenza y monumentos figurados,
como restos de templos o tumbas, pinturas, esculturas o espejos
decorados.
Las fuentes indirectas son las noticias conservadas en las
obras de los escritores antiguos griegos y latinos de época imperial y
postclásica. Entre ellos destacan las Tablas Iguvinas llamadas así
porque se descubrieron en el año 1444 en Gubbio, la antigua Iguvium,
bajo las ruinas de un templo de Júpiter. Eran siete, y están grabadas
en bronce, cinco en caracteres etruscos y dos en caracteres latinos. El
texto epigráfico parece datar del siglo IV a.C., una época en la que
Iguvium era aún independiente, por lo que no puede pensarse que el
ritual tenga influencias romanas. Contiene prescripciones relativas a la
lustración oficial del territorio y, en particular, de la colina
Fisienna, que era el observatorio augural de la ciudad. Esta lustración,
que corresponde a la amburbium y los ambarvalia de Roma, comportaba una
serie de procesiones y sacrificios sucesivos, ofrecidos en diferentes
puntos de territorio. La ceremonia era dirigida, en nombre del Estado,
por el presidente o el procurador (arsfertur) de una comunidad religiosa de doce hermanos Attidios, análoga a la de los hermanos Arvales romanos.
Las
instrucciones del ritual se dirigen al augur asistente, que debe guiar
al procurador en todos los detalles de esta complicada operación. Como
los auspicios eran signos imperativos, es decir, obtenidos por petición, hay que estipular de antemano con los dioses cuáles son los signos esperados.
Comienza la ceremonia,
dice el ritual al augur, «por la observación de los pájaros, el cuervo y
la lechuza a la derecha, los pájaros carpinteros, macho y hembra, a la
izquierda» (Este persclo aveis aseriater enetu: parfa curnase dersva, peiqu peica merstu).
Las palabras que designan esta orientación no han podido ser traducidas
de forma satisfactoria. El ritural iguvino declara expresamente que si
al terminar la ceremonia se dan cuenta de que falta algún requisito, se
debe comenzar de nuevo.La disciplina etrusca: Los Libros Sagrados
La
ciencia religiosa etrusca o disciplina etrusca comprendía a la vez una
doctrina teórica y unos preceptos prácticos y se contenía en libros
sagrados divididos en tres series.
Libri rituales
Son
los más extensos y contienen bastantes más cosas de las que su título
da a entender, ya que trataban de las prescripciones relativas a la
fundación de ciudades, la consagración de altares y templos, la
inviolabilidad de los recintos, todo lo concerniente a la guerra y la
paz y la división de la existencia del pueblo en saeculam.
Los libri rituales debían comprender también los libri acheruntici, correspondientes a los libros de los muertos entre los egipcios y los ostentaria,
serie de estudios acerca de los difuntos prodigios susceptibles de
aparecer en la tierra y cuyo análisis preciso permite descubrir su
origen y sentido. La obra en conjunto formaba una doctrina muy compleja
que sólo sacerdotes instruidos y especializados podían interpretar y
poner en práctica. Esta era la ciencia de los arúspices, quienes
ocuparon en la historia de Etruria un lugar privilegiado, ya que parece
haber sido ejercida por la aristocracia, no sólo por los hombres sino
también por las mujeres, como Tanaquil, mujer de Tarquinio el Antiguo y
la legendaria Begoia o Ba-goia, transmitiéndose por tradición oral,
teniendo los padres el honor de formar a sus hijos. Aunque el arte
augural no se negaba a clases inferiores e incluso a extranjeros, como
el sabino Attus Navius, augur incomparable.
Libri fulgurales
Los
libri fulgurales trataban de la interpretación del trueno y los
relámpagos. Y cada dios tenía a su disposición distintos rayos. Había
once tipos de rayos y nueve dioses tenían el poder de lanzarlos. Así,
Júpiter-Tinia, sólo o con ayuda de sus consejeros, lanzaba tres clases
de rayos, benignos o más o menos devastadores. El primero lo mandaba a
modo de advertencia, el segundo era peligroso y lo arrojaba sólo
siguiendo el consejo de los doce dioses que eran sus consejeros y se
abstenía de lanzar el tercero mientras no hubiese consultado a las
divinidades consideradas como superiores. Otros ocho dioses arrojaban
los suyos. El bizantino Johannes Lydus nos ha transmitido un calendario brontoscópico
traducido del etrusco hacia fines de la República romana, que explicaba
la significación de todos los truenos para cada día del año. Y según
Plinio los toscanos habían dividido el cielo en dieciséis secciones, a
fin de observar el cielo, sobre la base de los puntos cardinales.
Posiblemente se identificaba al dios que era responsable de su envío
teniendo en cuenta el punto de partida del rayo y el punto terrestre que
alcanzaba. Esta ciencia de los relámpagos tiene al parecer un lejano
origen babilónico y recuerda los modelos en terracota que se conocen en
el Próximo Oriente.
Libri haruspicini
Los Libri haruspicini abarcaban la experiencia adquirida por los etruscos en la observación de las entrañas de las víctimas.
Este arte adivinatorio estaba tan reconocido que el Senado romano
apelaba a ellos cuando se tenía noticas de prodigios difíciles de
interpretar.
El examen del hígado de las víctimas (o hepotoscopia)
está representado en los espejos etruscos. Y se conoce un modelo de
hígado de carnero de bronce, que tiene su parte convexa dividida en 44
secciones o casillas, cada una con el nombre de uno o dos dioses.
Orientado según los puntos cardinales, es una imagen del cielo etrusco,
con la indicación del lugar que en él ocupa cada divinidad. Se trata de
un objeto tardío, ya que al parecer es del siglo III a.C. Una raya
divide la parte convexa en dos lóbulos, uno de los cuales ostenta la
inscripción usils, el sol, el otro lleva el nombre tivr, la luna.
Los dioses etruscos
El
principal lugar en el Panteón etrusco lo ocupaba Tinia, que era el
omnipotente amo del rayo, cuyo nombre aparece cuatro veces en el hígado
de Piacenza. Se equipara con el Zeus griego y al Júpiter romano, aunque
sin confundirse jamás con ninguno de los dos.
Junto con Uni-Juno y
Mnerva-Minerva formaba la Triada capital del Panteón etrusco,
introducida en Roma por los reyes etruscos, dedicándose el templo
tripartito de Júpiter Capitalino en el año 509 a.C., estando decorado
posiblemente por el célebre artista Vulca, de Veyes y su escuela.
Se
ha supuesto la existencia en Etruria de una triada infernal o ctónica,
correspondiente a la triada celeste. La hipótesis se apoya sobre la
existencia en Marzabotto, cerca de Bolonia, de dos santuarios
tripartitos de los cuales uno, próximo a un mundus, pozo que comunica el mundo terrestre con el mundo inferior, se habría dedicado quizás a una triada de esta índole.
Una divinidad muy importante en el panteón etrusco fue Vertumnus,
dios originario de Volsinia, acogido más tarde por Roma, según la
narración de Propercio, que vio su estatua y que le dirigió las
siguientes palabras:
«Toscano de cepa toscana, no me pasa haber abandonado, en el curso de las guerras, mi hogar de Volsinios» .
Fufluns
equivale al Dioniso griego, al Liber latino y su figura fue muy popular
en Etruria, a juzgar por la cantidad de obras artísticas en las que se
le figura.
Otros dioses etruscos fueron Sethlan, dios del fuego, adorado en Perusa, Voltumna, en cuyo santuario se reunía la confederación de ciudades etruscas, Turms
es el homólogo del Hermes griego y el Mercurio romano, con
características de dios ctonio y guía de las almas hacía el más allá,
además de dios del comercio, que fue adorado en Arezzo y cuyo nombre
como Mirqurios aparece en un espejo etrusco de época tardía.
El dios etrusco Maris es el Marte romano, el Ares griego, cuya leyenda se difundió por Etruria, convirtiéndose en el amante de Turan-Venus, cuyo nombre se ha relacionado con una raíz prehelénica de la cual vendría el nombre de tyrannos.
Ella es la señora, la regidora, cuya figura evoca la de la Afrodita
griega. También se representa en los espejos etruscos la pareja de Apolo
y Artemis, que aparecen con los nombres Aplu, Apulu, Aplum y Artemes, Aritimi, Artumi;
Herclé era el Hércules etrusco, que tuvo gran importancia, Velchans
homólogo de Hefasto y de Vulcano, Satre-Saturno, eran dioses de
características similares, pero aún más sangriento el etrusco que el
romano, ya que exigía sacrificios sangrientos.
Pero junto a estos
dioses principales destaca en la mitología etrusca la proliferación se
semi-dioses y potencias demoníacas, genios y espíritus de ultratumba a
los que se conoce por las continuas representaciones en las tumbas y
sarcófagos, que desvelan la concepción etrusca sobre el Más Allá.
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