El
mundo subterráneo (metnal en yucateco, olontic en tzotzil o xibalbá en
quiché) era residencia de varias deidades vinculadas con la muerte, la
fecundidad y la germinación. El dios principal de este reino posee
nombres que señalan su naturaleza cadavérica: Ah Puch (El Descarnado), Kisin (El Flatulento), Yum Kimil (Señor de la Muerte)
o Kimi (Muerte). También puede poseer nombres calendáricos: Hun Ajaw
(Uno Señor), Hun Came (Uno Muerte) y Vucub Came (Siete Muerte).
Se
le representó con la imagen de un cuerpo humano esquelético, o bien
mostrando signos de putrefacción como vientre hinchado, emanación de
aromas fétidos por la nariz o por el ano, puntos o partes oscurecidas
que indican la descomposición de las carnes, collares o pulseras
formados por cascabeles en forma de ojos con las cuencas vacías y un
tatuaje parecido a nuestro signo de porcentaje (%) en el rostro o en el
cuerpo.
Se trata de un
ser andrógino que al igual que los humanos realiza actividades rituales y
cotidianas propias de ambos sexos, por lo que se le observa
en actos como fumar tabaco, presenciar sacrificios, quebrar un árbol o
una cuerda, danzar frenéticamente en el inframundo, copular con la diosa
lunar o confeccionar textiles en un telar de cintura.
En
la escritura jeroglífica, un cráneo descarnado representa el número 10
(lahun), y uno de los 20 días del calendario ritual era kimi o kame
(muerte). Además, un mascarón descarnado, como manifestación de
Itzamnaaj, era el portal del inframundo.
Ah Puch , Dios de la Muerte
Tiene
por cabeza una calavera, muestra las costillas desnudas y proyecciones
de la columna vertebral; si su cuerpo está cubierto de carne, ésta se ve
hinchada y cubierta de círculos negros que sugieren la descomposición.
Accesorios imprescindibles del vestido del dios de la muerte son sus
ornamentos en forma de cascabeles. Estos aparecen algunas veces atados a
sus cabellos o a fajas que le ciñen los antebrazos y piernas, pero más a
menudo están prendidos de un collar en forma de golilla. Estos
cascabeles de todos tamaños, hechos de cobre y a veces de oro, se
encontraron en considerables cantidades durante el dragado del Pozo de
los sacrificios de Chichén Itzá, se supone que en el lugar donde habían
sido arrojados con las víctimas inmoladas. Ah Puch, la antítesis de
Itzamná, tiene como él dos jeroglíficos de su nombre, y es, después de
éste, la única deidad que se distingue de esta manera. El primero
representa la cabeza de un cadáver con los ojos cerrados por la muerte,
el segundo la cabeza del dios mismo, con la nariz truncada, mandíbulas
descarnadas y como prefijo un cuchillo de pedernal para los sacrificios.
Un signo que se encuentra asociado frecuentemente al dios de la muerte
es algo parecido a nuestro signo de tanto por ciento %. El dios de la
muerte era la deidad patrona del día Cimí, que significa "muerte" en
maya. En el caso de Ah Puch, estamos frente a una deidad de primera
clase, como lo prueba la frecuencia de sus representaciones en los
códices. Como jefe de los demonios, Hunhau reinaba sobre el más bajo de
los nueve mundos subterráneos de los mayas, y todavía hoy creen los
mayas modernos que bajo la figura de Yum Kimil, el Señor de la Muerte, merodea en torno a las habitaciones de los enfermos en acecho de su presa.
Ah
Puch es una deidad malévola. Su figura está asociada frecuentemente con
el dios de la guerra y de los sacrificios humanos, y sus constantes
compañeros son el perro, el ave Moán y la lechuza, considerados como
criaturas de mal agüero y de muerte.
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