LA TUNDA
Segun los relatos, este es un personaje, que presenta como actividad principal el llevarse a las personas internandolas en el monte hasta el punto en que el desafortunado pierde todo sentido de orientacion. La tunda toma la forma de la madre de su victima, por lo cual esta la sigue como automata monte adentro. La leyenda afirma que la tunda alimenta a sus victimas dandoles camarones, que al parecer cocina dentro de su cuerpo. Para rescatar al "entundado" es necesario que los padrinos vayan hacia el monte y llamen en voz alta a su ahijado, la tunda, al escuchar los gritos, abandona a su victima.
EL RIVIEL
Se trata de un "endriago" que se deleita causando espanto a los pescadores nocturnos. Cuentan que el riviel se aparece en un potrillo (canoa) mocho, es decir, que no tiene proa y en su lugar esta protegido por una tabla que impide la penetracion del agua. Este espanto se les presenta a los pescadores nocturnos, a quienes pre¬gunta en forma sencilla "amigo, ¿como esta la pesca?" y cuando el pescador le responde, siente que el potro empieza a ponerse pesado hasta el punto de no poder moverlo. Si el pescador no acepta el dialogo propuesto por el riviel, este se conforma con confundirlo de tal manera que no consigue enrumbar su embarcacion y solo puede hacerlo al amanecer, cuan¬do ya no recuerda nada de lo sucedido. Hay quienes afirman que el riviel acostumbra chuparle el cerebro a algunas de sus victimas, quienes son encontradas con el craneo totalmente vacio.
EL DUENDE
Este personaje ha traspasado los limites nacionales y su popularidad es casi universal, ya que tanto en el litoral pacifico como en el departamento y la nacion ha hecho sus diabluras. Segun las versiones, el duende hace sus apariciones presentandose como un niño que luce un enorme sombrero y en ocasiones fumando un tabaco tambien grande. Tiene como caracteristica el ser muy enamorado de las señoritas que aun conservan su virginidad, a las que les manifiesta su atraccion llenando su cama con algunas frutas, flores, afir¬mandose que hasta dinero les deja debajo de la almohada de su elegida. Una vez que el duende ha logrado convencer a la infortunada muchacha, la traslada hacia el monte en donde se dedica a acariciar sus senos, cuando esta es pasiva, y cuando se resiste, las golpea y las deja abandonadas en lo alto de las copas de los arboles. Algunos aseguran que el duende es un gran guitarrista y que enseña a tocarla en forma extraordinaria, a quien es capaz de enfrentarse a pelear con el. De su forma de niño va tomando le estatura de su Contrincante y si este lo vence en la lucha, lo convierte en un virtuoso del instrumento, pero si es derrotado, se dolera de la golpiza que el duende le suministra en la batalla.
EL BARCO FANTASMA
Se trata de un buque que hace su aparicion alrededor de todo el mar pacifico colombiano, de quien se dice que tiene como nombre "Maravelly". El barco fantasma es a veces visto por el lado de la proa del barco o canoa que se lo encuentra en las noches de navegacion y en el momento menos pensado desaparece para volver a surgir por babor y por estribor, causando con ello el desconcierto y la perdida del sentido de orientacion del ¬capitan y su tripulacion. La brujula y la carta de navegacion de nada sirven cuando se presenta el barco fantasma, quedando los navegantes a merced de las olas hasta el dia siguiente, cuando han salido de Ia influencia de la embarcacion fantasma. La leyenda da cuenta de que este barco tiene la caracteristica de estar muy iluminado, en comparacion con las embarcaciones corrientes. Se asegura que su tripulacion esta compuesta por marinos que tienen deudas pendientes con el diablo, que al morir fueron a trabajar a su servicio cuyas almas nunca encontraran reposo.
Existe, como parte de
la mitología de Ecuador, un sinnúmero de seres fantásticos. En cada
región están los duendes, con sus claras diferencias. Por ejemplo, en
Esmeraldas se llama Riviel, que va en una canoa; en Manabí, cerca de la
isla Corazón, está un duende con patas al revés (para despistar a
quienes lo buscan), más al sur, se encuentra el Tintín, con un enorme
falo, que evoca los tiempos prehispánicos y los ritos de fertilidad.
Un trabajo interesante es el de Rosa Cecilia Ramírez que nos habla de la
parte norte de Ecuador, en su libro Memorias de Mira, que sirve de base
para este artículo. Dice que los duendes del Carchi son melódicos y
enamoradizos: les encanta la música y son bailarines. Por eso viven
cerca de las cascadas, donde permanecen en sus mágicas celebraciones
hasta que un desprevenido los alcanza a mirar. Mas, viven en sitios
inaccesibles y que son, según los abuelos, ‘pesados’, es decir que
tienen una densidad extraña que pone la carne de gallina. Cuando alguien
los ve, no pasa nada. Pero cuando un duende o una duenda mira primero,
inmediatamente la persona queda ‘enduendada’.
Por este motivo, acuden a sus llamados en lo que se denomina las malas
horas: seis y doce, de la mañana, tarde y noche. Aparentemente, son
atraídos por la maravillosa música que entonan y los duendes -como en
todo el mundo- son traviesos. Les colman de obsequios y de pasteles,
pero cuando el ‘enduendado’ llega feliz a su casa, las tortas son en
realidad majada de ganado, aunque el encantado siga insistiendo lo
contrario.
A diferencia de los duendes de características indígenas, como el
chuzalongo, que vive en la Sierra centro-norte y que es un tanto sátiro,
los duendes de la zona de Mira son más bien juguetones. Su rostro no
tiene verrugas y son hermosos. Las duendas, según dicen, tienen la
cabellera larga. La música es de apariencia celestial, porque
-según se comenta- los duendes son espíritus. Mejor dicho, ángeles
caídos en desgracia y que tocaban en los coros celestiales. Son enemigos
de los perros, a los que provocan muertes misteriosas.
Les atraen las mujeres de ojos grandes y zarcos. Tienen un sombrero de
ala ancha y sus trajes son de colores brillantes. Eso sí, se desplazan a
varios centímetros del suelo y cuando escuchan aullidos desaparecen.
Acaso, los duendecillos que viven en el Carchi se acercan más a la
mitología europea que a la andina. En la Sierra los duendes que llegaron
en carabela se fusionaron con las mitologías andinas, con referencia a
rituales de la tierra.
Hay varios secretos para ahuyentarlos: colgar un collar de ajo a la
víctima o también amarrarla a un palo. Es preciso amarrar al perseguido
con un cabestro de cuero de vaca, untado con sangre. Como a los duendes
les gusta llevar a sus víctimas a las cuevas, al no encontrarla sale en
su búsqueda. El infortunado tiene que aguantar la paliza, pero el duende
se va enfurecido y no retorna más, creyendo que le han plantado la
cita. Pero como siempre, el duende tiene la sonrisa amplia y no cabe
duda de que retorna nuevamente a los caminos sinuosos.
Esta noticia ha sido publicada originalmente por Diario EL TELÉGRAFO bajo la siguiente dirección: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/tras-las-huellas-del-duende
Si va a hacer uso de la misma, por favor, cite nuestra fuente y coloque un enlace hacia la nota original. www.eltelegrafo.com.ec
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Existe, como parte de
la mitología de Ecuador, un sinnúmero de seres fantásticos. En cada
región están los duendes, con sus claras diferencias. Por ejemplo, en
Esmeraldas se llama Riviel, que va en una canoa; en Manabí, cerca de la
isla Corazón, está un duende con patas al revés (para despistar a
quienes lo buscan), más al sur, se encuentra el Tintín, con un enorme
falo, que evoca los tiempos prehispánicos y los ritos de fertilidad.
Un trabajo interesante es el de Rosa Cecilia Ramírez que nos habla de la
parte norte de Ecuador, en su libro Memorias de Mira, que sirve de base
para este artículo. Dice que los duendes del Carchi son melódicos y
enamoradizos: les encanta la música y son bailarines. Por eso viven
cerca de las cascadas, donde permanecen en sus mágicas celebraciones
hasta que un desprevenido los alcanza a mirar. Mas, viven en sitios
inaccesibles y que son, según los abuelos, ‘pesados’, es decir que
tienen una densidad extraña que pone la carne de gallina. Cuando alguien
los ve, no pasa nada. Pero cuando un duende o una duenda mira primero,
inmediatamente la persona queda ‘enduendada’.
Por este motivo, acuden a sus llamados en lo que se denomina las malas
horas: seis y doce, de la mañana, tarde y noche. Aparentemente, son
atraídos por la maravillosa música que entonan y los duendes -como en
todo el mundo- son traviesos. Les colman de obsequios y de pasteles,
pero cuando el ‘enduendado’ llega feliz a su casa, las tortas son en
realidad majada de ganado, aunque el encantado siga insistiendo lo
contrario.
A diferencia de los duendes de características indígenas, como el
chuzalongo, que vive en la Sierra centro-norte y que es un tanto sátiro,
los duendes de la zona de Mira son más bien juguetones. Su rostro no
tiene verrugas y son hermosos. Las duendas, según dicen, tienen la
cabellera larga. La música es de apariencia celestial, porque
-según se comenta- los duendes son espíritus. Mejor dicho, ángeles
caídos en desgracia y que tocaban en los coros celestiales. Son enemigos
de los perros, a los que provocan muertes misteriosas.
Les atraen las mujeres de ojos grandes y zarcos. Tienen un sombrero de
ala ancha y sus trajes son de colores brillantes. Eso sí, se desplazan a
varios centímetros del suelo y cuando escuchan aullidos desaparecen.
Acaso, los duendecillos que viven en el Carchi se acercan más a la
mitología europea que a la andina. En la Sierra los duendes que llegaron
en carabela se fusionaron con las mitologías andinas, con referencia a
rituales de la tierra.
Hay varios secretos para ahuyentarlos: colgar un collar de ajo a la
víctima o también amarrarla a un palo. Es preciso amarrar al perseguido
con un cabestro de cuero de vaca, untado con sangre. Como a los duendes
les gusta llevar a sus víctimas a las cuevas, al no encontrarla sale en
su búsqueda. El infortunado tiene que aguantar la paliza, pero el duende
se va enfurecido y no retorna más, creyendo que le han plantado la
cita. Pero como siempre, el duende tiene la sonrisa amplia y no cabe
duda de que retorna nuevamente a los caminos sinuosos. (O)
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Existe, como parte de
la mitología de Ecuador, un sinnúmero de seres fantásticos. En cada
región están los duendes, con sus claras diferencias. Por ejemplo, en
Esmeraldas se llama Riviel, que va en una canoa; en Manabí, cerca de la
isla Corazón, está un duende con patas al revés (para despistar a
quienes lo buscan), más al sur, se encuentra el Tintín, con un enorme
falo, que evoca los tiempos prehispánicos y los ritos de fertilidad.
Un trabajo interesante es el de Rosa Cecilia Ramírez que nos habla de la
parte norte de Ecuador, en su libro Memorias de Mira, que sirve de base
para este artículo. Dice que los duendes del Carchi son melódicos y
enamoradizos: les encanta la música y son bailarines. Por eso viven
cerca de las cascadas, donde permanecen en sus mágicas celebraciones
hasta que un desprevenido los alcanza a mirar. Mas, viven en sitios
inaccesibles y que son, según los abuelos, ‘pesados’, es decir que
tienen una densidad extraña que pone la carne de gallina. Cuando alguien
los ve, no pasa nada. Pero cuando un duende o una duenda mira primero,
inmediatamente la persona queda ‘enduendada’.
Por este motivo, acuden a sus llamados en lo que se denomina las malas
horas: seis y doce, de la mañana, tarde y noche. Aparentemente, son
atraídos por la maravillosa música que entonan y los duendes -como en
todo el mundo- son traviesos. Les colman de obsequios y de pasteles,
pero cuando el ‘enduendado’ llega feliz a su casa, las tortas son en
realidad majada de ganado, aunque el encantado siga insistiendo lo
contrario.
A diferencia de los duendes de características indígenas, como el
chuzalongo, que vive en la Sierra centro-norte y que es un tanto sátiro,
los duendes de la zona de Mira son más bien juguetones. Su rostro no
tiene verrugas y son hermosos. Las duendas, según dicen, tienen la
cabellera larga. La música es de apariencia celestial, porque
-según se comenta- los duendes son espíritus. Mejor dicho, ángeles
caídos en desgracia y que tocaban en los coros celestiales. Son enemigos
de los perros, a los que provocan muertes misteriosas.
Les atraen las mujeres de ojos grandes y zarcos. Tienen un sombrero de
ala ancha y sus trajes son de colores brillantes. Eso sí, se desplazan a
varios centímetros del suelo y cuando escuchan aullidos desaparecen.
Acaso, los duendecillos que viven en el Carchi se acercan más a la
mitología europea que a la andina. En la Sierra los duendes que llegaron
en carabela se fusionaron con las mitologías andinas, con referencia a
rituales de la tierra.
Hay varios secretos para ahuyentarlos: colgar un collar de ajo a la
víctima o también amarrarla a un palo. Es preciso amarrar al perseguido
con un cabestro de cuero de vaca, untado con sangre. Como a los duendes
les gusta llevar a sus víctimas a las cuevas, al no encontrarla sale en
su búsqueda. El infortunado tiene que aguantar la paliza, pero el duende
se va enfurecido y no retorna más, creyendo que le han plantado la
cita. Pero como siempre, el duende tiene la sonrisa amplia y no cabe
duda de que retorna nuevamente a los caminos sinuosos. (O)
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