El árbol representa una manifestación muy especial de las fuerzas y
del poder divino. Fue venerado en todas las culturas y en todos los
tiempos, y desde siempre estuvo íntimamente relacionado con el destino
de los hombres.
Introducción al simbolismo de los árboles
El Árbol Santo Garoé en la isla de El Hierro.
En sus primeros tiempos históricos, Europa estuvo cubierta de selvas
enormes, en las cuales aparecieron las primeras llanuras como islas en
un mar verde. La vida del hombre en aquellos tiempos estuvo íntimamente
ligada con la selva y con los árboles. El árbol alimentaba la llama, y
la madera y el carbón vegetal fueron hasta hace poco tiempo los únicos
combustibles. Por ello se dice que los árboles proporcionaban luz al
hombre, al igual que madera como materia prima, fácil de trabajar y útil
para muchos fines. Las abejas que habitan en los árboles le permitían
obtener miel y cera, además de la recolección de frutos y bayas de los
árboles, e incluso hayucos que se transformaban en harina y pan. El
hombre aprendió pronto a resinar los árboles y a convertir la resina en
brea, alquitrán, perfumes y aromas e incienso. Nuestros antepasados
vivieron mucho tiempo con el árbol en una simbiosis intensiva. Por ello
agradecían su presencia y veían en él el origen del mundo.
Manfred Lurker divide el simbolismo de los árboles en tres sectores,
hacia los cuales está orientado este artículo. Lurker menciona el Árbol
Cósmico, el Árbol de la Vida y el Árbol del Conocimiento. Estos tres
aspectos del simbolismo del árbol se fusionan y, frecuentemente, en un
árbol sagrado se encuentran reunidos dos y a veces los tres aspectos.
El Árbol Cósmico
El Árbol Cósmico es, frecuentemente, un árbol invertido, un “árbor
inversa”. Representa la Creación como un movimiento descendente. Las
semillas espirituales del árbol se encuentran en el cielo, en el mundo
divino, y su corona se extiende sobre el mundo. Unifica los tres niveles
del cosmos en un “axis mundi”: Cielo (mundo de los dioses), Tierra
(mundo de los hombres) y mundo subterráneo (mundo de los muertos, de las
energías cetónicas).
El Árbol Cósmico se ubica en el centro del mundo, en el Omfalos. Es
el pilar central, la columna del centro, la cual apoya el mundo. El
árbol se ubica entonces en un lugar sagrado. Los lugares sagrados
antiguos forman un microcosmos: un paisaje de piedras, de aguas y
árboles. La piedra indica aquí la duración y representa la realidad por
excelencia, la indestructibilidad, lo estático. El árbol, con su renovar
periódico, representa el poder sagrado de lo viviente; el agua y la
fuente representan las fuerzas secretas del interior de la tierra, la
semilla, la purificación. Ese paisaje microcósmico se reduce a un único
elemento esencial: el árbol o pilar sagrado, que simboliza el cosmos.
El Árbol de la Vida
El árbol fue considerado como encarnación del principio vital, por
una parte porque a través de su ciclo de las estaciones del año
representa el retorno de la regeneración, y por otra parte, los
coníferos siempre verdes son una encarnación de los principios
inagotables y eternos de la vida. Por ello se ha mantenido hasta hoy en
día en algunos lugares el rito de plantar un árbol al nacimiento de un
niño, el cual le transmite su vitalidad. Además, el árbol aparece en
muchas mitologías como portador de inmortalidad, es la planta que puede
aportar la vida eterna, como el “Soma” de los Vedas o el “Haoma” del
Avesta, que a veces se ve representado como fuente o bebida divina. Los
frutos del Árbol de la Inmortalidad o la planta o hierba que puede
otorgarla son siempre difíciles de alcanzar. Suelen ser custodiados y
protegidos por monstruos, como por ejemplo el Árbol de las Hespérides, o
el Árbol de la Vida en el paraíso bíblico. Estos árboles se encuentran
al final del mundo, o en el cielo, como el melocotonero P´an mou de los
chinos, el cual ofrece los frutos de la inmortalidad, o en cualquier
otro lugar inaccesible, como la Hierba de la Vida que Gilgamesh tiene
que recoger del fondo del océano.
El simbolismo resulta claro: la inmortalidad es difícil de adquirir, y
se encuentra concentrada en un árbol o Pozo de la Vida, que se halla en
un lugar difícil de alcanzar. El árbol está custodiado por un monstruo,
y la victoria sobre ese monstruo tiene un significado iniciático: el
héroe tiene que abrirse camino, tras haber pedido consejo a los “seres
correctos”, y tiene que pasar por pruebas a través de las cuales tendrá
el derecho a la inmortalidad.
El árbol encama, pues, la vida eterna. De cualquier modo, es curioso
constatar que hay árboles que viven más de mil años, y parecen
prácticamente inmortales para los hombres.
El Árbol del Conocimiento
El Árbol de la Vida y el Árbol del Conocimiento se encuentran en
estrecha relación. Sabiduría y conocimiento son difíciles de alcanzar,
como la inmortalidad. Hay que realizar sacrificios inmensos y conseguir
grandes victorias. Hay que alcanzar ese contacto directo con el Árbol
del Mundo, el cual, a través de su función como axis mundi, posibilita
la ascensión al mundo espiritual y la visión mística. El árbol sirve
como canal hacia el conocimiento. Es el eje de la intuición, la fuente
de la inspiración.
La carta n.º 11 de los tarots representa un sacrificio en el árbol.
El Colgado simboliza al espíritu prisionero en la materia, el cual, a
través del crecimiento mágico de las palmas, se libera de aquello que
impide su desarrollo espiritual. Por ello pierde las monedas, es decir,
sacrifica lo material para alcanzar el verdadero conocimiento.
Después de haber ilustrado estos tres aspectos generales del
simbolismo del árbol, nos dedicaremos a algunos de los árboles sagrados
más importantes, examinándolos a través de dichos aspectos.
El simbolismo del árbol en las diferentes culturas
1. Los germanos: el Yggdrasil
Mircea Eliade describió el Yggdrasil como el Árbol Cósmico por
excelencia. Este árbol se encuentra en forma vertical y une los tres
mundos. Sus raíces se hunden hasta el corazón de la tierra, hasta el
Reino de los Gigantes, el mundo subterráneo de los dioses y el Reino de
los Muertos. De esas raíces nacen tres fuentes, de las cuales una es
Pozo de Juventud (Ura), otra regala sabiduría y conocimiento (Mimir) y
en la tercera tienen su origen todos los ríos del mundo (Hvergelmir).
Odín dejó en la segunda un ojo como sacrificio y allí regresa siempre
para refrescar su sabiduría. Su tronco es el mundo de los hombres
(Midgard), y su corona forma el cielo de los dioses (Asgard). Yggdrasil
es también descrito como el Fresno del Mundo y como un roble. Este árbol
ofrece vivienda a algunos animales: una cabra, un águila, un venado y
una ardilla. En sus raíces vive un dragón (Nidhög), el cual intenta
talarlo. Yggdrasil porta en sí los aspectos del Árbol Cósmico, del Árbol
de la Vida y del Árbol del Conocimiento: las fuentes regalan el Agua de
la Vida y la Sabiduría, y a través del sacrificio de Odín, el cual debe
permanecer colgado nueve días y nueve noches de las ramas del árbol, le
otorga el conocimiento superior.
2. India: hinduismo y budismo
a) El Ashvatha del Bhagavad Gita.
Ya en la tradición de la India en sus textos más antiguos (por
ejemplo, el Atharva Veda) aparece el cosmos en la forma de un gran
árbol. En los Upanishads, el universo aparece como un árbol invertido,
“arbor inversa”.
En el Bhagavad Gita (XV, 1.4) el Árbol Cósmico no solo representa el
universo, sino también la posición del hombre en el mundo. El original
dice:
“(Él tiene) Raíces dirigidas hacia arriba y sus ramas hacia abajo,
sus hojas son los himnos de los Vedas”. Así se habla del Ashvatha
imperecedero. Aquel que lo conoce, es un conocedor de los Vedas.
Sus ramas se abren hacia abajo y hacia arriba, alimentadas por las
Gunas; sus capullos son los objetos de los sentidos; y las raíces,
unidas con el Kahana, se extienden hacia abajo en el mundo de los
hombres.
En la tierra no puede percibirse ni su fin ni su inicio ni su
existencia. Si se ha talado este Asvatha fuertemente enraizado con la
espada de la “no-agresión”, entonces hay que buscar el lugar, del cual,
cuando se ha alcanzado, no se regresa jamás, (pensando): “yo me refugio
en Él, el Purusha primordial, del cual fluye el devenir eterno”.
El Ashvatha es un símbolo de Prakriti. El origen de la Creación es
Dios; por ello el árbol tiene sus raíces hacia arriba. Las ramas son los
estadios diferentes de la Creación y por ello se extienden hacia abajo.
Las hojas que cuelgan de las ramas son los himnos y las reglas de
sacrificio de los Vedas, a través de los cuales el árbol, o sea, la
Creación, se mantiene viva. El Ashvatha es imperecedero, porque Prakriti
también lo es. Las raíces están “unidas con el karma”, o sea, ellas
son, por una parte, el resultado del karma, y por otra, se dirigen a
través de su adhesión a lo terrenal (es decir, la satisfacción de los
sentidos) hacia nuevos lazos kármicos.
No podemos entender mucho el Ashvtha con nuestra mente humana; no
sabemos por qué estamos aquí, de dónde venimos ni hacia dónde vamos
(esto significa que no comprendemos “ni su fin, ni su inicio, ni su
existencia”).
b) El nacimiento de Buda debajo del Ashoka.
El Ashvatha no es sólo el Árbol del Conocimiento; juega un papel muy
importante en la vida del Buda. Según diferentes leyendas, toda la
historia de la vida del Buda está íntimamente relacionada con árboles,
debajo de los cuales se realizan siempre los acontecimientos de mayor
significado.
Al sentir Maya que la hora del nacimiento de su hijo había llegado,
se dirigió al jardín de Lumbini, porque tenía que dar a luz al futuro
Buda en un bosquecillo sagrado. Tranquila, con una mano apoyada en el
árbol Ashoka, trajo a su hijo al mundo.
c) La iluminación debajo del árbol Bodhi.
Ya desde su niñez Buda había sentido una gran vivencia de felicidad a
la sombra de un manzano. Acordándose de ello se sentó en la ribera del
río Nairanjana en un bosque sagrado. Después de haber rodeado el árbol
siete veces y de haberle ofrecido sacrificios, se sentó al lado de su
tronco con la decisión fija de no levantarse hasta recibir la
iluminación.
Se dispuso a meditar y entonces apareció Mara, el Rey de la Ilusión, e
intentó tentarlo. Buda soportó todas las tentaciones. También cuando
los monstruos terribles, los demonios y bestias le atacaban, permaneció
inmóvil. Buda llevó a cabo las tres vigilias, al término de las cuales
recibiría la iluminación.
Esta confrontación con los poderes del mal representa el descenso del
Buda al mundo subterráneo, a través del canal del árbol. Un episodio
muy extendido en los numerosos mitos heroicos es el motivo en el cual un
héroe, antes de alcanzar el conocimiento o la inmortalidad, tiene que
descender al mundo de las sombras (por ejemplo, Heracles). Según Carl
Gustav Jung, desde el punto de vista psicológico esto significa que el
héroe tiene que confrontarse con sus propias sombras, con sus adhesiones
instintivas y su naturaleza animal antes de finalizar las pruebas para
poder integrarlas a su conciencia.
Después de que Buda ha superado todas las tentaciones, se encuentra
maduro para ascender a través del canal del árbol a los niveles más
altos y encontrarse directamente en el mundo espiritual. En una visión
directa se la dará la iluminación.
d) La muerte debajo de los árboles de Sala.
Cuando el Buda sintió que sus fuerzas lo abandonaban y la muerte se
acercaba, se dirigió a un bosque sagrado de árboles de Sala a las
riberas del río Hiranyavati. En un bosque sagrado encarnó el Buda, y
también en un bosque sagrado debía abandonar su cuerpo. Ordenó a su
discípulo Ananda preparar un lecho a la sombra de dos árboles. Y debajo
de dos árboles gemelos, que daban sombra a su cabeza y a sus pies, el
Buda abandonó este mundo. En el momento en que alcanzó el Nirvana en
profunda meditación (al cual renunció), los árboles de Sala empezaron a
florecer, a pesar de no ser la estación indicada, y dejaron caer sus
flores sobre el cuerpo inanimado, donde se mezclaron con aquellas que
los dioses dejaron caer del cielo.
3. Mesopotamia: Kiskanu
Las tradiciones babilónicas nos hablan de un árbol en el centro del
mundo, el cual ya conocían los sumerios. “En Eridu ha crecido un Kiskanu
negro, creado en un lugar sagrado; su brillo es como los rayos de
lapislázuli, y se extiende hacia el Apsu. Este es el sitio donde Ea
deambulaba en el Eridu exuberante, su domicilio es un lugar de reposo
para Bau…”.
Kiskanu reúne todas las condiciones del Árbol Cósmico: se levanta en
el centro, en un lugar sagrado. Eridu era la ciudad sagrada del dios Ea.
El brillante azul profundo –como el lapislázuli– indica en todo caso su
función cósmica: él representa el espacio cósmico, la noche estrellada.
Además de eso, se expande hacia Apsu, el mundo subterráneo, el abismo
primordial. Esto significa que es un “arbor inversa”, un árbol
invertido, enraizado en el cielo y extendiendo sus ramas sobre la
tierra. Además, Kiskanu nos muestra su función como Árbol de la Vida,
porque es el domicilio de los dioses de la fecundidad y de la formación
(artes, agricultura, escritura, etc.) y el lugar de reposo de la madre
de Ea, la diosa Bau, que es una divinidad de la abundancia, de los
rebaños y de la agricultura.
En las representaciones del viejo Oriente, el Kiskanu es el prototipo
de los árboles sagrados babilónicos. Está acompañado siempre de los
diferentes símbolos, emblemas o animales heráldicos, lo que señala su
papel cosmológico exacto. En algunas representaciones las estrellas
también se encuentran agrupadas junto a él. Una imagen del Árbol
Primordial fue también hallada en Mohenjo-Daro, la capital de la
civilización del gran río Indus.
El Kiskanu es representado como una palmera de dátiles, de lo cual se
trasluce su papel directo como Árbol de la Vida: el dátil era el
alimento básico más importante.
4. Persia: Gaokarana y Haoma
En el Avesta es célebre el árbol Gaokarana, el que fue creado por
Ahura Mazda. Es el árbol de las diez mil medicinas, llamado Vispo (el
que todo lo cura). Se levanta en una isla del lago divino Vourakasha,
donde brotan también otras mil hierbas curativas. En sus ramas anida el
pájaro Saena.
Ese Gaokarana es el Haoma celestial, el que otorga la inmortalidad.
Ahriman creó un lagarto, que fue el contrapeso a la creación de
Gaokarana. La tarea del lagarto era la de hacer daño al árbol milagroso
de Gaokarana (puede compararse al dragón Nidhög, que roe las raíces del
Yggdrasil).
Su reflejo en la tierra es el Haoma terreno, que crece en las
montañas y que en los tiempos de los inicios fue plantado en el monte
Haraiti.
5. China: Kien-mou
Para los chinos el centro del universo o el lugar en donde debía
ubicarse la capital perfecta fue representado a través de Kien-mou (o
madera vertical). La madera era en China el 5.º elemento y tenía la
misma importancia que la tierra, el agua, el aire y el fuego.
Kien-mou es el árbol de la renovación, así como del inicio absoluto,
el inicio del mundo. Reúne las “Fuentes Novenas” (el reino de los
muertos) con los “Cielos Novenos”, y los subsuelos del mundo con sus
niveles más altos. En su tronco hueco ascienden y descienden los
soberanos, que son los soles de los hombres, los intermediarios entre el
cielo y la tierra.
A ambos lados del Kien-mou se levanta, al este, el árbol P´an mou; es
un melocotonero cuyos frutos otorgan la inmortalidad. El zumo de estos
melocotones es elaborado por la Reina Madre Wang. Sobre el árbol, en el
oeste, reposan los diez mil soles en la tarde.
En otras imágenes del mundo, el K´ong-sang, una morera hueca, recibe
el papel principal. Esta morera es hermafrodita y probablemente es más
antigua que la separación del yang y el yin, la dualidad. Por ello
simboliza el Tao mismo, el orden cósmico, el principio universal.
6. Egipto: el sicomoro
Desde los tiempos más antiguos, en Egipto los árboles son objeto de
veneración divina, tal vez también porque eran muy escasos. Al este del
cielo se encuentra el alto sicomoro, un Árbol Cósmico sobre el cual los
dioses están sentados. Al frente, al oeste, en la frontera del desierto,
vivía la “Señora del Sicomoro”, la diosa vaca Hathor, la que ha creado
el mundo y todo lo que allí hay. Lleno de compasión, el sicomoro hace
descender su follaje, saluda a los recién muertos y les da la bienvenida
con agua y pan. Con ello les alcanza el alimento y la bebida, con lo
que les asegura la vida después de la muerte. Sobre las ramas del
sicomoro se sientan las almas de los muertos en forma de pájaro. Gracias
a la ayuda del árbol sagrado las almas regresan al seno del mundo
divino, de los seres eternos, que simplemente habían abandonado por la
duración de una vida humana.
En las representaciones egipcias se encuentra frecuentemente el
motivo del Árbol de la Vida, del cual nacen brazos divinos que están
llenos de regalos y que riegan el Agua de la Vida de un recipiente.
7. Grecia
En el mundo prehelénico egeo la gran diosa madre Rhea, como
representante del matriarcado, se encuentra siempre en estrecha relación
con el culto del árbol. El árbol es la fuente abundante de la
fecundidad y, por ello, Rhea está representada junto a una planta
simbólica o debajo del Árbol de la Vida. La relación diosa-árbol es la
expresión de un simbolismo central. La gran diosa es la personificación
de la fuente inagotable de la Creación. El árbol expresa el espacio en
su regeneración eterna. El árbol es también, como hemos visto al inicio,
siempre un símbolo del centro del mundo, la axis mundi. Es el árbol de
la vida eterna o de la sabiduría. Con ello nos muestra el complejo gran
diosa-árbol que la vida, la fecundidad, el crecimiento y la inmortalidad
tienen su origen en la Vida Una, el principio universal vital. También
es un aspecto de la Gran Madre o de la mujer sabia.
En la mitología clásica se atribuye a cada dios un determinado árbol,
y al examinar estas atribuciones se constata que siempre están llenas
de sentido y que el árbol correspondiente se halla en estrecha relación
con la personalidad de cada dios. Aquí presta ayuda el estudio de la
dendrología (conocimiento de los árboles). Seguidamente, ofrecemos una
pequeña presentación de las correspondencias más importantes:
- Zeus-roble
- Poseidón-fresno
- Hades-mirto
- Hera-manzana, peral o sauce
- Atenea-olivo
- Apolo-laurel, palma, olivo, tamarindo
- Dionysos-vid, higuera, hiedra, pino
- Perséfone-álamo, sauce
El roble: en Epiro, en el nordeste de Grecia, se encontraba el
oráculo más antiguo de Grecia, el roble sagrado de Dodoma. El oráculo
era dirigido por tres sacerdotisas, las Peleidades o Peristeres
(significa “palomas”). Su tarea era la interpretación del sonido de las
hojas originado por el viento. Según Platón, las sacerdotisas realizaban
los oráculos en éxtasis. Los griegos otorgaban al lugar del oráculo en
Dodoma una gran antigüedad; decían que se remontaba a los tiempos de los
pelasgos. Supuestamente, predijo a Heracles el fin de sus doce trabajos
y, con ello, su muerte.
El culto de los robles y las mitologías acerca del roble estaba muy
expandido en toda Europa en los tiempos anteriores a Cristo. En tiempos
arcaicos se creía que el roble había dado nacimiento a los hombres: así,
los arcadios sostenían que ellos mismos habían sido robles antes de
llegar a ser hombres. Encontramos una tradición similar en los germanos;
según esta, los primeros hombres fueron formados de dos cepas de
árboles. La idea de que los hombres provienen de la madera pertenece a
la herencia cultural europea. Quizá tenga que ver con el hecho de que la
fricción de dos maderas puede generar fuego. De esta extraña manera
nació Agni, el dios hindú del fuego. Y el hombre porta en sí la chispa,
el fuego que Prometeo recogió del Olimpo en un tronco hueco…
El olivo: para los griegos no había fruto más utilizado que la
aceituna, por lo cual el olivo tenía una consideración especial. Este
proporcionaba productos importantes; las aceitunas y, ante todo, el
aceite, que no solamente se utilizaba en la cocina, sino también para el
alumbrado y para el cuidado del cuerpo. Era sagrado para Atenea, que
hizo crecer el primer olivo en la Acrópolis después de la disputa con
Poseidón por el Ática.
También para los hombres el olivo era un árbol sagrado. Le
consideraban como el regalo más valioso de Yahvé. De ellos se transmitió
la veneración del olivo a los árabes, y en el islam el olivo es el
Árbol del Mundo por excelencia, su centro y pilar de apoyo.
8. Roma
También en Italia existen numerosas tradiciones sobre robles
sagrados. Se supone que las siete colinas de Roma estaban cubiertas de
bosques de robles dedicados a Júpiter. El fuego sagrado de Roma,
mantenido por las vestales, se podía alimentar sólo con madera de roble.
Una corona de hojas de roble se utilizaba como signo de victoria, y
esta costumbre se ha mantenido hasta hoy en día en las asociaciones
deportivas tradicionales en muchos países. También el higo juega un
papel muy importante; sus mitologías son numerosas, como las de la
aceituna. En Roma se veneraba la higuera, que solía tener también una
función sagrada. Una higuera fue venerada de una forma especial en el
foro romano, ya que se suponía que fue ella la que alimentó a los
fundadores del Imperio. Estuvo dedicado a Marte, porque él procreó
juntamente con Rhea Silvia a los gemelos Rómulo y Remo.
Las Metamorfosis de Ovidio son una colección de numerosas
tradiciones. En los tiempos de Ovidio estas tradiciones eran conocidas
solo como fábulas, pero reflejan creencias muy antiguas. Seguramente,
estas narraciones se basaban en el conocimiento de los sabios de la
Antigüedad acerca de los Elementales, de genios habitantes en árboles y
plantas.
Ovidio explica en sus Metamorfosis la transformación de una ninfa en
un árbol o en un arbusto como única posibilidad de evadir una gran
amenaza. Las ninfas podían transformarse en cualquier tipo de árbol,
porque existía siempre una relación clara y definida entre ellas y su
padre (el que frecuentemente realizaba la transformación) y, por otro
lado, entre ellas y el tipo de plantas. Como ejemplos, presentamos los
siguientes:
- Dafne fue perseguida por Apolo y transformada en un laurel.
- Leuke fue perseguida por Hades y transformada en un álamo de plata.
- Filira, que procreó con Cronos el centauro Quirón, fue transformada en un sauce.
- Karia, que murió de pena por sus hermanas, fue transformada en un nogal por Dionysos.
- Filemón y Baucis fueron transformadas a su muerte por Júpiter y Mercurio en un roble y un tilo.
9. Los celtas
Los árboles, las plantas y las hierbas tenían una gran importancia
para los celtas. Para ellos toda la Naturaleza estaba animada y
penetrada de fuerzas y energías. A través de esa conciencia
profundizaban en la magia de las plantas y lograban conocimientos muy
extendidos.
Los templos de los celtas eran bosquecillos o bosques sagrados. Antes
de su asimilación a los griegos y la conquista de los romanos no
construían templos. Muchos autores informan sobre torres sagradas, pero
se refieren siempre a un lugar en el bosque, a un calvero. César, en su
Guerra de las Galias, nos informa sobre sus tradiciones. El santuario
típico celta estaba situado, pues, en pleno bosque. El nemeton era un
lugar de intercambio sagrado entre el mundo divino y el mundo de los
hombres. Todo nemeton es un omfalos, es decir, un centro del mundo.
En el centro de los rituales druidas se encontraban robles, de los
cuales crecían muérdagos. La poda de los muérdagos se realizaba en el
sexto día del ciclo lunar. El druida, el sacerdote de los celtas,
cortaba las ramas personalmente con una hoz de oro. La hoz de oro
contenía símbolos lunares y solares, el oro como símbolo del sol y la
hoz como símbolo de la luna. Las ramas se juntaban en una tela blanca, y
los druidas tenían que portar también una vestidura de color blanco.
Los árboles del culto de los druidas eran el tejo, el avellano, el
serbal y el roble. El roble era un símbolo de conocimiento y poder.
Cuando en él crecía un muérdago, significaba que el dios estaba presente
en ese árbol. El muérdago se consideraba símbolo de la fuerza siempre
fresca de la vida, pues mientras que en el invierno todas las otras
plantas se encuentran en un estado recogido, casi sin vida (la savia no
circula por el tronco ni por las ramas, sino que se encuentra
concentrada debajo de la tierra en una parte de la raíz), el muérdago
porta en sus ramas frutos blancos, encarnando así la fuerza juvenil de
la vida eterna y representando la inmortalidad.
El manzano jugaba también un papel muy importante. La isla de Avalón
era una isla mística llena de misterios ubicada al oeste y en cuyo suelo
había numerosos manzanos que cargaban la inmortalidad, el conocimiento y
la sabiduría. En la mitología griega las manzanas de las Hespérides
tienen el mismo significado; también se encuentran en un lugar
desconocido al final del mundo.
Un motivo celta conocido es la llamada “batalla de los árboles” (“Cad
Goddeu”), que es mencionada por J.R. Tolkien en su obra El señor de los
anillos. La versión popular de este mito cuenta cómo Gwydion protegió a
los bretones de las islas de una terrible derrota convirtiéndolos en
árboles y troncos, dejándolos así triunfar sobre sus enemigos. Según
Robert Graves, en su interpretación no se trata aquí de la descripción
de una batalla física, sino de una confrontación espiritual en las
mentes de los sabios druidas, una forma de disputa filosófico-esotérica.
Se sabe también que en todos los idiomas celtas los árboles expresan
letras definidas, y el alfabeto irlandés, el “Beth-Luis-Nion”
(“abedul-fresno-serbal”) toma su nombre de los primeros tres árboles de
una serie cuyas iniciales forman el ciclo completo de sus letras. Este
alfabeto puede ser estudiado como parte de la enseñanza druida. Fue
transmitido a través de siglos en forma verbal, y se compone de 5
vocales y 13 consonantes. Ya que el alfabeto se compone de 13
consonantes y un año de 13 meses lunares, se puede ver enseguida que
este alfabeto representa el calendario sagrado. A cada árbol se le
otorga un mes. El primer mes está atribuido al abedul, el cual es un
árbol de luz (entre otras cosas por su corteza blanca y sus hojas de
color verde claro). 5 de los 18 tipos de árboles del alfabeto celta (13
consonantes y 5 vocales) están incluidos dentro de las 38 flores del Dr.
Edward Bach.
Estas flores del Dr. Bach deben servir a la armonización de estados
negativos del alma o debilidad del carácter. Esa cura o método de
armonización a través de flores fue desarrollado por el Dr. Edward Bach
en los años 30. El clarividente Bach encontró, a través de experimentos
en sí mismo, que determinadas flores pueden influir de forma positiva en
los planos del hombre. Su método se basa en la transmisión de la fuerza
de las flores a fuentes frescas de agua. Las flores deben ser
arrancadas sin contacto con las manos (se usan guantes de algodón) y
luego deben ser puestas en fuentes frescas de agua. Bajo el influjo del
sol le transmiten su energía al agua. De las 38 flores que Bach propone
para su método de curación, 18 de ellas pertenecen a árboles.
10. Judaísmo: el árbol Sefirot
En las enseñanzas esotéricas de los hebreos, la Cábala, se habla del
árbol invertido como descripción del proceso descendente de la Creación.
El Árbol Sefirot es una imagen de la creación, un diagrama de los
principios que rigen todo el universo. Representa el descenso de las
energías divinas en el mundo material y su nuevo ascenso.
En lo más alto del árbol se encuentra la Corona, Kether. Es la unidad
de la cual surgen las otras nueve emanaciones de lo Divino, los
Sefirot, las Esferas de Dios. Los Sefirot son atributos, fuerzas y
posibilidades de lo divino, los cuales nacen de la energía primordial, y
escalón tras escalón, descienden en la materia, es decir, encarnan.
El Árbol Sefirot está formado por tres columnas verticales. En la
cúspide del que se ubica en el centro se encuentra Kether; en lo más
alto del pilar derecho, Chochma, el principio masculino primordial; y en
la cúspide del pilar izquierdo se encuentra Binah, el principio
femenino primordial. Chochma y Binah representan así la primera
dualidad, y los tres primeros Sefirot juntos (Kether-Chochmah-Binah)
forman la Tríada Cósmica.
La columna central, en cuya punta se encuentra Kether, termina en
Malkuth, el Reino. Malkuth es la corona del árbol invertido, la
manifestación realizada y materializada, o sea, el mundo físico que nos
rodea.
Otro símbolo exotérico judío es la Menorah, el candelabro de siete
brazos (el árbol Sefirot tiene 7 niveles o 7 Sefirot debajo de la Tríada
Cósmica). La Menorah tiene la misma forma que el Árbol de la Vida
mesopotámico, con 7 ramas principales, que también corresponden a los 7
planetas.
11. Cristianismo: el Árbol del Conocimiento y el Árbol de la Vida
En la mitología cristiana los árboles también juegan un papel
importante. Las tradiciones mesopotámicas han servido de base,
probablemente, para los árboles bíblicos que encontramos en el Jardín
del Edén. Según ellas, se elevan dos árboles a la entrada del cielo del
Este: el Árbol de la Verdad y el Árbol de la Vida.
Según la conocida leyenda bíblica, Eva es seducida por la serpiente e
impulsada a comer el Árbol del Conocimiento, lo que trae como
consecuencia la expulsión del Paraíso. Existen muchas interpretaciones
acerca de este motivo. Como filósofos, consideramos esta falta contra
una ley “divina” como un acto iniciático hacia la conquista de la
conciencia. La serpiente, que es símbolo de la sabiduría en la mayoría
de las tradiciones, motiva a los hombres a abrir los ojos y llegar al
conocimiento. Ella custodia también el Árbol de la Vida, al que pueden
descubrir los primeros hombres después de haber abierto los ojos. La
inmortalidad no es fácil de alcanzar, en especial para Adán y Eva. Dios
les destierra y a partir de este momento, el hombre es responsable por
sí mismo y tiene que ganar su propia inmortalidad.
La cruz, en la que el Avatara Jesucristo es sacrificado, representa,
según una leyenda muy difundida en la Edad Media en una relación
secreta, el Árbol de la Vida y del Conocimiento. A través de su
crucifixión, Cristo nace por segunda vez. Por otro lado, la crucifixión
recuerda también el sacrificio propio de Odín, el que a través de dicho
motivo alcanza la sabiduría (la cruz es una forma de expresión del
árbol).
Para los cristianos la cruz tiene la función del Árbol del Mundo: es
portadora de este y se encuentra en el centro, en el lugar que relaciona
cielo, tierra y mundo subterráneo. En diferentes versiones, la madera
de la cruz tiene 7 peldaños, lo que representa los 7 cielos de otras
tradiciones.
12. Tenochtitlan
También en el Codex Borgia encontramos la representación de un Árbol
de la Vida: en el centro, en el lugar del cruce de todas las direcciones
y del encuentro entre lo de arriba y lo de abajo, se eleva el árbol
colorido del cuerpo de una diosa de la Tierra, la cual representa el
Oeste. A un lado se encuentra Quetzalcoatl, la “serpiente emplumada”,
que reúne aspectos subterráneos y celestes y cuya historia mítica habla
de su muerte, renacimiento y vida eterna como el planeta Venus. Al otro
lado se encuentra Macuilxochiti, que es idéntico a Xochipilli, el
príncipe de las flores, semejante a Xipe Totec. Este se presenta vestido
con la piel de un hombre sacrificado, un símbolo del nuevo vestido que
la tierra se pone en primavera y, en una clave esotérica, del sacrificio
de la personalidad.
También este árbol reúne los elementos simbólicos de la fecundidad y
de la eternidad, es decir, es una expresión de vida y del simbolismo del
Árbol Cósmico.
Con esta corta visión de América termina este tratado acerca de los
roles y las mitologías de los árboles en las viejas culturas. Hay
todavía mucho más por estudiar sobre este tema. Este modesto artículo
desea contribuir al entendimiento de un orden del mundo que une al
hombre con la Naturaleza.