Uruk
de Mesopotamia fue probablemente el primer inmortal de las leyendas. Se
creía de él que era un individuo “normal” que, sencillamente, no podía
morir. Sin embargo, la mitología sugiere que siempre han existido
inmortales y consejeros. En este sentido, Uruk podría ser considerado
como el primer ejemplo de un consejero inmortal de la humanidad.
Gilgamesh
era rey de la ciudad de Uruk. Supuestamente vivió 2.000 años después de
Uruk el Inmortal. Según algunas leyendas, Uruk vivió en la corte de
Gilgamesh, e incluso fue uno de sus maestros. Gilgamesh era hijo de
Enkidu y Ninsun.
Dos vidas, dos formas de ser
El
mito de Enkidu nos habla de nueve mujeres inmortales que llegaron hasta
él cuando nació. Estas nueve mujeres eran las hadas que realizaban
predicciones sobre la vida de un niño y su destino al nacer. Tras una
serie de buenos augurios de las primeras ocho hadas, la última, la más
joven pero también la más sabia, predijo que Enkidu viviría dos vidas:
una propia, en la que actuaría erróneamente, y una segunda que le
pertenecería a ella y en la que sus acciones estarían caracterizadas por
su rectitud.
Fragmento de un relieve dedicado a la diosa Ninsun, madre de Gilgamesh. ( Public Domain )
Además,
el hada afirmó que esperaba un gran don para la segunda vida de Enkidu.
Estaba en lo cierto. En su primera vida, a pesar de ser fuerte,
valeroso y sabio, como habían predicho las primeras ocho hadas, Enkidu
cometió muchos errores y lo echó todo a perder tanto en su reino como en
su vida personal. Finalmente, con su reino ya en decadencia, Enkidu se
encontraba en su lecho de muerte. Fue entonces cuando suplicó el perdón
de la sabia hada que había predicho que viviría dos vidas diferentes.
En
ese momento, la inmortal hada se le apareció e hizo retroceder el
tiempo de nuevo hasta el momento en que Enkidu era aún joven. En esta
segunda vida, Enkidu actuó con rectitud, se casó con Ninsun y concibió a
Gilgamesh, el gran ‘don’ que el hada le había predicho.
Posible representación del rey Enkidu. ( CC BY-SA 3.0 )
El mortal deseo de Karún
Carún
era un inmortal de la cultura etrusca. Se cuenta de él que descendió a
los infiernos y regresó, y también es conocido por haber sido infeliz a
causa de su condición inmortal. Es uno de los poquísimos inmortales cuyo
único deseo era la muerte. Curiosamente, en mitos de todo el mundo, los
héroes que viajan al infierno y regresan pueden ser reconocidos como
inmortales porque dejan el mundo de los vivos sin haber muerto y vuelven
a él posteriormente. Los dioses de las antiguas mitologías también son
inmortales. En ocasiones se considera a los antiguos dioses seres
humanos inmortales disfrazados. El dios eslavo Veles, por ejemplo,
admitía ser inmortal, pero no un dios.
Vampiros, hombres-lobo y la Iglesia
Los
vampiros son un buen ejemplo de criaturas mitológicas inmortales. Según
cierta teoría, las historias de vampiros fueron creadas por auténticos
inmortales a fin de mantener en secreto su propia existencia. Taulreus
defiende esta idea en su libro Gheestelycke Sermoonen. Los
seres terroríficos como vampiros y hombres-lobo evitarían por tanto que
la gente considerase la posibilidad de la existencia real de seres
humanos inmortales.
En
el pasado, la Iglesia prohibió e intentó destruir todos aquellos libros
que planteaban la posibilidad de la existencia de inmortales bajo una
forma física. Por otro lado, los alquimistas eran acosados y perseguidos
por buscar la Piedra Filosofal, un mineral legendario que supuestamente
serviría para elaborar el elixir de la vida (eterna).
‘El alquimista en busca de la Piedra Filosofal’, óleo de Joseph Wright, 1711. ( Public Domain )
Leyendas posteriores
La obra Gheestelycke Sermoonen
nos habla de un joven soldado que pasa a formar parte de un grupo de
mercenarios. En el transcurso de una batalla, el joven es testigo de
cómo dan muerte a su comandante, jefe de los mercenarios. Antes de
morir, el jefe deja al joven al mando. Con el paso del tiempo, el nuevo
comandante envejeció y se retiró a una ciudad de algún lugar de Egipto.
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