Pertenecen a la familia de los espíritus familiares o Lares. Éstos apartan todo obstáculo de sus protegidos y les facilitan el logro de sus deseos.
Este tipo de duende, se incluye dentro de la jerga popular y "tener Pauto", significa creer que una persona tiene influencia o ayuda de un ser diabólico o misterioso.
Son invisibles, aunque se pueden encarnar de diferentes maneras, sobre todo en forma de animales
Los 'Pautos" parecen guardar relación con los espíritus familiares o Lares clásicos, ya que protegen a aquellas personas a las que prestan su apoyo y protección y les ayudan a conseguir todos sus propósitos. Una de las principales características de los pautos es que son invisibles, como tantos y tantos seres mitológicos, aunque pueden encarnarse, en determinadas condiciones y circunstancias, en diversas formas animales y/o, raramente, humanas.
Ramón Sordo dice que los "pautos" tienen un origen claramente cristiano y ha sido un mito que ha tenido un gran cultivo en la literatura. El pauto o pacto con el demonio obliga a permanecer toda la vida a su servicio, habiendo recogido testimonios claros en los concejos de Grado, Quirós, Lena, Mieres, etc. En otros concejos, más orientales, como Nava, Caso, etc., se dice que tienen pauto a aquellos que se ven favorecidos habitualmente de la buena suerte. Esta misma acepción la hemos podido hallar en Puerto de Vega (Navia), donde sólo hemos hallado el testimonio de gentes casi centenarias que aún recordaban haber oído hablar de "xente que tenía pauto con el demonio", asimilable a tener mucha suerte.
En casi todos los concejos mencionados y, con carácter general en toda Asturias, el dicho "Paréz que tén el pauto" se aplica de manera indiscriminada a los niños traviesos, junto a otros dichos similares "Paréz que yéntróu -o 'que tén- el demonio nel cuerpo"; "Yá más malo qu'el pecaú" o "Yá más malo qu'el demonio" (en el occidente) o, como recogió R. Sordo en Piloña, Ponga, etc, "Tén el pautu rnetíu nel pelleyu" El mismo autor, quizás el que más pormenorizadamente ha estudiado este mito, ve el mismo trasunto mítico en Cantabria, donde dicen "tener parte" o "tener pauta" con el diablo cuando la gente tiene un comportamiento malo o, en otros casos, cuando la suerte les resulta muy proclive, atribuyéndose siempre a la actuación del maligno ente de las tinieblas. Y es que, como refiere Ramón Baragaño, el Pauto actúa como esa inestimable ayuda externa que facilita hacer con rapidez y precisión algunas cosas o actuaciones de difícil realización.
En algunas partes, el Pauto se personifica en unos personajillos diminutos, que caben en una cajita. Así, el "mamur", que en Andalucía es como un escarabajo negro al que llaman "carmeno"; en Cataluña se le conoce como el "maneiro" y sale de una semilla de la mareinorera, planta que florece en las cuevas y se recoge la noche de San Juan; al germinar sus semillas nacen ellos y se ponen al servicio incondicional de sus dueños; en Cantabria es el "mengue", que viste y es muy similar al trasgu, ya que es revoltoso y cambia las cosas de sitio y las gentes los inmovilizan metiéndoles miedo, so pretexto de encerrarlos en un cuerno vacío de toro; aunque son invisibles, la víspera de San Juan se captura la docena poniéndoles un alfiletero en un zarzal. En Asturias, lo más similar a ellos son los "diabrecos" de Boal, especie de llimacos que favorecen a sus dueños y enemistan a las gentes al propagar chismes interesados.
Otra peculiar manifestación de los diablos, que no hemos recogido en el capítulo dedicado al "Diañu", es el conocido como el "Demonío l´Airón", que A. Álvarez Peña considera la personificación del viento desatado, ya que arranca tejas de las casas, derriba árboles, etc., aunque en algún caso, como si se tratara del trasno, rectifica el mal, como el mismo autor documentó en los pueblos de Cangas del Narcea. En Puerto de Vega (Navia) hemos recogido la leyenda del 'Diablo´l Ríu", un demonio que "esbatuxaba" en las aguas del río, cerca del lavadero de Soirana y las levantaba en el aire con un ruido ensordecedor. Y es que, como decimos en nuestro occidente, cuando hay un viento muy fuerte: "Hay un ventón del demomo", "Hay un airón que lleva" (o "que tumba"); "El demontre que te lleve" (o "Malos demonios te lleven"), etc. Es decir, el viento desatado lo crea el demonio, luego lo trae adonde quiere hacer el daño y con su dominio sobre tal fuerza desatada puede empujar a la gente, derribarla, llevarla, etc. En el oriente asturiano, Ramón Sordo Sotres halló una sola mención, en Riosa, perfectamente asimilable a lo ya escrito en estas líneas.
Y es que la Iglesia atribuyó al demonio todos aquellos fenómenos naturales inexplicables que habían generado tantos y tantos cultos anímicos en la antigüedad, especialmente tras la misión antipagana de San Martín Dumiense en el siglo VI, confirmada y continuada en el XVIII con idéntico celo por Fray Benito Feijoo.
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