Sileno, el mas famoso de su gente que haya existido jamas, fue tutor de Dionisos. Estaba viejo ya
cuando se le ocurrio probar el vino, ese fantastico don del dios.
Tambaleandose del licor de la uva y de la ancianidad, lo encontraron algunos campesinos frigios, quienes lo encadenaron con guirnaldas de flores y lo llevaron donde su rey, Midas, quien algo conocia de los misterios de Dionisos.
El Rey reconocio a Sileno, y lo agasajo con una gran fiesta que duro diez dias y diez noches. Al final lo llevo cortesmente de vuelta a Lydia, donde estaba Dionisos. El dios estaba preocupadisimo por su viejo tutor y fue tanto su agradecimiento que dijo al Rey: "Pideme lo que quieras, un don de esos que solo un dios puede otorgar".
Midas penso un rato y luego pidio, echandose para atras de pura satisfaccion: "Te pido, ¡Oh, Dionisos!, que que todo, pero todo lo que yo toque se convierta en oro".
Dionisos se entristecio, pues nunca habia escuchado un pedido mas tonto, pero como ya lo habia prometido, se lo concedio.
Volvio caminando Midas, con su sequito, feliz de su pesimo regalo, y por el camino lo fue probando. Toco una ramita y se le convirtio en oro; luego hizo lo mismo con una piedra, igual cosa.
Toco un terron y fue polvo de oro; una espiga y una manzana, que parecia sacada del jardin de las Hesperides.
Finalmente llego a su palacio y al tocar el dintel de su puerta, se hizo este brillante.
Se dispuso a lavarse las manos, y el agua era lluvia dorada, como la que engaño a Danae.
Empezo a soñar con un mundo de oro y sus esperanzas volaron mas alla de lo imaginable.
cuando se le ocurrio probar el vino, ese fantastico don del dios.
Tambaleandose del licor de la uva y de la ancianidad, lo encontraron algunos campesinos frigios, quienes lo encadenaron con guirnaldas de flores y lo llevaron donde su rey, Midas, quien algo conocia de los misterios de Dionisos.
El Rey reconocio a Sileno, y lo agasajo con una gran fiesta que duro diez dias y diez noches. Al final lo llevo cortesmente de vuelta a Lydia, donde estaba Dionisos. El dios estaba preocupadisimo por su viejo tutor y fue tanto su agradecimiento que dijo al Rey: "Pideme lo que quieras, un don de esos que solo un dios puede otorgar".
Midas penso un rato y luego pidio, echandose para atras de pura satisfaccion: "Te pido, ¡Oh, Dionisos!, que que todo, pero todo lo que yo toque se convierta en oro".
Dionisos se entristecio, pues nunca habia escuchado un pedido mas tonto, pero como ya lo habia prometido, se lo concedio.
Volvio caminando Midas, con su sequito, feliz de su pesimo regalo, y por el camino lo fue probando. Toco una ramita y se le convirtio en oro; luego hizo lo mismo con una piedra, igual cosa.
Toco un terron y fue polvo de oro; una espiga y una manzana, que parecia sacada del jardin de las Hesperides.
Finalmente llego a su palacio y al tocar el dintel de su puerta, se hizo este brillante.
Se dispuso a lavarse las manos, y el agua era lluvia dorada, como la que engaño a Danae.
Empezo a soñar con un mundo de oro y sus esperanzas volaron mas alla de lo imaginable.
Asi exultaba de alegria en su buena fortuna. Los sirvientes le trajeron sabrosas carnes y aromaticos panes recien horneados, porque tenia hambre. Pero apenas probo un bocado de pan, se le hizo duro y metalico: era del mas puro oro.
El vino de su copa se convirtio en oro fundido y entonces Midas fue entendiendo su propia locura.
Desgraciado en medio de sus grandes riquesas y abismado ante el extraño desastre, empezo a odiar lo que tanto habia deseado. Finalmente levanto los brazos en oracion y pidio a Dionisos que lo librara.
Una sed horrible lo consumia y el hambre le mordia las entrañas. Dionisos, de naturaleza amable, lo escucho y le dijo que debia levantarse e ir a lavarse en la fuente de un rio en Lydia que pasa por la region de Sardis.
Midas obedecio y cuando hubo llegado se metio entero al rio traspasando a sus aguas el extraño don. Entonces Midas se hizo ferviente devoto de Pan, un agricultor pacifico, amante de la naturaleza y de los bosques, gozador de sencillos bienes que dan vida.
El rio Sardis es el famoso rio de Lydia, en cuyas arenas el oro aparece como granitos dorados y en cuya ribera se encuentra oro en vez de piedras.
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