Para los cristianos, una vez fallecidos, el alma de los que han
tenido un comportamiento correcto irá al Cielo, para los judíos, una vez
haya venido el Mesías, al Seno de Abraham, para los musulmanes, la
recompensa es el Paraíso y para los griegos el lugar del descanso eterno era Elysium.
Ἠλύσιον πεδία o Êlýsia Pedía, cuya traducción es campos o llanuras “alcanzados por el rayo”, es el lugar donde las “sombras” vivían eternamente. Esta idea posiblemente provenía de la religión minoica. La Sombras eran las almas inmortales de los seres humanos. Las almas de todos los hombres y mujeres que hubieran tenido una vida virtuosa y las de los guerreros cuyo comportamiento hubiera sido heroico, tenían derecho a una eternidad feliz, rodeada de la máxima dicha, en un lugar de extrema belleza natural, y ese lugar era Elysium. Los condenados, en contraposición, vivirían una eternidad de tormento en el Tártaro.
Para llegar a Elysium se debía cruzar el río Aqueronte, atravesar el inframundo y por último el río Lete. Allí vivían los dioses, libres y sin pecados y ellos elegían a los humanos que debían compartir la dicha eterna. Primero, únicamente a los que estaban relacionados con ellos por algún motivo, pero luego también, como hemos dicho, a los virtuosos y a los héroes. Praderas siempre verdes, agua, vino y ambrosía en abundancia, y al final la Ciudad Dorada en la que los espíritus vivían en una continuada euforia.
En una tradición griega anterior al concepto de Elysium, ese paraíso donde habitarían las sombras, era conocido como “Islas de los Bienaventurados” o “Islas Afortunadas” y se localizaban en algún lugar prácticamente inalcanzable del Océano Atlántico.
La principal avenida de París, como todos sabemos, se llama “Campos Elíseos” y su nombre proviene de ese lugar de gozo y dicha en el que las “sombras” griegas pasaban la eternidad.
Ἠλύσιον πεδία o Êlýsia Pedía, cuya traducción es campos o llanuras “alcanzados por el rayo”, es el lugar donde las “sombras” vivían eternamente. Esta idea posiblemente provenía de la religión minoica. La Sombras eran las almas inmortales de los seres humanos. Las almas de todos los hombres y mujeres que hubieran tenido una vida virtuosa y las de los guerreros cuyo comportamiento hubiera sido heroico, tenían derecho a una eternidad feliz, rodeada de la máxima dicha, en un lugar de extrema belleza natural, y ese lugar era Elysium. Los condenados, en contraposición, vivirían una eternidad de tormento en el Tártaro.
Para llegar a Elysium se debía cruzar el río Aqueronte, atravesar el inframundo y por último el río Lete. Allí vivían los dioses, libres y sin pecados y ellos elegían a los humanos que debían compartir la dicha eterna. Primero, únicamente a los que estaban relacionados con ellos por algún motivo, pero luego también, como hemos dicho, a los virtuosos y a los héroes. Praderas siempre verdes, agua, vino y ambrosía en abundancia, y al final la Ciudad Dorada en la que los espíritus vivían en una continuada euforia.
La principal avenida de París, como todos sabemos, se llama “Campos Elíseos” y su nombre proviene de ese lugar de gozo y dicha en el que las “sombras” griegas pasaban la eternidad.
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