En la mitología budista, Mara es el regente del Cielo del Deseo y se encarga de tentar a la gente mediante los sentidos y el deseo de aprovecharse y/o dominar a los demás. Pero también y principalmente Mara es un ser simbólico que representa la ignorancia espiritual, el apego, el odio y cuanto se opone al logro de la iluminación y la liberación.
Mara es el principal demonio de la
mitología budista y su origen se remonta a algunos de los textos
sagrados que hablan de la vida del primer buda histórico, introduciendo a
Mara como la personificación del mal que, a manera de tentador, se hace
presente en la lucha espiritual de Buda por conseguir la iluminación.
Sin embargo, la creencia en Mara como un ser real pertenece a las poco
letradas manifestaciones del Budismo en la cultura popular; ya que, los
monjes y todo budista medianamente ilustrado, comprenden que Mara es en
esencia un ser simbólico, una personificación del mal entendido
básicamente como el conjunto de fuerzas (externas e internas) y
tendencias que favorecen el anclaje del individuo en el samsara (ciclo
de nacimiento, vida, muerte y resurrección), oponiéndose así a la
iluminación, la liberación del sufrimiento y la realización espiritual.
Pero el mal del Budismo no es el MAL del
Cristianismo y del Islam, no está intrínsecamente ligado a los
conceptos de ‹‹culpa›› y ‹‹pecado›› y, como aclara un portal de Budismo
Shin (corriente budista surgida hace más de 800 años en Japón), “no es
una entidad viva, es simplemente el síntoma de la ignorancia
espiritual”, ignorancia ésta que tiene como principales consecuencias al
apego y al odio, que junto a ella conforman los llamados “tres grandes
venenos”. Por eso en el fondo el “mal” budista es ignorancia y error,
debido a lo cual Mara, en tanto que personificación del “mal”,
representa fundamentalmente el conjunto de ilusiones que impiden a los
seres humanos lograr su liberación. Se la da por ello el título de
“Señor de la Ilusión” y, ya que en el Budismo permanecer en la ilusión
implica permanecer en el samsara y por ende morir una y otra vez, Mara
es también llamado “Señor de la Muerte” y “Dios de la Destrucción”.
Ahora y hablando de ‹‹Mara›› en tanto
término (más que en tanto ser) cuya significación ha variado a través
del tiempo y los distintos textos de la tradición budista, tenemos que
sus acepciones han sido las siguientes:
El Demonio del Sexto Cielo:
Aquí Mara es el demonio que rige el Sexto Cielo o Mundo del Deseo.
Puede así tentar a las personas con deseos sensoriales como ocurre en la
gula o la lujuria, pero también puede tentar con un deseo mucho más
destructivo como es el deseo de poder y su expresión extrema en el ansía
de dominar y explotar a otros… En esta acepción Mara es una “deidad”
antropomórfica propia del mundo mitológico, pudiendo ser comprendido
como un ser real, como un demonio y no como un mero personaje simbólico.
No obstante cabe advertir que, esta creencia en él como ser real, se
halla prácticamente restringida al budismo popular, a los individuos que
no tienen comprensión teórica de la doctrina budista. Por otra parte,
la naturaleza de Mara en esta acepción no excluye su comprensión como un
ser que, si bien puede ser visto como real por algunos, es
evidentemente una personificación del deseo como cadena entre el hombre y
el samsara (con el sufrimiento que esto conlleva). También se dice que
personifica la capacidad inherente de hacer el mal y que se deleita
minando las energías vitales de la gente. Por último, algo curioso de
Mara en esta acepción es que se concibe como autor del infierno personal
en tanto artífice de la llamada “satisfacción del deseo”. Esto se
entiende mejor si advertimos que, en el Budismo, el cielo y el infierno
suelen comprenderse como estados del sujeto, de modo que, si Mara
satisface nuestros deseos, no sufriremos lo suficiente como para desear
liberarnos del sufrimiento y emprender así el camino hacia la toma de
conciencia de las causas del mismo (este es el primer paso en la
liberación espiritual).
Un conjunto de deidades: Tal y como se ve en el Sutra Dhammacakkap pavattana, habrían varios Maras y no uno solo.
La personificación de la muerte:
Es aquí donde Mara aparece con títulos como Señor de la Muerte
(Maccuraaja), Exterminador (Antaka), Gran Rey (Mahaaraaja) o El
Inescapable (Namuci). Y es que todo lo vivo cae bajo el dominio de la
muerte, pues todo ser viviente ha de morir y, en el caso del hombre,
renacer y nuevamente morir. Debido a ello se habla de la “ineluctable
presencia de la muerte”, evitable solo para quien ha alcanzado el
nirvana (liberación del samsara).
La personificación del “mal”:
Esta acepción se ha puesto aparte porque, como personificación de la
muerte, Mara asume el carácter de una fuerza exterior que siempre estará
presente en la realidad aunque tal o cual ser particular se libre de
ella; mientras que, como personificación del “mal” (antes ya se explicó
qué es el mal para el Budismo), Mara es el conjunto de tendencias que
conforman aquella dimensión del individuo que se opone a su iluminación;
o, dicho en términos menos técnicos, es nuestro lado oscuro… De allí
que en esta acepción Mara representa al apego, el odio, el orgullo, la
crueldad, la pereza, la cobardía, el egoísmo, etc.
.
Las raíces de Mara
Mara pudo haber tenido más de un
antecedente en la mitología pre-budista. Incluso, ciertos estudios
sugieren que hasta cierto punto se basó en un personaje actualmente
olvidado en el folclore popular.
En esta línea, Lynn Jnana Sipe (profesor de Budismo Zen) dentro de su libro Reflexiones sobre Mara
afirma que, la noción de un ser responsable del mal y la muerte, se
halla presente en las tradiciones mitológicas védicas y brahamánicas,
aunque también en tradiciones no brahamánicas como la del Jainismo. En
otras palabras, todas las religiones de la India parecen haber tenido un
personaje análogo a Mara en sus mitos.
Lo anterior sugiere que parte de las
raíces de Mara están en los antiguos mitos de India, tal y como se ve en
la influencia de Namuci, demonio védico de las sequías. Dice al
respecto Jnana Sipe:
‹‹Mientras que Namuci aparece
inicialmente en el Canon Pali como él mismo, en los primeros textos
budistas tuvo que ser transformado para ser el mismo que Mara, dios de
la muerte. En la demonología budista, la figura de Namuci junto a sus
asociaciones de mortífera hostilidad como consecuencia de las sequías
que representaba, fue tomada y utilizada en vistas a la construcción del
personaje simbólico de Mara. Así es El Maligno: él es Namuci,
amenzadando el bienestar de la Humanidad. Mara, no amenazando con
lluvias estacionales, sino ocultando u obscureciendo el conocimiento de
la verdad.››
.
Mara en los primeros textos
Ananda WP Guruge escribe en Encuentros de Buda con Mara el Tentador que tratar de armar un relato coherente de Mara es imposible: ‹‹En
su Diccionario de Nombres Propios Paali, el profesor GP Malalasekera
introduce a Mara como “la Personificación de la Muerte, el Maligno, el
Tentador (equivalente budista del Diablo o Principio de la
Destrucción)”. Y continúa: “Las leyendas sobre Mara son muy intrincadas
en los libros y cualquier intento por desentrañarlas es un desafío” ››
Así
mismo, Ananda Guruge escribe que Mara tiene varios roles distintos en
los textos antiguos, y que hasta parecería tratarse de personajes
diferentes, siendo unas veces la muerte encarnada, otras la
representación de las emociones torpes y la tentación, y otras una
personificación de los aspectos que conforman la existencia
condicionada.
Particularmente en el Dhammapada (libro
supuestamente escrito por el Buda Siddhartha Gautama), Mara es tomado
como un personaje simbólico que representa los placeres egoístas, la
sensualidad, la ambición, la desmesura, el apego y todo lo que nos ata
al mundo y nos impide la percepción de la verdad y la liberación. Ocurre
así que el Budismo, en su pureza originaria, no habla de demonios sino
en el plano de los simbolismos, siendo que fue más tarde cuando, en
virtud de influencias como las del folclore chino o japonés, se empezó a
hablar de demonios reales, aunque en su posterior evolución el Budismo
siempre estuvo consciente de que tal concepción de los demonios era
propia de sus aspectos mitológicos y populares. Volviendo al Dhammapada,
se pueden citar los siguientes versículos como ejemplos que muestran el
uso evidente de Mara como ser simbólico:
- ‹‹Al que vive apegado al placer, con los sentidos irrefrenados, sin moderación en la comida, indolente, inactivo, a ese Mara lo derriba, como el viento derriba a un árbol débil.››
- ‹‹Dispersa, vagando sola, incorpórea, oculta en una cueva, es la mente. Aquellos que la someten se liberan de las cadenas de Mara.››
- ‹‹Percibiendo que este cuerpo es frágil como una vasija, y convirtiendo su mente tan fuerte como una ciudad fortificada vencerá a Mara con el cuchillo de la sabiduría. Velará por su conquista y vivirá sin apego.››
- ‹‹Mara no encuentra el sendero hacia aquellos que son perfectos en la virtud, viviendo vigilantes y libres de mancillas, a través de la perfecta realización (de las Verdades).››
- ‹‹Aquellos que entran en el Sendero y cultivan la meditación se liberan de las garras de Mara.››
- ‹‹El que se perturba con perversos pensamientos, que es excesivamente ávido, que se recrea en pensamientos de apego y aumenta más y más la avidez, hace cada vez más sólidos los grilletes de Mara.››
.
Mara y Buda
Fue en el contexto de los relatos
llamados “jatakas” en donde surgió Mara como una personalidad demoníaca
bien definida aunque simbólica, más no ya en la forma simple y meramente
metafórica que se veía en el Dhammapada, sino en la forma propia del
relato alegórico. Estrechamente vinculado a ese carácter alegórico que a
veces se advierte en los jatakas está el hecho de que los primeros
relatos sobre la vida de Buda aparecieron tres siglos luego de su
muerte, a lo cual se suma el que fueron varios los jatakas que se
escribieron sobre él (el primer buda histórico), de modo que todos esos
textos no deben tomarse tanto como documentos históricos pues fueron
inspirados total o parcialmente (dependiendo del jataka) con fines
didácticos, pese a acotar datos suficientes para construir una biografía
de Buda.
En consonancia con lo expuesto vemos que
existen diversas historias sobre la aparición de Mara en la búsqueda de
la iluminación por parte de Buda. Pese a las variaciones, en todas las
historias Mara es un tentador, un representante de la ignorancia
espiritual y de todas las tendencias que se oponen a la iluminación.
Un resumen del relato esencial (incorporando detalles de ciertas versiones) podría contarse así:
Tras varios años (6, según ciertas
fuentes) de intensa práctica ascética, el cuerpo de Siddhartha quedó
demacrado y su mente sin alcanzar la iluminación. Comprendió así que,
los rigores de la privación extrema y de la mortificación, no eran un
camino adecuado hacia la liberación espiritual. Entonces se retiró a un
bosque y allí hizo el propósito firme de sentarse a meditar bajo un
árbol, incansablemente hasta conseguir la iluminación.
Los días pasaron y pasaron pero la
voluntad de Buda permanecía inalterable y en su mente resplandecían cada
vez con más intensidad las verdades sobre la naturaleza última de la
realidad, la vacuidad e insubstancialidad del ego y de los fenómenos, y
las causas del sufrimiento y de la continuidad de los seres en el
mortificante círculo del samsara.
Pero esa misma fuerza de su
determinación hizo que pronto Mara (el rey de los demonios) se
preocupase, enviando a sus ejércitos para quebrar la voluntad de
Siddharta, quien respondiendo a la tentación de Mara describió (en
cierta fuente) a sus ejércitos de este modo: ‹‹La sensualidad y los
placeres forman tu primer ejército, el segundo se llama Aversión. Tu
tercer ejército es el Hambre y la Sed, el cuarto, el Deseo. Tu quinto
ejército es Pereza e Indolencia, el sexto, Cobardía. Tu séptimo ejército
es la Duda, el octavo, la Hipocresía y la Estupidez. Ganancias, Fama,
Honores y Gloria falsamente obtenidos, la Alabanza de uno mismo y el
Menosprecio de los demás; éste es tu ejército››.
Viendo que Shakyamuni (nombre comúnmente
usado para el Buda Siddhartha) no claudicaba, Mara envió a sus tres
hermosas hijas para que lo seduzcan y lo desvíen de su búsqueda
espiritual. Esas hijas eran Deseo, Satisfacción y Arrepentimiento, al
menos en la versión del antropólogo Joseph Campbell. En su texto La vida de Buda. Una interpretación, Gadjin M. Nagao nos da una imagen detallada del pasaje: ‹‹Al
no tener éxito, Mara le envía a sus tres hijas para seducirlo
sexualmente. Las tres hijas recurren a toda clase de ardides amorosos de
que disponen, exhibiendo su piel semejante al alabastro, atrayéndolo
con canciones y danzas, miradas de soslayo y dulces palabras de elogio.
Se pasean frente a él levantando sus faldas y diciéndole cosas como:
“Quisiera ser la servidora de un gran hombre como tú”. Pero, es
innecesario decirlo, Shakyamuni permanece inmutable.››
Irritado ante el autocontrol de Siddhartha, Mara le dice que el asiento de la iluminación le corresponde por derecho a él. “¡Yo soy tu testigo!”, claman al unísono los demonios de Mara, quien desdeñoso interroga a Buda diciéndole: “¿Quién hablará por ti?”
Entonces Siddhartha, conservando aún su
postura meditativa de flor de loto, acerca la mano derecha a la tierra y
la toca (la pone hacia abajo sobre su rodilla derecha, según otras
fuentes). Tras ser tocada, la tierra tiembla, se abre y de ella sale la
Diosa Tierra (personaje simbólico) con un jarrón de flores. “Yo doy
testimonio”, dice la diosa, aunque las palabras que expresa en la
versión de Joseph Campbell son más impactantes a la hora de entender el
sentido de la budeidad: ‹‹Éste es mi hijo amado, quien a través de innumerables vidas se ha entregado a sí mismo, por lo que no hay un cuerpo aquí››
Posteriormente al testimonio de la Diosa
Tierra, Mara y sus ejércitos desaparecen y Siddhartha Gautama alcanza
la iluminación, viendo entonces todas sus vidas anteriores y
comprendiendo el proceso de las doce causas que atan a los seres al
sufrimiento del samsara.
.
Interpretaciones de Mara
En la comprensión ortodoxa de las
escuelas budistas Theravada y Mahayana, partiendo del personaje
simbólico de Mara se elaboró la teoría de los “cuatro maras” como
elementos internos opuestos al logro de la iluminación. Estos son:
1) Las emociones turbadoras:
principalmente la ignorancia-estupidez-confusión, el deseo-apego y la
cólera-odio. Estas emociones general karma, por lo que ocasionan
sufrimiento y nos mantienen en el samsara.
2) Los cinco agregados psico-físicos:
forma, sensación, discernimiento, composición mental y conciencia. Estos
agregados son fenómenos impermanentes, no existen por sí mismos (su
existencia está condicionada) y originan la ilusión del “yo”; en el
sentido de que, si el yo se forma de estos cinco agregados y estos cinco
agregados son impermanentes, al desmontarlos no queda nada, por lo que
el yo es también impermanente y no existe por sí mismo.
3) El temor a la muerte: el temor a la
muerte tiende a hacernos identificar con el cuerpo (nos preguntamos:
¿sobreviviremos si cesa el cuerpo?) y a desear la continuidad de nuestra
existencia, por lo que nos hace continuar en el ciclo de
reencarnaciones y, en tanto que el temor es una forma de sufrimiento,
del temor a la muerte puede decirse que es un sufrimiento que nos ata a
un mecanismo (samsara) en que se generan otros sufrimientos.
4) La seducción del placer: el deseo que
la seducción del placer nos genera puede conducirnos a una
insatisfacción en la que la frustración, la envidia y el odio florezcan,
o bien puede, si es que es satisfecho, tenernos en un estado de
contento superficial que nos impida profundizar en la vida y superar las
ataduras en vistas a conseguir un bienestar incondicionado y por tanto
distinto y superior al bienestar de la satisfacción del deseo de placer,
el cual siempre terminará por desembocar en la insatisfacción porque
tarde o temprano, o bien se irá aquello que nos causa placer, o bien
tomaremos conciencia de que estamos vacíos y la satisfacción del deseo
de placer ya no podrá salvarnos de nuestras carencias internas. Según la
teoría budista, este mara está vinculado a la alimentación de la
ilusión que representa la falsa distinción entre el “yo” y los “demás”,
la cual tiende a conducirnos al egoísmo, a la envidia y a otros estados
de sufrimiento.
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