El grifo (griego: Γρυψ, grips; latín: gryps) era una bestia con cabeza,
patas delanteras y alas de águila y el cuerpo de un león. Estos animales
guardaban yacimientos de oro en ciertas montañas del norte de Europa o
al este de ésta, y sus vecinos, la tribu de los arimspos, luchaban con ellos por estas riquezas. También eran uno de los animales relacionados con el dios Apolo, y en antiguas pinturas aparecen tirando de su carro o sirviéndole como montura. En el Libro de Alexandre vuelven a servir de montura, esta vez de Alejandro Magno,
que enganchó ocho de estos animales a una cesta para explorar lo
desconocido, guiándolos con trozos de carne para dirigir su vuelo.
Alejandro Magno siendo elevado por grifos - Libro de Alexandre |
Heródoto habló de ellos en el libro III de sus Historias, donde menciona sus luchas con los arimaspos
por el oro, para luego, en el libro IV, especificar un poco más su
localización en el norte de Europa, entre varias tribus y pueblos
ficticios:
«Asimismo, es indudable que en el norte de Europa es donde hay una mayor abundancia de oro. Ahora bien, tampoco puedo precisar a ciencia cierta cómo se consigue, únicamente que, según cuentan, los arimaspos, unos individuos que sólo tienen un ojo, se apoderan de él, robándoselo a los grifos [...] Por su parte, Aristeas de Proconeso, hijo de Caistrobio, cuenta en un poema épico que, víctima de la posesión de Febo, llegó hasta los isedones; que más allá de los isedones habitan los arimaspos, unos individuos que sólo tienen un ojo; que más allá de estos últimos se encuentran los grifos, los guardianes del oro; y al norte de ellos los hiperbóreos que se extienden hasta un mar. Pues bien, a excepción de los hiperbóreos, todos estos pueblos, empezando por los arimaspos, atacan constantemente a sus vecinos».
Heródoto parece que omitió la descripción de los grifos en sus textos, pero Pausanias, en el libro I de su Descripción de Grecia especificó el aspecto de estos seres, añadiendo en el libro VIII que hasta poseían manchas como las panteras:
«Estos grifos dice Aristeas de Proconeso en sus versos que lucharon por el oro con los arimaspos de más allá de los isedones; y que el oro que guardan los grifos nace de la tierra. Los arimaspos son todos hombres de un solo ojo desde su nacimiento, y los grifos unos animales parecidos a leones con alas y pico de águila [...] He oído también otras cosas: que los grifos tienen manchas como las de las panteras».
Plinio el Viejo mantiene lo dicho por los anteriores autores en el libro VII de su Historia Natural, pero en el libro X, cuando habla de aves fabulosas, los menciona con orejas:
«Y a continuación de aquellos que están situados al norte, no lejos del sitio mismo donde se levanta el aquilón, y de la cueva que toma nombre de éste, en el lugar que llaman Ges Clitron, se cuenta que están los arimaspos, de los que ya he hablado, caracterizados por tener un solo ojo en medio de la frente, y que están continuamente en guerra por las minas con los grifos, una especie de fieras con alas, según la tradición general, que extrae oro de galerías subterráneas, siendo admirable la avidez que ponen las fieras en custodiarlo y los arimaspos en arrebatárselo [...] los grifos, con la encorvadura del pico dotada de orejas, son seres fabulosos».
Grifo luchando contra un arimaspo a caballo |
Claudio Eliano discrepaba de los autores anteriormente citados, y cambió las tierras de los grifos de entre los arimaspos y los hiperbóreos por la India en su Historias de los animales:
«Tengo entendido que el grifo es un animal de la India, cuadrúpedo como el león y con poderosísimas garras parecidas a las de éste. Dicen que es alado, que las plumas del dorso son negras y las de delante rojas, mientras que las alas verdaderas no son así, sino blancas. Ctesias refiere que el pescuezo está adornado con plumas de un azul oscuro, que su boca es parecida a la del águila y su cabeza como la que los artistas pintan o esculpen. Dicen que los ojos del grifo son como el fuego. Construye su guarida en los montes y, aunque es imposible capturarlo cuando es adulto, se les puede coger de jóvenes. Los bactrios, que son fronterizos de los indios, dicen que son guardianes del oro del país; dicen, además, que lo desentierran y construyen con él sus nidos y que los indios recogen todo el que cae de ellos. Pero los indios dicen que los grifos no guardan dicho oro, porque estos animales no tienen necesidad de él (y, si es esto lo que dicen, creo que dicen verdad), sino que son ellos, los indios, quienes van a atesorar oro, mientras que los grifos luchan contra los invasores por el temor que sienten por sus propios hijos. Luchan contra los demás animales y fácilmente los vencen, pero no se enfrentan al león ni al elefante. Temiendo los naturales del país la impetuosidad de estas fieras, no se acercan al oro durante el día, sino que van de noche, pues creen que en la oscuridad pasan más fácilmente inadvertidos. Esta región, en la que viven los grifos y en donde están las minas de oro, es terriblemente desierta. Y llegan los buscadores del dicho metal en número de mil o dos mil, armados y provistos de palas y sacos; y, vigilando en una noche sin luna, extraen el oro si pasan inadvertidos a los grifos, obteniendo un doble provecho, pues logran conservar la vida y, además, llevan a casa su cargamento; y, cuando los que han aprendido, gracias a su destreza, a fundir el oro, lo han purificado, poseen grandísimo poder para recompensar a la gente por los peligros susodichos. Mas si son cogidos in fraganti, están perdidos. Y regresan a sus hogares, según tengo entendido, al tercer o cuarto año».
Con el paso del tiempo, los grifos pasaron al imaginario popular y a los
bestiarios medieval. Dicha información fue recogida en el De propietatibus rerum de Bartholomeus Anglicus, donde aparece tanto en la sección de aves como en la de bestias:
«En el capítulo XIV del libro de Levítico, el grifo (en realidad se refiere al quebrabtahuesos) es contado entre las aves volantes, y se dice que el grifo tiene cuatro patas y la cabeza y las alas semejantes a las del águila, y el resto de su cuerpo se parece al león. Mora en las montañas de Hiperbórea y hace muchos males a hombres y caballos. Pone en su nido esmeraldas contra las bestias que viven donde mora [...] El grifo es una bestia de cuatro pies y que tiene plumas y alas y mora en las montañas de Hiperbórea. En la parte trasera es como un león y las alas, como la cabeza, son semejantes a las del águila. El grifo aborrece mucho al caballo y le hace mucho mal, como dice Isidoro en el libro XII, y despedaza a los hombres. Y tanto se desea vengar de los caballos que levanta al caballo y al caballero en el aire cuando los puede hallar, como dice la glosa sobre capítulo XIV del libro Deuteronomio. Los grifos guardan las montañas donde hay piedras preciosas, como las esmeraldas y los jaspes y otras tales, y no permiten a ninguno acercarse, como dice Isidoro en el libro XIV. En Siria no menos hay algunas montañas llenas de oro y de piedras preciosas, mas no pueden subir los hombres sobre ellas para tenerlas por causa de los grifos. Y por esto hay muy buenas esmeraldas y cristal en gran abundancia. Los grifos tienen grandes uñas y tan largas que de ellas se hacen los vasos que después por su curiosidad son puestos sobre las mesas de los reyes».
En la obra ficticia Los viajes de Juan de Mandeville
también aparecen los grifos, donde se dan algunos detalle sobre su
fuerza y tamaño, mencionando de nuevo su enemistad con los caballos y la
increíble capacidad de cargar con dos bueyes para llevarlos a su nido:
«Hay en aquella tierra (Baquera) grifos más que en otra parte ninguna; algunos dicen que los grifos tienen el cuerpo como águila, y delante y detrás como león; y así es la verdad, mas su cuerpo es más grande y fuerte que el de ocho leones y es más fuerte que cien águilas. Pues un grifo, volando hacia su nido, puede soportar el peso de un gran caballo, si lo encuentra, o el de dos bueyes uncidos que despistados aran el campo. Tiene las uñas tan grandes como un cuerno de buey, y de sus uñas hacen vasos para beber, y de con sus costillas y plumas hacen arcos muy fuertes para tirar saetas».
Woari |
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