EL ÁGUILA
Los antiguos videntes, enfrentándose a peligros incalculables, habían “visto” la fuerza indescriptible que es el origen de todos los seres conscientes. La llamaron el Águila, porque al vislumbrarla brevemente, la “vieron” como algo que parecía un águila, negra y blanca, de tamaño infinito. Ellos “vieron” que es el Águila quien otorga la conciencia de ser. El Águila crea seres conscientes a fin de que vivan y enriquezcan la conciencia que les da con la vida. También vieron que es el Águila quien devora esa misma conciencia de ser, enriquecida por las experiencias de la vida, después de hacer que los seres conscientes se despojen de ella, en el momento de la muerte. (EFI,63)
Los chamanes “vieron” que en el Universo existe una fuerza descomunal, un inmenso conglomerado de campos de energía al que denominaron “el Águila” o “el oscuro mar de la conciencia”. Comprobaron que el “oscuro mar de la conciencia” es la fuerza que da conciencia a todos los seres vivos, desde los virus hasta los humanos. Se convencieron de que dota de conciencia al recién nacido, quien la realza mediante sus experiencias vitales hasta el momento en que la fuerza exige su devolución. (PM, 103)
Debido a nuestra conciencia de ser, nosotros pensamos que nos rodea un mundo de objetos. Pero lo que en realidad nos rodea son las emanaciones del Águila, fluidas, siempre en movimiento, y sin embargo inalterables, eternas. (EFI,62)
El universo está formado por campos de energía que desafían las descripciones o el escrutinio. Los brujos las llaman las emanaciones del Águila. Parecen filamentos de luz ordinaria, pero la luz ordinaria carece de vida comparada con las emanaciones del Águila, las cuales exudan conciencia de ser. (ECS,132)
Se asemeja a hilos incandescentes que se extienden en el infinito, en todas las direcciones concebibles; filamentos luminosos que están conscientes de sí mismos, en formas imposibles de comprender. (ADE,14)
A Don Juan personalmente no le gustaba la idea de que algo nos devora. Para él, sería más preciso si los videntes hubieran dicho que hay una fuerza que atrae nuestra conciencia, muy a la manera en que un imán atrae limaduras de hierro. En el momento de morir, todo nuestro ser se desintegra bajo la atracción de esa inmensa fuerza. (EFI,66)
El Águila refleja igualmente y al instante a todos los seres. Por eso no tiene sentido implorarle o pedirle favores. La parte humana del Águila es demasiado insignificante como para conmover a la totalidad. De todas formas, el Águila ha concedido un don a cada uno de los seres vivientes que existen: cada uno de ellos, si así lo desea, tiene el poder de conservar la llama de la conciencia, de buscar y traspasar la abertura hacia la libertad, de desobedecer el comparendo para morir y ser consumido. Es obvio para los videntes que ven o traspasan esa abertura que el Águila ha concedido este don a fin de perpetuar la conciencia. (EDA,177)
Los chamanes “vieron” que en el Universo existe una fuerza descomunal, un inmenso conglomerado de campos de energía al que denominaron “el Águila” o “el oscuro mar de la conciencia”. Comprobaron que el “oscuro mar de la conciencia” es la fuerza que da conciencia a todos los seres vivos, desde los virus hasta los humanos. Se convencieron de que dota de conciencia al recién nacido, quien la realza mediante sus experiencias vitales hasta el momento en que la fuerza exige su devolución. (PM, 103)
Debido a nuestra conciencia de ser, nosotros pensamos que nos rodea un mundo de objetos. Pero lo que en realidad nos rodea son las emanaciones del Águila, fluidas, siempre en movimiento, y sin embargo inalterables, eternas. (EFI,62)
El universo está formado por campos de energía que desafían las descripciones o el escrutinio. Los brujos las llaman las emanaciones del Águila. Parecen filamentos de luz ordinaria, pero la luz ordinaria carece de vida comparada con las emanaciones del Águila, las cuales exudan conciencia de ser. (ECS,132)
Se asemeja a hilos incandescentes que se extienden en el infinito, en todas las direcciones concebibles; filamentos luminosos que están conscientes de sí mismos, en formas imposibles de comprender. (ADE,14)
A Don Juan personalmente no le gustaba la idea de que algo nos devora. Para él, sería más preciso si los videntes hubieran dicho que hay una fuerza que atrae nuestra conciencia, muy a la manera en que un imán atrae limaduras de hierro. En el momento de morir, todo nuestro ser se desintegra bajo la atracción de esa inmensa fuerza. (EFI,66)
El Águila refleja igualmente y al instante a todos los seres. Por eso no tiene sentido implorarle o pedirle favores. La parte humana del Águila es demasiado insignificante como para conmover a la totalidad. De todas formas, el Águila ha concedido un don a cada uno de los seres vivientes que existen: cada uno de ellos, si así lo desea, tiene el poder de conservar la llama de la conciencia, de buscar y traspasar la abertura hacia la libertad, de desobedecer el comparendo para morir y ser consumido. Es obvio para los videntes que ven o traspasan esa abertura que el Águila ha concedido este don a fin de perpetuar la conciencia. (EDA,177)
LA ENERGÍA DEL ÁGUILA AL MISMO TIEMPO NOS DA LA VIDA Y NOS PROVOCA LA MUERTE
« La tumbadora (que es como los toltecas llamaban a la muerte) es una fuerza de las emanaciones del Águila que nos golpea a cada instante.
. . .
Los videntes describen a la tumbadora como una línea eterna de anillos iridiscentes o bolas de fuego que ruedan incesantemente sobre los seres humanos. Los seres orgánicos luminosos son golpeados sin tregua por esta fuerza, también llamada la fuerza rodante, hasta el día en el que los golpes resultan ser demasiado para ellos y los hacen finalmente desplomarse. Los antiguos videntes quedaron boquiabiertos al “ver” entonces cómo la fuerza rodante los tumba al pico del Águila para ser devorados. Por esa razón llamaban a esa fuerza la tumbadora.
La fuerza rodante es el medio a través del cual el Águila distribuye conciencia y vida. Y al mismo tiempo es la fuerza que hace morir a los seres vivientes.
. . .
La fuerza rodante está compuesta por dos fuerzas separadas: la fuerza circular, que golpea primero, es la fuerza dadora de vida (ya que gracias a su golpe el capullo luminoso no se dispersa manteniendo su forma); y la fuerza tumbadora, que golpea inmediatamente después, es la fuerza de la muerte (ya que su golpe va debilitando el capullo luminoso). Los nuevos videntes “vieron” que ambas fuerzas están fusionadas, pero que no son iguales.
En cada ser viviente el equilibrio de las dos fuerzas es muy delicado. Si en cualquier momento dado un individuo siente que la fuerza tumbadora le golpea con mayor fuerza que la circular, esto significa que está roto el equilibrio; a partir de entonces la fuerza tumbadora golpea más y más duro, hasta que rompe la abertura del ser viviente y lo hace morir. »
(EFI,248-254)
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Los videntes describen a la tumbadora como una línea eterna de anillos iridiscentes o bolas de fuego que ruedan incesantemente sobre los seres humanos. Los seres orgánicos luminosos son golpeados sin tregua por esta fuerza, también llamada la fuerza rodante, hasta el día en el que los golpes resultan ser demasiado para ellos y los hacen finalmente desplomarse. Los antiguos videntes quedaron boquiabiertos al “ver” entonces cómo la fuerza rodante los tumba al pico del Águila para ser devorados. Por esa razón llamaban a esa fuerza la tumbadora.
La fuerza rodante es el medio a través del cual el Águila distribuye conciencia y vida. Y al mismo tiempo es la fuerza que hace morir a los seres vivientes.
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La fuerza rodante está compuesta por dos fuerzas separadas: la fuerza circular, que golpea primero, es la fuerza dadora de vida (ya que gracias a su golpe el capullo luminoso no se dispersa manteniendo su forma); y la fuerza tumbadora, que golpea inmediatamente después, es la fuerza de la muerte (ya que su golpe va debilitando el capullo luminoso). Los nuevos videntes “vieron” que ambas fuerzas están fusionadas, pero que no son iguales.
En cada ser viviente el equilibrio de las dos fuerzas es muy delicado. Si en cualquier momento dado un individuo siente que la fuerza tumbadora le golpea con mayor fuerza que la circular, esto significa que está roto el equilibrio; a partir de entonces la fuerza tumbadora golpea más y más duro, hasta que rompe la abertura del ser viviente y lo hace morir. »
(EFI,248-254)
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