viernes, 17 de noviembre de 2017
Ettin
Un ettin es un malvado y maloliente gigante de dos cabezas.
Físicamente es muy parecido a un ogro; cuentan con enormes colmillos y tienen la piel tan dura y grisácea que parece cubierta de una capa de pelaje corto. Sin embargo, su tamaño puede llegar a duplicar al de los ogros. De hecho, “ettin” viene del inglés “eoten”, una palabra en desuso que significa “gigante”.
Lo más característico de estos seres es, sin duda, la doble cabeza. Cada cabeza es independiente y dirige una parte de su cuerpo. De este modo, la cabeza izquierda controla el brazo y pierna izquierdos, y la derecha hace lo mismo con el brazo y pierna derechos. De ahí la importancia de llegar a un acuerdo entre ambas cabezas, o el resultado de los movimientos del ettin puede ser desastroso.
Sin embargo, la doble cabeza es más ventajosa de lo que pueda parecer, ya que permite al ettin tener un mayor campo visual y facilita el estado de alerta. Es muy difícil encontrar a un ettin desprevenido, siempre están listos para la lucha.
Los ettin tienen un ataque muy poderoso puesto que están especializados en armas de gran tamaño como el garrote y el mayal que, además, pueden blandir en ambos brazos ya que cada cabeza coordina un arma.
Igual que al resto de gigantes, les gusta habitar en colinas y montañas, y hacen de las cuevas su hogar. Al ser seres solitarios, las cuevas suelen estar ocupadas por un solo ettin, a menos que tengan descendencia. En este caso, se ocupan del pequeño ettin durante los primeros años de su vida, hasta que se consideran adultos.
Son poco inteligentes, apenas consiguen comunicarse con otros seres y, si unimos esto a su poca sociabilidad, encontraremos que un ettin tiende a mostrarse agresivo con casi cualquier ser que tenga delante. Aunque es cierto que, en ocasiones, puede llegar a realizar tratos con ogros o con orcos, normalmente con fines perversos.
miércoles, 15 de noviembre de 2017
La Madre del Agua
Cuentan los ribereños, los pescadores,
los bogas y vecinos de los grandes ríos, quebradas y lagunas, que los
niños predispuestos al embrujo de la madre de agua, siempre sueñan o
deliran con una niña bella y rubia que los llama y los invita a una
paraje tapizado de flores y un palacio con muchas escalinatas, adornado
con oro y piedras preciosas.
En la época de la Conquista, en
que la ambición de los colonizadores no solo consistía en fundar
poblaciones sino en descubrir y someter tribus indígenas para apoderarse
de sus riquezas, salió de Santa Fe una expedición rumbo al río
Magdalena. Los indios guías descubrieron un poblado, cuyo cacique era
una joven fornido, hermoso, arrogante y valiente, a quien los soldados
capturaron con malos tratos y luego fue conducido ante el conquistador.
Este lo abrumó a preguntas que el indio se negó a contestar, no sólo por
no entender español, sino por la ira que lo devoraba.
El capitán en actitud altiva y
soberbia, para castigar el comportamiento del nativo ordenó amarrarlo y
azotarlo hasta que confesara dónde guardaba las riquezas de su tribu,
mientras tanto iría a preparar una correría por los alrededores del
sector. La hija del avaro castellano estaba observando desde las
ventanas de sus habitaciones con ojos de admiración y amor contemplando a
aquel coloso, prototipo de una raza fuerte, valerosa y noble.
Tan pronto salió su padre, fue a
rogar enternecida al verdugo para que cesara el cruel tormento y lo
pusieran en libertad. Esa súplica, que no era una orden, no podía
aceptarla el vil soldado porque conocía perfectamente el carácter
enérgico, intransigente e irascible de su superior, más sin embargo no
pudo negarse al ruego dulce y lastimero de esa niña encantadora.
La joven española de unos quince
años, de ojos azules, ostentaba una larga cabellera dorada, que más
parecía una capa de artiseda amarilla por la finura de su pelo. La bella
dama miraba ansiosamente al joven cacique, fascinada por la estructura
hercúlea de aquel ejemplar semisalvaje.
Cuando quedó libre, ella se
acercó. Con dulzura de mujer enamorada lo atrajo y se fue a acompañarlo
por el sendero, iternándose entre la espesura del bosque. El aturdido
indio no entendía aquel trato, al verla tan cerca, él se miro en sus
ojos, azules como el cielo que los cobijaba, tranquilos como el agua de
sus pocetas, puros como la florecillas de su huerta.
Ya lejos de las miradas de su
padre lo detuvo y allí lo besó apacionadamente. Conmovida y animosa le
manifestó su afecto diciéndole: !Huyamos!, llévame contigo, quiero ser
tuya.
El lastimado mancebo atraído por
la belleza angelical, rara entre su raza, accedió, la alzó intrépido,
corrió, cruzo el río con su amorosa carga y se refugió en el bohío de
otro indio amigo suyo, quien la acogió fraternalmente, le suministro
materiales para la construcción de su choza y les proporcionó alimentos.
Allí vivieron felices y tranquilos. La llegada del primogénito les
ocasionó más alegría.
Una india vecina, conocedora del
secreto de la joven pareja y sintiéndose desdeñada por el indio, optó
por vengarse: escapó a la fortaleza a informar al conquistador el
paradero de su hija. Excitado y violento el capitán, corrió al sitio
indicado por la envidiosa mujer a desfogar su ira como veneno mortal.
Ordenó a los soldados amarrarlos al tronco de un caracolí de la orilla
del río. Entretanto, el niño le era arrebatado brutalmente de los brazos
de su tierna madre.
El abuelo le decía al pequeñín:
"morirás indio inmundo, no quiero descendientes que manchen mi nobleza,
tu no eres de mi estirpe, furioso se lo entregó a un soldado para que lo
arrojase a la corriente, ante las miradas desorbitadas de sus
martirizados padres, quienes hacían esfuerzos sobrehumanos de soltarse y
lanzarse al caudal inmenso a rescatar a su hijo, pero todo fue inútil.
Vino luego el martirio del
conquistador para atormentar a su hija, humillarla y llevarla sumisa a
la fortaleza. El indio fue decapitado ante su joven consorte quien
gritaba lastimeramente. Por último la dejaron libre a ella, pero,
enloquecida y desesperada por la pérdida de sus dos amores, llamando a
su hijo, se lanzo a la corriente y se ahogó.
La leyenda cuenta que en las
noches tranquilas y estrelladas se oye una canción de arrullo tierna y
delicada, tal parece que surgiera de las aguas, o se deslizara el aura
cantarina sobre las espumas del cristal.
La linda rubia que sigue
buscando a su querido hijo por los siglos de los siglos, es la MADRE DEL
AGUA. La diosa o divinidad de las aguas; o el alma atormentada de
aquella madre que no ha logrado encontrar el fruto de su amor.
Por eso, cuando la desesperación
llega hasta el extremo, la iracunda diosa sube hasta la fuente de su
poderío, hace temblar las montañas, se enlodan las corrientes
tornándolas putrefactas y ocasionando pústulas a quienes se bañen en
aquellas aguas envenenadas.
lunes, 13 de noviembre de 2017
La comida y el amor, amantes eternos
Cocinar es como besar. Esa amorosa premisa es parte del preámbulo del libro Los alimentos del deseo, en el que Maruja Dagnino formaliza esa relación que siempre ha existido entre la comida y el amor.
En todas las culturas, e
incluso en la mitología, la comida ha tenido que ver con el erotismo. Y
no tiene que ver solo con los alimentos afrodisíacos. La cocina es
embrujo, es amor y es placer que, irremediablemente, deriva en otros
placeres.
Maruja Dagnino, periodista y
cocinera, ha investigado la vinculación entre amantes y comida desde
hace más de diez años, con el fin de saciar su curiosidad apasionada
sobre ambos temas.
De allí derivó Los alimentos del deseo,
una edición de lujo realizada por Artesano Group y el grupo español
Turner, con seleccionadas imágenes a color, que refieren a obras
artísticas con referencias al erotismo culinario y a 23 alimentos cuya
potencialidad amorosa describe. Según la escritora y periodista
Jacqueline Goldberg, quien acompaña a Maruja en la promoción de la obra,
la describe como un “libro que está vivo”.
En un segundo segmento, Los
alimentos del deseo ofrece también recetas que involucran afectos, pues
son ofrecidas por cocineros que son amigos de la autora: Sumito Es
tévez, Montse Estruch, Tamara Rodríguez, Wendoly López y Betina
Montagne.
De los 23 alimentos cuyo
“corazón” disecciona, y después de mucho pensarlo, Maruja confiesa que
el que más le costó fue el pez globo que, a pesar de ser poco estético y
de consumo peligroso, también puede ser vinculado al amor.
“Si está mal preparado,
comer el pez globo puede matar, Así que, cuando lo comes, te entregas al
cocinero. Y esto es un emblema de lo amoroso porque el sexo es un
enfrentamiento permanente con la muerte”, relata.
En el otro extremo, el que
más le gustó fue el cordero, por cuya carne siempre ha sentido debilidad
y cuyas referencias son frecuentes en la religión y la mitología.
Además del pez globo y el
cordero, la autora encuentra la vena más amorosa de alimentos como el
azafrán, el cordero, la manzana, el coco, el vino, el cardamomo, la nuez
moscada... De alguno de ellos ofrecemos unas pinceladas, o un “picón”
como le gusta decir a la autora.
El cordero, ese macho cabrío. “Poseidón
convirtió a Teófane en oveja y se convirtió él mismo en carnero para
poseerla y convirtió a los habitantes de la isla en la que ella se
hallaba huyendo de sus pretendientes, en rebaño (...)”.
La nuez moscada, venenosa
dulzura. “Originaria del archipiélago de Indonesia, esta misteriosa
especia tiene el poder de la felicidad y de la muerte (...)”.
“No habría de extrañarnos
entonces que con este exceso de infusión de nuez moscada, los encuentros
amorosos entre Rimbaud y Verlaine fuesen tan prolijos”.
La canela, rica en la cama. “Imaginemos
el arrebatado amor de la reina de Saba por Salomón, al punto de haber
abandonado sus votos de castidad luego de conocerlo, presentándole la
canela a este hombre prolijo en palabras”.
“Era bien conocido que hacia
1485 a.C. que con la canela los egipcios preparaban perfumes muy
aromáticos para la hechicería y los ritos de la carne”.
El hidromiel, las mieles de tu boca. “Es
recurrente el uso de la miel contra la fatiga causada por los excesos
sexuales, sobre todo combinada con cacao. Si se agrega menta a este
binomio, se dice que es eficaz contra la frigidez. Mezclada con
jengibre, hará de cualquier hombre un macho cabrío”.
El cacao, adictivo como el amor. “Madame
du Barry, según se dice, servía a todos sus amantes chocolate antes de
la refriega amorosa, y Moctezuma, el emperador azteca, tomaba unas diez
tazas de cacao antes de yacer con sus concubinas, lo cual nos deja ver
que es bueno para elevar el vigor de los hombres”.
El curry, para amantes olvidadizos.
“Ya en un tratado de cocina del siglo I, Apicio decía que el sésamo
produce reacciones eróticas (...). El aroma del ajonjolí es voluptuoso y
su sabor no menos apetecible”.
jueves, 9 de noviembre de 2017
Mouros
Antes de empezar hay que aclarar un punto importante: mouros y mouras no son lo mismo.
Aunque actualmente a nivel popular ambas criaturas no se diferencien, sí se diferenciaban en su momento y por lo tanto aquí hablaremos de ellos de forma diferenciada como corresponde, sobre todo porque cada uno cumple una función distinta. Por lo tanto no debemos confundir a las mouras con la raza mítica de los mouros, ni pensar que éstos son sus acompañantes masculinos, aunque en algunos relatos se suelen mezclar a los unos con las otras por la sencilla razón de que sus apariciones también tienen lugar en los mismos territorios: en los castros y en los túmulos.
Los mouros básicamente, pertenecerían a una raza de seres ancestrales (con manifestaciones actuales), mientras que las mouras pertenecen al llamado mundo de los elementales o espíritus de la naturaleza. En los mouros prima más el aspecto colectivo, de raza, mientras que en las mouras lo que predomina es la individualidad y lo sobrenatural.
Dicho esto, ¡empecemos a hablar de los mouros!
¿Qué o quiénes son?
Los mouros son, según las leyendas, “los constructores de los castros, túmulos castillos, petroglifos, rocas, cuevas, etc. Son un pueblo mágico, hoy escondido bajo tierra. A nuestro parecer, son los antiguos habitantes de Galicia, transformados y encantados” (González Reigosa, 2008:171,172). Durante el transcurso del tiempo, la palabra mouro pasó a ser usada como “otro”, “extraño”, “antiguo”, para hablar de cualquier cosa o hecho del pasado que no se podía explicar por otra vía.
En muchas de las historias que podemos leer sobre ellos se les atribuyen cualidades que se contraponen a los labradores, esto era la mayoría de la población gallega hasta bien entrado el siglo XX. En ellas se les describe con una vida poderosa y regalada que es todo lo contrario a lo que era la vida en Galicia.
Es curioso que la cultura popular diese como constructores de los castros a los mouros, “y en mucha menor medida, a romanos, franceses o carlistas, no apareciendo ninguna mención a los galaico-romanos, que son los verdaderos constructores/habitantes de estos poblados. Vicente Risco explicó hace años este fenómeno y para ello acudió a la “teoría de las transposiciones” de Rosières. Según esta teoría, los viejos “héroes” son frecuentemente olvidados en la memoria popular y substituidos por otros más recientes”. Si nos fijamos en las las piedras (monumentos) existentes en la Costa da Morte se puede ver que muchos de ellos tienen la palabra “mouro” en el mismo nombre: Pedra moura de Aldemunde (Carballo. IV-III milenio a.C.), A Fornerlla dos Mouros de Aprazaduiro (Laxe. 2500-2000 a.C.), A Pedra Moura de Monte Carnio (Vimianzo. IV-III milenio a.C.) y un largo etcétera.
Mouros en el resto del mundo
Como pasa siempre y es algo que me fascina, casi todos los seres de nuestra cultura tienen conexión con las culturas célticas o del norte de Europa. Aquí os dejo algunos ejemplos: los mouros son comparables con los Pictos escoceses, con los Daoine Sidhe, los Tuatha de Dannan y Fennianos irlandeses, con los Twlwith Teg galeses, los Korred bretones, los Spriggans córnicos, los Sleigh Beggey de Man, los Thusser noruegos, los Maanväki fineses… Al igual que la mayoría de estos personajes, los mouros viven asociados a algún monumento megalítico, conocen donde están escondidos todos los tesoros, y a muchos de ellos también se les asocia la propia construcción del monumento.
Aunque actualmente a nivel popular ambas criaturas no se diferencien, sí se diferenciaban en su momento y por lo tanto aquí hablaremos de ellos de forma diferenciada como corresponde, sobre todo porque cada uno cumple una función distinta. Por lo tanto no debemos confundir a las mouras con la raza mítica de los mouros, ni pensar que éstos son sus acompañantes masculinos, aunque en algunos relatos se suelen mezclar a los unos con las otras por la sencilla razón de que sus apariciones también tienen lugar en los mismos territorios: en los castros y en los túmulos.
Los mouros básicamente, pertenecerían a una raza de seres ancestrales (con manifestaciones actuales), mientras que las mouras pertenecen al llamado mundo de los elementales o espíritus de la naturaleza. En los mouros prima más el aspecto colectivo, de raza, mientras que en las mouras lo que predomina es la individualidad y lo sobrenatural.
Dicho esto, ¡empecemos a hablar de los mouros!
Mouros
Sobre los mouros empezó a escribir Vicente Risco en Os mouros encantados en la Revista Nós (1927) y también existen referencias a ellos en trabajos llevados a cabo por catalogadores de los castros gallegos, de monumentos del pasado o de ciertos espacios de especial significación local.¿Qué o quiénes son?
Los mouros son, según las leyendas, “los constructores de los castros, túmulos castillos, petroglifos, rocas, cuevas, etc. Son un pueblo mágico, hoy escondido bajo tierra. A nuestro parecer, son los antiguos habitantes de Galicia, transformados y encantados” (González Reigosa, 2008:171,172). Durante el transcurso del tiempo, la palabra mouro pasó a ser usada como “otro”, “extraño”, “antiguo”, para hablar de cualquier cosa o hecho del pasado que no se podía explicar por otra vía.
En muchas de las historias que podemos leer sobre ellos se les atribuyen cualidades que se contraponen a los labradores, esto era la mayoría de la población gallega hasta bien entrado el siglo XX. En ellas se les describe con una vida poderosa y regalada que es todo lo contrario a lo que era la vida en Galicia.
Es curioso que la cultura popular diese como constructores de los castros a los mouros, “y en mucha menor medida, a romanos, franceses o carlistas, no apareciendo ninguna mención a los galaico-romanos, que son los verdaderos constructores/habitantes de estos poblados. Vicente Risco explicó hace años este fenómeno y para ello acudió a la “teoría de las transposiciones” de Rosières. Según esta teoría, los viejos “héroes” son frecuentemente olvidados en la memoria popular y substituidos por otros más recientes”. Si nos fijamos en las las piedras (monumentos) existentes en la Costa da Morte se puede ver que muchos de ellos tienen la palabra “mouro” en el mismo nombre: Pedra moura de Aldemunde (Carballo. IV-III milenio a.C.), A Fornerlla dos Mouros de Aprazaduiro (Laxe. 2500-2000 a.C.), A Pedra Moura de Monte Carnio (Vimianzo. IV-III milenio a.C.) y un largo etcétera.
Mouros en el resto del mundo
Como pasa siempre y es algo que me fascina, casi todos los seres de nuestra cultura tienen conexión con las culturas célticas o del norte de Europa. Aquí os dejo algunos ejemplos: los mouros son comparables con los Pictos escoceses, con los Daoine Sidhe, los Tuatha de Dannan y Fennianos irlandeses, con los Twlwith Teg galeses, los Korred bretones, los Spriggans córnicos, los Sleigh Beggey de Man, los Thusser noruegos, los Maanväki fineses… Al igual que la mayoría de estos personajes, los mouros viven asociados a algún monumento megalítico, conocen donde están escondidos todos los tesoros, y a muchos de ellos también se les asocia la propia construcción del monumento.
martes, 7 de noviembre de 2017
Elysium, el lugar en que las “sombras” griegas pasaban la eternidad
Para los cristianos, una vez fallecidos, el alma de los que han
tenido un comportamiento correcto irá al Cielo, para los judíos, una vez
haya venido el Mesías, al Seno de Abraham, para los musulmanes, la
recompensa es el Paraíso y para los griegos el lugar del descanso eterno era Elysium.
Ἠλύσιον πεδία o Êlýsia Pedía, cuya traducción es campos o llanuras “alcanzados por el rayo”, es el lugar donde las “sombras” vivían eternamente. Esta idea posiblemente provenía de la religión minoica. La Sombras eran las almas inmortales de los seres humanos. Las almas de todos los hombres y mujeres que hubieran tenido una vida virtuosa y las de los guerreros cuyo comportamiento hubiera sido heroico, tenían derecho a una eternidad feliz, rodeada de la máxima dicha, en un lugar de extrema belleza natural, y ese lugar era Elysium. Los condenados, en contraposición, vivirían una eternidad de tormento en el Tártaro.
Para llegar a Elysium se debía cruzar el río Aqueronte, atravesar el inframundo y por último el río Lete. Allí vivían los dioses, libres y sin pecados y ellos elegían a los humanos que debían compartir la dicha eterna. Primero, únicamente a los que estaban relacionados con ellos por algún motivo, pero luego también, como hemos dicho, a los virtuosos y a los héroes. Praderas siempre verdes, agua, vino y ambrosía en abundancia, y al final la Ciudad Dorada en la que los espíritus vivían en una continuada euforia.
En una tradición griega anterior al concepto de Elysium, ese paraíso donde habitarían las sombras, era conocido como “Islas de los Bienaventurados” o “Islas Afortunadas” y se localizaban en algún lugar prácticamente inalcanzable del Océano Atlántico.
La principal avenida de París, como todos sabemos, se llama “Campos Elíseos” y su nombre proviene de ese lugar de gozo y dicha en el que las “sombras” griegas pasaban la eternidad.
Ἠλύσιον πεδία o Êlýsia Pedía, cuya traducción es campos o llanuras “alcanzados por el rayo”, es el lugar donde las “sombras” vivían eternamente. Esta idea posiblemente provenía de la religión minoica. La Sombras eran las almas inmortales de los seres humanos. Las almas de todos los hombres y mujeres que hubieran tenido una vida virtuosa y las de los guerreros cuyo comportamiento hubiera sido heroico, tenían derecho a una eternidad feliz, rodeada de la máxima dicha, en un lugar de extrema belleza natural, y ese lugar era Elysium. Los condenados, en contraposición, vivirían una eternidad de tormento en el Tártaro.
Para llegar a Elysium se debía cruzar el río Aqueronte, atravesar el inframundo y por último el río Lete. Allí vivían los dioses, libres y sin pecados y ellos elegían a los humanos que debían compartir la dicha eterna. Primero, únicamente a los que estaban relacionados con ellos por algún motivo, pero luego también, como hemos dicho, a los virtuosos y a los héroes. Praderas siempre verdes, agua, vino y ambrosía en abundancia, y al final la Ciudad Dorada en la que los espíritus vivían en una continuada euforia.
La principal avenida de París, como todos sabemos, se llama “Campos Elíseos” y su nombre proviene de ese lugar de gozo y dicha en el que las “sombras” griegas pasaban la eternidad.
lunes, 6 de noviembre de 2017
Mara – El Demonio del Budismo
Demonios 7 Comentarios
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En la mitología budista, Mara es el regente del Cielo del Deseo y se encarga de tentar a la gente mediante los sentidos y el deseo de aprovecharse y/o dominar a los demás. Pero también y principalmente Mara es un ser simbólico que representa la ignorancia espiritual, el apego, el odio y cuanto se opone al logro de la iluminación y la liberación.
Mara es el principal demonio de la
mitología budista y su origen se remonta a algunos de los textos
sagrados que hablan de la vida del primer buda histórico, introduciendo a
Mara como la personificación del mal que, a manera de tentador, se hace
presente en la lucha espiritual de Buda por conseguir la iluminación.
Sin embargo, la creencia en Mara como un ser real pertenece a las poco
letradas manifestaciones del Budismo en la cultura popular; ya que, los
monjes y todo budista medianamente ilustrado, comprenden que Mara es en
esencia un ser simbólico, una personificación del mal entendido
básicamente como el conjunto de fuerzas (externas e internas) y
tendencias que favorecen el anclaje del individuo en el samsara (ciclo
de nacimiento, vida, muerte y resurrección), oponiéndose así a la
iluminación, la liberación del sufrimiento y la realización espiritual.
Pero el mal del Budismo no es el MAL del
Cristianismo y del Islam, no está intrínsecamente ligado a los
conceptos de ‹‹culpa›› y ‹‹pecado›› y, como aclara un portal de Budismo
Shin (corriente budista surgida hace más de 800 años en Japón), “no es
una entidad viva, es simplemente el síntoma de la ignorancia
espiritual”, ignorancia ésta que tiene como principales consecuencias al
apego y al odio, que junto a ella conforman los llamados “tres grandes
venenos”. Por eso en el fondo el “mal” budista es ignorancia y error,
debido a lo cual Mara, en tanto que personificación del “mal”,
representa fundamentalmente el conjunto de ilusiones que impiden a los
seres humanos lograr su liberación. Se la da por ello el título de
“Señor de la Ilusión” y, ya que en el Budismo permanecer en la ilusión
implica permanecer en el samsara y por ende morir una y otra vez, Mara
es también llamado “Señor de la Muerte” y “Dios de la Destrucción”.
Ahora y hablando de ‹‹Mara›› en tanto
término (más que en tanto ser) cuya significación ha variado a través
del tiempo y los distintos textos de la tradición budista, tenemos que
sus acepciones han sido las siguientes:
El Demonio del Sexto Cielo:
Aquí Mara es el demonio que rige el Sexto Cielo o Mundo del Deseo.
Puede así tentar a las personas con deseos sensoriales como ocurre en la
gula o la lujuria, pero también puede tentar con un deseo mucho más
destructivo como es el deseo de poder y su expresión extrema en el ansía
de dominar y explotar a otros… En esta acepción Mara es una “deidad”
antropomórfica propia del mundo mitológico, pudiendo ser comprendido
como un ser real, como un demonio y no como un mero personaje simbólico.
No obstante cabe advertir que, esta creencia en él como ser real, se
halla prácticamente restringida al budismo popular, a los individuos que
no tienen comprensión teórica de la doctrina budista. Por otra parte,
la naturaleza de Mara en esta acepción no excluye su comprensión como un
ser que, si bien puede ser visto como real por algunos, es
evidentemente una personificación del deseo como cadena entre el hombre y
el samsara (con el sufrimiento que esto conlleva). También se dice que
personifica la capacidad inherente de hacer el mal y que se deleita
minando las energías vitales de la gente. Por último, algo curioso de
Mara en esta acepción es que se concibe como autor del infierno personal
en tanto artífice de la llamada “satisfacción del deseo”. Esto se
entiende mejor si advertimos que, en el Budismo, el cielo y el infierno
suelen comprenderse como estados del sujeto, de modo que, si Mara
satisface nuestros deseos, no sufriremos lo suficiente como para desear
liberarnos del sufrimiento y emprender así el camino hacia la toma de
conciencia de las causas del mismo (este es el primer paso en la
liberación espiritual).
Un conjunto de deidades: Tal y como se ve en el Sutra Dhammacakkap pavattana, habrían varios Maras y no uno solo.
La personificación de la muerte:
Es aquí donde Mara aparece con títulos como Señor de la Muerte
(Maccuraaja), Exterminador (Antaka), Gran Rey (Mahaaraaja) o El
Inescapable (Namuci). Y es que todo lo vivo cae bajo el dominio de la
muerte, pues todo ser viviente ha de morir y, en el caso del hombre,
renacer y nuevamente morir. Debido a ello se habla de la “ineluctable
presencia de la muerte”, evitable solo para quien ha alcanzado el
nirvana (liberación del samsara).
La personificación del “mal”:
Esta acepción se ha puesto aparte porque, como personificación de la
muerte, Mara asume el carácter de una fuerza exterior que siempre estará
presente en la realidad aunque tal o cual ser particular se libre de
ella; mientras que, como personificación del “mal” (antes ya se explicó
qué es el mal para el Budismo), Mara es el conjunto de tendencias que
conforman aquella dimensión del individuo que se opone a su iluminación;
o, dicho en términos menos técnicos, es nuestro lado oscuro… De allí
que en esta acepción Mara representa al apego, el odio, el orgullo, la
crueldad, la pereza, la cobardía, el egoísmo, etc.
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Las raíces de Mara
Mara pudo haber tenido más de un
antecedente en la mitología pre-budista. Incluso, ciertos estudios
sugieren que hasta cierto punto se basó en un personaje actualmente
olvidado en el folclore popular.
En esta línea, Lynn Jnana Sipe (profesor de Budismo Zen) dentro de su libro Reflexiones sobre Mara
afirma que, la noción de un ser responsable del mal y la muerte, se
halla presente en las tradiciones mitológicas védicas y brahamánicas,
aunque también en tradiciones no brahamánicas como la del Jainismo. En
otras palabras, todas las religiones de la India parecen haber tenido un
personaje análogo a Mara en sus mitos.
Lo anterior sugiere que parte de las
raíces de Mara están en los antiguos mitos de India, tal y como se ve en
la influencia de Namuci, demonio védico de las sequías. Dice al
respecto Jnana Sipe:
‹‹Mientras que Namuci aparece
inicialmente en el Canon Pali como él mismo, en los primeros textos
budistas tuvo que ser transformado para ser el mismo que Mara, dios de
la muerte. En la demonología budista, la figura de Namuci junto a sus
asociaciones de mortífera hostilidad como consecuencia de las sequías
que representaba, fue tomada y utilizada en vistas a la construcción del
personaje simbólico de Mara. Así es El Maligno: él es Namuci,
amenzadando el bienestar de la Humanidad. Mara, no amenazando con
lluvias estacionales, sino ocultando u obscureciendo el conocimiento de
la verdad.››
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Mara en los primeros textos
Ananda WP Guruge escribe en Encuentros de Buda con Mara el Tentador que tratar de armar un relato coherente de Mara es imposible: ‹‹En
su Diccionario de Nombres Propios Paali, el profesor GP Malalasekera
introduce a Mara como “la Personificación de la Muerte, el Maligno, el
Tentador (equivalente budista del Diablo o Principio de la
Destrucción)”. Y continúa: “Las leyendas sobre Mara son muy intrincadas
en los libros y cualquier intento por desentrañarlas es un desafío” ››
Así
mismo, Ananda Guruge escribe que Mara tiene varios roles distintos en
los textos antiguos, y que hasta parecería tratarse de personajes
diferentes, siendo unas veces la muerte encarnada, otras la
representación de las emociones torpes y la tentación, y otras una
personificación de los aspectos que conforman la existencia
condicionada.
Particularmente en el Dhammapada (libro
supuestamente escrito por el Buda Siddhartha Gautama), Mara es tomado
como un personaje simbólico que representa los placeres egoístas, la
sensualidad, la ambición, la desmesura, el apego y todo lo que nos ata
al mundo y nos impide la percepción de la verdad y la liberación. Ocurre
así que el Budismo, en su pureza originaria, no habla de demonios sino
en el plano de los simbolismos, siendo que fue más tarde cuando, en
virtud de influencias como las del folclore chino o japonés, se empezó a
hablar de demonios reales, aunque en su posterior evolución el Budismo
siempre estuvo consciente de que tal concepción de los demonios era
propia de sus aspectos mitológicos y populares. Volviendo al Dhammapada,
se pueden citar los siguientes versículos como ejemplos que muestran el
uso evidente de Mara como ser simbólico:
- ‹‹Al que vive apegado al placer, con los sentidos irrefrenados, sin moderación en la comida, indolente, inactivo, a ese Mara lo derriba, como el viento derriba a un árbol débil.››
- ‹‹Dispersa, vagando sola, incorpórea, oculta en una cueva, es la mente. Aquellos que la someten se liberan de las cadenas de Mara.››
- ‹‹Percibiendo que este cuerpo es frágil como una vasija, y convirtiendo su mente tan fuerte como una ciudad fortificada vencerá a Mara con el cuchillo de la sabiduría. Velará por su conquista y vivirá sin apego.››
- ‹‹Mara no encuentra el sendero hacia aquellos que son perfectos en la virtud, viviendo vigilantes y libres de mancillas, a través de la perfecta realización (de las Verdades).››
- ‹‹Aquellos que entran en el Sendero y cultivan la meditación se liberan de las garras de Mara.››
- ‹‹El que se perturba con perversos pensamientos, que es excesivamente ávido, que se recrea en pensamientos de apego y aumenta más y más la avidez, hace cada vez más sólidos los grilletes de Mara.››
.
Mara y Buda
Fue en el contexto de los relatos
llamados “jatakas” en donde surgió Mara como una personalidad demoníaca
bien definida aunque simbólica, más no ya en la forma simple y meramente
metafórica que se veía en el Dhammapada, sino en la forma propia del
relato alegórico. Estrechamente vinculado a ese carácter alegórico que a
veces se advierte en los jatakas está el hecho de que los primeros
relatos sobre la vida de Buda aparecieron tres siglos luego de su
muerte, a lo cual se suma el que fueron varios los jatakas que se
escribieron sobre él (el primer buda histórico), de modo que todos esos
textos no deben tomarse tanto como documentos históricos pues fueron
inspirados total o parcialmente (dependiendo del jataka) con fines
didácticos, pese a acotar datos suficientes para construir una biografía
de Buda.
En consonancia con lo expuesto vemos que
existen diversas historias sobre la aparición de Mara en la búsqueda de
la iluminación por parte de Buda. Pese a las variaciones, en todas las
historias Mara es un tentador, un representante de la ignorancia
espiritual y de todas las tendencias que se oponen a la iluminación.
Un resumen del relato esencial (incorporando detalles de ciertas versiones) podría contarse así:
Tras varios años (6, según ciertas
fuentes) de intensa práctica ascética, el cuerpo de Siddhartha quedó
demacrado y su mente sin alcanzar la iluminación. Comprendió así que,
los rigores de la privación extrema y de la mortificación, no eran un
camino adecuado hacia la liberación espiritual. Entonces se retiró a un
bosque y allí hizo el propósito firme de sentarse a meditar bajo un
árbol, incansablemente hasta conseguir la iluminación.
Los días pasaron y pasaron pero la
voluntad de Buda permanecía inalterable y en su mente resplandecían cada
vez con más intensidad las verdades sobre la naturaleza última de la
realidad, la vacuidad e insubstancialidad del ego y de los fenómenos, y
las causas del sufrimiento y de la continuidad de los seres en el
mortificante círculo del samsara.
Pero esa misma fuerza de su
determinación hizo que pronto Mara (el rey de los demonios) se
preocupase, enviando a sus ejércitos para quebrar la voluntad de
Siddharta, quien respondiendo a la tentación de Mara describió (en
cierta fuente) a sus ejércitos de este modo: ‹‹La sensualidad y los
placeres forman tu primer ejército, el segundo se llama Aversión. Tu
tercer ejército es el Hambre y la Sed, el cuarto, el Deseo. Tu quinto
ejército es Pereza e Indolencia, el sexto, Cobardía. Tu séptimo ejército
es la Duda, el octavo, la Hipocresía y la Estupidez. Ganancias, Fama,
Honores y Gloria falsamente obtenidos, la Alabanza de uno mismo y el
Menosprecio de los demás; éste es tu ejército››.
Viendo que Shakyamuni (nombre comúnmente
usado para el Buda Siddhartha) no claudicaba, Mara envió a sus tres
hermosas hijas para que lo seduzcan y lo desvíen de su búsqueda
espiritual. Esas hijas eran Deseo, Satisfacción y Arrepentimiento, al
menos en la versión del antropólogo Joseph Campbell. En su texto La vida de Buda. Una interpretación, Gadjin M. Nagao nos da una imagen detallada del pasaje: ‹‹Al
no tener éxito, Mara le envía a sus tres hijas para seducirlo
sexualmente. Las tres hijas recurren a toda clase de ardides amorosos de
que disponen, exhibiendo su piel semejante al alabastro, atrayéndolo
con canciones y danzas, miradas de soslayo y dulces palabras de elogio.
Se pasean frente a él levantando sus faldas y diciéndole cosas como:
“Quisiera ser la servidora de un gran hombre como tú”. Pero, es
innecesario decirlo, Shakyamuni permanece inmutable.››
Irritado ante el autocontrol de Siddhartha, Mara le dice que el asiento de la iluminación le corresponde por derecho a él. “¡Yo soy tu testigo!”, claman al unísono los demonios de Mara, quien desdeñoso interroga a Buda diciéndole: “¿Quién hablará por ti?”
Entonces Siddhartha, conservando aún su
postura meditativa de flor de loto, acerca la mano derecha a la tierra y
la toca (la pone hacia abajo sobre su rodilla derecha, según otras
fuentes). Tras ser tocada, la tierra tiembla, se abre y de ella sale la
Diosa Tierra (personaje simbólico) con un jarrón de flores. “Yo doy
testimonio”, dice la diosa, aunque las palabras que expresa en la
versión de Joseph Campbell son más impactantes a la hora de entender el
sentido de la budeidad: ‹‹Éste es mi hijo amado, quien a través de innumerables vidas se ha entregado a sí mismo, por lo que no hay un cuerpo aquí››
Posteriormente al testimonio de la Diosa
Tierra, Mara y sus ejércitos desaparecen y Siddhartha Gautama alcanza
la iluminación, viendo entonces todas sus vidas anteriores y
comprendiendo el proceso de las doce causas que atan a los seres al
sufrimiento del samsara.
.
Interpretaciones de Mara
En la comprensión ortodoxa de las
escuelas budistas Theravada y Mahayana, partiendo del personaje
simbólico de Mara se elaboró la teoría de los “cuatro maras” como
elementos internos opuestos al logro de la iluminación. Estos son:
1) Las emociones turbadoras:
principalmente la ignorancia-estupidez-confusión, el deseo-apego y la
cólera-odio. Estas emociones general karma, por lo que ocasionan
sufrimiento y nos mantienen en el samsara.
2) Los cinco agregados psico-físicos:
forma, sensación, discernimiento, composición mental y conciencia. Estos
agregados son fenómenos impermanentes, no existen por sí mismos (su
existencia está condicionada) y originan la ilusión del “yo”; en el
sentido de que, si el yo se forma de estos cinco agregados y estos cinco
agregados son impermanentes, al desmontarlos no queda nada, por lo que
el yo es también impermanente y no existe por sí mismo.
3) El temor a la muerte: el temor a la
muerte tiende a hacernos identificar con el cuerpo (nos preguntamos:
¿sobreviviremos si cesa el cuerpo?) y a desear la continuidad de nuestra
existencia, por lo que nos hace continuar en el ciclo de
reencarnaciones y, en tanto que el temor es una forma de sufrimiento,
del temor a la muerte puede decirse que es un sufrimiento que nos ata a
un mecanismo (samsara) en que se generan otros sufrimientos.
4) La seducción del placer: el deseo que
la seducción del placer nos genera puede conducirnos a una
insatisfacción en la que la frustración, la envidia y el odio florezcan,
o bien puede, si es que es satisfecho, tenernos en un estado de
contento superficial que nos impida profundizar en la vida y superar las
ataduras en vistas a conseguir un bienestar incondicionado y por tanto
distinto y superior al bienestar de la satisfacción del deseo de placer,
el cual siempre terminará por desembocar en la insatisfacción porque
tarde o temprano, o bien se irá aquello que nos causa placer, o bien
tomaremos conciencia de que estamos vacíos y la satisfacción del deseo
de placer ya no podrá salvarnos de nuestras carencias internas. Según la
teoría budista, este mara está vinculado a la alimentación de la
ilusión que representa la falsa distinción entre el “yo” y los “demás”,
la cual tiende a conducirnos al egoísmo, a la envidia y a otros estados
de sufrimiento.
jueves, 2 de noviembre de 2017
Las plantas manchegas de Todos los Santos
Las plantas y las costumbres arraigadas con la muerte, los cementerios y las brujas en La Mancha son mucho más antiguas que las recién “adoptadas” tradiciones anglosajonas. Hoy repasamos estas costumbres y la simbología de ciertos árboles y plantas
Tradicionalmente en La Mancha, el Día de Todos los Santos ha sido el día de honrar a nuestros difuntos. Una noche donde cada vez más aceptamos como costumbres propias el popular Halloween. Sin embargo, las plantas y las costumbres arraigadas con la muerte, los cementerios y las brujas aquí en la comarca son mucho más antiguas que las recién “adoptadas” tradiciones anglosajonas. Hoy daremos un repaso por dichas costumbres y la simbología de ciertos árboles y plantas.
¿Por qué se plantan cipreses en los cementerios?
El ciprés es un árbol que siempre se asocia a los camposantos. Apenas existen cementerios donde no haya una hilera de cipreses. Son varias las razones: la primera y más pragmática es su facilidad de crecimiento, su madera imputrescible y lo poco invasiva que resultan sus raíces, verticales y que apenas levantan el suelo o provocan estropicios colaterales en tumbas y nichos. Sirven además de cortavientos, siempre están verdes y a muchos les generan una gran serenidad. Otra de las razones, son mitológicas: los primeros cristianos decían que eran árboles que apuntaban la dirección hacia donde las almas tenían que partir. Se piensa que era una tradición “adaptada” de la mitología griega. Se trataba de Cipariso, un muchacho que fue amante del Dios Apolo. En su idilio Apolo le regaló un ciervo, que fue su fiel compañero y tiempo después también le regaló una jabalina. Cipariso lanzó la jabalina para cazar un animal e hirió mortalmente a su ciervo. El joven pidió al Dios Apolo poder llorarle a su fiel compañero eternamente y lo convirtió en ciprés (árbol que simboliza la tristeza y el dolor) Se dice que las lágrimas eternas corresponden a la resina que emana de sus troncos y a las piñas o conos de este árbol. Una última razón es la práctica: los cristianos enterraban sin ataúd, directamente en la tierra, y un acúmulo de cadáveres provocaba un olor insoportable. Los cipreses acidifican el suelo con sustancias que evitan el crecimiento de otras plantas, pero que también disimulaban enormemente el olor producido en los antiguos cementerios. De ahí su uso.
Pues los cipreses a buen seguro que fueron los primeros árboles importados a Alcázar y la comarca. Todos los romanos que tenían un patio -hortus- plantaban un ciprés. Seguro que en la Alces romana y en el Barrio de Santa María abundaron estos árboles. También es de sobra conocido que hay pueblos llamados de las “Brujas”, como Herencia o Daimiel, donde al menos en el segundo hay constancia de mujeres acusadas de Brujería por el Tribunal de la Santa Inquisición en el siglo XVI (1541). Se hablaba de Juana Ruiz, que salía por su chimenea hacia el cementerio para robar huesos, o de Apolonia la Forastera, acusada de organizar aquelarres, orar al demonio y fabricar ungüentos demoníacos. Todas ellas tienen un elemento común, y es el uso de la madera de ciprés como madera utilizada para sus mesas, que tenían que ser de este árbol por sus supuestas cualidades mágicas. También fue un árbol que simbolizaba la figura femenina.
¿Había escobas de brujas en La Mancha?
¿Qué otro árbol se relaciona con la brujería y la hechicería en La Mancha?
Sin duda alguna, la higuera. De ella se cuentan numerosísimas leyendas. Se dice que cortar una higuera provoca la muerte en menos de cinco años al que lo haga. Que si duermes en luna llena bajo una higuera y miras a un pozo, podrás ver el día de tu entierro. Aquí no sólo se usó para cortar la leche o macerar la carne. Se dice aún que las embarazadas no pueden acercarse a una higuera porque causan la locura en el feto o si se tendiera la ropa de un bebé en sus ramas. Se cuenta también que en esta época era frecuente encontrar nudos de esparto allá donde algún campesino había fallecido en extrañas circunstancias. Además, existen plantas de las que se cuenta que son las que crecen en las puertas del infierno, como los gamones que crecen en la Sierra de Herencia o en Valdehierro.
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