Todos conocemos a Noé, el personaje del Antiguo Testamento que construyó un arca por mandato divino. Para salvarlos del diluvio, debía introducir en la inmensa nave a una pareja de cada tipo de animal para que, una vez se secara la tierra, volvieran a repoblar el mundo con la diversidad de especies que existía anteriormente. Un hecho similar a éste se relata en culturas y religiones muy diversas, desde los sumerios o babilonios hasta el cristianismo. No se sabe realmente si ocurrió algo así en algún momento de la historia, pero la leyenda que queremos explicaros se inicia en esa circunstancia; cuando Noé llenó el arca de animales.
Cuenta la leyenda que subieron a la nave una pareja de cada especie animal; pero no lo hicieron los gatos porque en esa época no existían todavía. Empezó el diluvio y Noé vio con horror que los ratones, que se habían reproducido de forma espectacular, estaban empezando a comerse las provisiones. Si seguían así no iban a alcanzar los alimentos para todos, y los ocupantes del arca morirían de inanición. Noé pidió ayuda a Dios, que le comunicó que debía acariciar tres veces la cabeza del león.
La segunda parte de la historia explica que los gatos se volvieron orgullosos y engreídos por su hazaña y que Noé para castigarlos los ató en el exterior del arca mientras arreciaba la lluvia. De este suceso, según la leyenda, viene el terror que muchos gatos sienten por el agua.
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